Crónica: Contrastan aplausos y gritos

Manifestantes literalmente madrugan a las fuerzas de seguridad y ganan terreno en calles aledañas a San Lázaro.

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A Peña Nieto le arrojan billetes falsos a modo de confeti. (Agencia Reforma)
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Henia Prado y Mayolo López/Agencia Reforma
MÉXICO, DF.- Son las 4:30 horas cuando manifestantes variopintos, literalmente, madrugan a las fuerzas de seguridad y ganan terreno en calles aledañas a San Lázaro.

Para cuando dan las 7:00, ya han roto vallas y se intensifica una zacapela que durará seis horas.

El operativo federal es rebasado por momentos frente a la furia de los manifestantes. Pese a no portar mascarillas, los policías optan por lanzar bombas lacrimógenas para dispersar a los inconformes, pero estos la regresan como bolas de beisbol.

Todos lloran: policías, manifestantes. hasta legisladores. El efecto de las bombas arranca lágrimas incluso dentro de la Cámara de Diputados.

Muchachos embozados aparecen con un carrito de supermercado y cajas de cerveza que en realidad contienen bidones de gasolina, botellas de vidrio y trapos para hacer bombas molotov, las cuales lanzan contra los agentes.

Lenguas de fuego se levantan entre los contingentes policiacos desarmados y protegiéndose con sus escudos.

En un momento, los manifestantes secuestran un camión de la basura y lo impactan contra las vallas metálicas que resguardan a los policías. Sin embargo, minutos antes de iniciar la ceremonia de cambio de poder en San Lázaro, mágicamente, cesan los ataques. Los protestantes se desplazan a Palacio Nacional.

Adentro del recinto legislativo, hay algo diferente. Los Presidentes saliente y entrante ingresan a San Lázaro por la puerta principal, no por la trasera, como hace seis años. Pero también hay una constante. Caras de repudio tanto para quien se instalará en Los Pinos por los siguientes seis años como para quien se va luego de un amargo sexenio.

A Peña Nieto le arrojan billetes falsos a modo de confeti, mientras que a Calderón lo reciben enarbolando cruces negras en señal de luto.

Pese al griterío que le dispensa la izquierda desde sus curules --"¡Asesino!", "¡asesino!"--, el panista parece imperturbable, aunque para entonces los diputados y senadores de su partido ya lo cobijan al grito de "¡Felipe!", "¡Felipe!".

Entre porras y contraporras, Enrique Peña Nieto rinde protesta como Presidente constitucional de la República y, luego, Calderón se desprende de la banda presidencial, la dobla y la besa antes de entregarla al presidente del Congreso, Jesús Murillo Karam. Acto seguido, Enrique Peña Nieto se la tercia.

La trasmisión de poderes se consuma. El PAN devuelve el mando al PRI y el diputado Murillo Karam se refiere a Felipe Calderón como "ciudadano", quien sale de San Lázaro del brazo de su esposa.

El PRI regresó a la Presidencia.

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