Crónicas urbanas: Del grafiti de Culhuacán a NY

Un artista plástico que intervino paredes ahora expone en galerías de Londres y Nueva York.

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'En esencia el grafiti es un movimiento que busca ser visible grupos que están marginados en Estados Unidos, guetos, gente de color, que busca tener mayor participación y que en algún sentido busca tener un poco de voz", dice Fémur. (Milenio)
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Humberto Ríos Navarrete/Milenio
MÉXICO, D.F.- Eran los años 90. Abraham Jiménez, Fémur y su colectivo, armados con tubos de aerosol, se movían en túneles e intervenían paredes. Lo hicieron en el Metro. La creatividad y el riesgo iban de la mano.

Y se movían en la zona sur oriente de la ciudad, luego de que se dejara sentir la influencia de Neza, a la que regresaban los migrantes mexicanos, que habían aprendido esa práctica en Estados Unidos.

En aquel país los negros ponían el hip-hop y el grafiti los latinos. Es el concepto de Fémur, quien se emociona al recordar sus correrías.

DFK era la firma

Hace poco se reunió con Smirk, Sorkom y Sehery. Para recordar viejos tiempos y sentir la adrenalina. Entonces dibujaron las siglas sobre la avenida Santa Ana, de la unidad CTM-Culhuacán, delegación Coyoacán.

Han pasado los años. El grupo se dispersó. Jiménez estudió artes plásticas en la UNAM y diseño en la Ibero. Ha ganado premios y se codea con reconocidos pintores en ferias de arte de Nueva York, Miami, Londres y Canadá.

Tiene 36 años. Desde chico visitaba museos en la Ciudad de México. Su padre es artista plástico. Tiene de donde. El grafiti le soltó la mano. No lo niega. Y se ha preparado. Y eso le ha llevado a exponer sus obras junto a las de Banksy y Warhol.

—¿Y cómo están las cosas?

—El mercado es muy voraz.

Son sus palabras mientras muestra catálogos en cuché, editados en otros países, donde están publicadas sus pinturas.

—¿Por qué el mercado es voraz?

—Porque compites con artistas que son una fábrica de producción —dice en su taller Abraham Jiménez, cuyo padre estudio en la Academia de San Carlos.

—¿El graffiti nace como una transgresión?

—Pero también como una manera de querer hacer algo, de querer expresar de ese modo, con un aerosol, y era la deformación de letras llevadas a la pared junto con personajes llamados caracteres.

Eran los años 90.

La efervescencia.

—¿Había una competencia entre ustedes, a pesar de que eran clandestinos?

—Sí, cada vez lo querías hacer mejor, cada vez los puntos que pintabas eran más difíciles; siempre hubo esa necesidad y esa competencia…

—¿Y ahora cuál es la situación del grafiti con respecto a esa época?

—Ha tomado,  no sé, otra evolución llamada street art, los materiales que se usan ya son otros, ya hay patrocinadores, galerías interesadas en grafiti, marcas, moda, ahorita se ha diluido lo que es la esencia del grafiti. Todavía hay gente que lo sigue haciendo pero, como todo, el comercio le ha sacado jugo.

—Hay un tipo de grafiti que es como fantasmal, de gente que raya los vidrios del Metro o de los microbuses.

—Es underground. Esa gente sale a pintar de manera clandestina, pero ese grafiti no tiene ningún interés de venderse a una marca o de tener publicidad.

—¿Es solo por molestar?

—Hay gente que lo hace con todo el afán de transgredir y de molestar, pero yo creo que el grafitero siempre quiere ponerse retos, hacerlo mejor, en lugares más peligrosos, ser creativo.

Por donde quiera que mires habrá un grafiti.  Pueden parecer arañazos,  o letras abombadas o signos

Fémur volvió hace poco a la calle, y lo hizo de manera fugaz, solo por nostalgia, para sentir la adrenalina, con la firma KFK, y rememoró viejos tiempos en una barda de Los Culhuacanes, su lugar de origen, una de las zonas donde más abunda el grafiti.

Habla de ética:

—Entre en el mismo grafiti clandestino existía ética, pues no lo hacías en cualquier lado o salías a pintar un monumento histórico o el zaguán, porque finalmente a ti no te gustaría que fueran y que te rayarán tu casa. Entonces sí había códigos…

Y como artista plástico, cuyas obras se codean en ferias de arte con las de Banksy, por ejemplo, Fémur habla de esa otra parte en la que ahora se mueve.

—Siempre el mercado es voraz de algo que está de moda; lo ves de repente en comerciales de refrescos, que sacan grafiti, porque el grafiti está de moda, lo urbano está de moda. Y sí, el graffiti está tan domesticado, porque finalmente llegó a las galerías y se vendé por millones de dólares.

***

El fenómeno del grafiti ha proliferado tanto, que el artista plástico Wero Ramos propuso impartir una materia especial en el Tecnológico de Monterrey.

—El grafiti en la Ciudad de México —comenta el catedrático en esa materia— está dividido en dos expresiones: el que se manifiesta a partir de la transgresión, de la toma del espacio público como una protesta, y el que busca establecer un diálogo a partir de la cultura o de la práctica de una disciplina más artística.

—¿Pero nace como una transgresión?

—En esencia el grafiti es un movimiento que busca ser visible grupos que están marginados en Estados Unidos, guetos, gente de color, que busca tener mayor participación y que en algún sentido busca tener un poco de voz y de reclamo ante esta marginación racial, social y económica que en ese momento  se vivía.

—¿El grafiti podría en algunos casos considerarse como vandalismo?

—Digamos que como un estado primario podría ser un acto vandálico porque en el origen el grafiti lo que busca ser es transgresor de un espacio público, contestatario, ante una situación social o política con la cual los artistas o los jóvenes están inconformes. Entonces sí hay una transgresión y yo, en lo personal, lo llamaría una protesta.

***

De pronto parece que la nostalgia agarra por el cogote a Fémur, pues desempolva una carta de Mosco,  quien le escribe desde “Nueva York City, la mismísima meca del grafiti, y me siento muy bien, la ciudad está pocamadre… Hoy fui al Museo de Arte Moderno y no sabes qué chido. Tiene una colección pesada. Ahorita está Jackson Pollock y toda una sección de artistas expresionistas muy chida”.

Otra carta es de BISE, fechada en 2014, en Londres, “con ganas de regresar algún día a México, igual en uno o dos años más me retacho, pero por ahora tengo que seguirle dando a la vida desde este lado del charco”.

“No sé si te enteraste pero yo estuve recluido por seis meses en Londres por pintar. Estuve investigado por alrededor de tres años y al final me sentenciaron a 19 meses, de los cuales estuve encarcelado seis”, dice otro párrafo.

“En fin, pues durante el tiempo que estuve recluido pensaba mucho en mis inspiraciones en el grafiti de México y claro que resaltaron siempre tú, El Sticker, El Smirk, El Mosco, Clone, Fuldek, Kass, etcétera”, señala en líneas siguientes.

“Y qué decir de las piezas del Metro, las del túnel de Chabacano. Igual una inspiración muy grande para mí en el grafiti fue el Mosco de quien no sé nada”, dice en otro de los párrafos finales.

Por donde quiera que mires habrá un grafiti.  Pueden parecer arañazos,  o letras abombadas o signos.

En todos hay códigos de tribus urbanas que se mueven como espectros por los muros de la ciudad.

Y abundan en Culhuacán.

De donde Fémur quiere regresar a Nueva York y radicar cerca del Parque Central, donde un amigo, oriundo de San Juan de Aragón, tiene un departamento.

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