Crónicas Urbanas: La Loba en el mercado de Sonora

El robo a negocio está clasificado como delito de alto impacto en el DF, donde se cometen un promedio de 350 cada mes.

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Miles de personas visitan el mercado de Sonora para adquirir lo que usarán en ritos o en sus curaciones. (Milenio)
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Humberto Ríos Navarrete/Milenio
MÉXICO, D.F.- Todavía no termina una cuando comienza la otra incidencia delictiva en este desfile de sorpresas callejeras en que se ha convertido el DF, donde el despertar de octubre tuvo visos de violencia y excesos, que incluyen el asesinato de una clienta en un Starbucks, mientras su hijo pelea con la muerte en un hospital de la ciudad.

Todo enmarcado en un territorio donde, según estadísticas de la Procuraduría General de Justicia local, de enero a septiembre hubo un promedio de 350 asaltos a negocios y 559 homicidios dolosos, que forman parte de los 14 principales delitos, los cuales abarcan más de 150 mil averiguaciones previas.

De lo poco que se habló el 2 de octubre, sin embargo, fue de un hecho ocurrido con tesitura y escenarios distintos a la conmemoración del 45 aniversario de la matanza en Tlatelolco: el asalto al mercado de Sonora, uno de los más emblemáticos de la Ciudad de México y en cuyos pasillos ahora se habla en voz baja.

En este espacio de constante bulla y extraños olores, donde ofrecen desde un animal disecado para limpias y sahumerios, mezclado con plantas medicinales, juguetes diversos y objetos de láminas, hasta comida en sus pasillos de olores a mirra y copal, la gente sigue en lo suyo y parece importarle poco o nada lo ocurrido aquella medianoche.

O prefiere el mutismo.

Por temor.

—No, no sé nada.

Es la respuesta.

Pero aquí, en este espacio con 56 años de antigüedad, ubicado en Fray Servando Teresa de Mier número 419, delegación Venustiano Carranza, al que miles de personas visitan para adquirir lo que usarán en ritos o en sus curaciones, no se descubrió un caso de tráfico de animales, delito recurrente, sino un insólito robo del que pocos apenas quieren hablar y otros prefieren desviar la mirada.

Y sin embargo hay quejas por invasión de espacios y, en voz baja, por hurtos de mercancía; pero tienen cuidado de mencionar lo ocurrido aquella madrugada, cuando los delincuentes dejaron sus autos de lujo sobre la avenida y se metieron con la presunta complicidad de vigilantes.

—¿Qué hacían aquí carros de lujo?

Y encogen los hombros.

—¿Y por qué de Chimalhuacán?

—¿De dónde?

—Del barrio La Loba.

Y más arqueos de cejas.

—Dígame qué robaron.

Y por fin desembucha:

—Disfraces…

***

Eran las 00:40 del 2 de octubre. Situada frente al mercado de Sonora, varios individuos salieron de una vecindad conocida como Los Blancos. Entre ellos estaba El Paul, quien manejaban un taxi con vidrios polarizados y rines deportivos, así como El Gachilla, acompañado de otros diez, que se distribuyeron en cuatro vehículos: un Bora negro, el taxi y dos BMW, uno color negro y el otro café.

—¿A dónde?

—A un jale.

—¿Y qué tal?

—Está bueno.

—Y ya está hecho el tiro.

Eso significaba, según testigos, que el robo se había planeado con días de anticipación, pues incluía la supuesta complicidad de vigilantes nocturnos. Por eso acordaron que el atraco sería a las dos de la mañana, cuando todo estuviera silencioso, pero hubo quienes escucharon parte de la trama.

Y dejaron que pasara el tiempo. Desde los puestos de hierba, ubicados afuera del mercado, alguien los observaba.

Podían divisar a El Paul, a El Gachilla y a un pariente de éste. De pronto, en un cerrar y abrir de ojos, aquellos desaparecieron y minutos después salieron corriendo. Durante su huida disparaban contra una patrulla de la Secretaría de Protección y Vialidad, que ya estaba en el estacionamiento del mercado.

Uno de los presuntos arreciaba el paso hacia una vecindad de la calle Canal, mientras los demás se dispersaban, también en desbandada.

Llegaron varias patrullas, con el bramar de sirenas, y descendieron policías preventivos, quienes comenzaron a interrogar a los que tuvieron a la vista, para luego entrar al mercado, donde encontraron varias bolsas con mercancía.

Policías trasladaron a los detenidos ante la Fiscalía Desconcentrada, donde uno de ellos relató que los delincuentes, a quienes no vio, dijo, lo amagaron y ataron con cinta canela, misma que, después de casi una hora, pudo quitar con cierta facilidad, pues no estaba bien amarrada, y se comunicó al teléfono 060 para solicitar ayuda.

Los agentes notaron que el vigilante se puso nervioso cuando le preguntaron si conocía a uno de los participantes en el robo, por lo que se levantó del asiento e intentó correr, describe el reporte, “dirigiéndose a la salida de estas instalaciones, con la finalidad de darse a la fuga, siendo alcanzado por el deponente metros adelante…”

Y el que desde ese momento se convertía en presunto, dijo que no hablaría hasta que estuviera presente su abogado, “motivo por el cual se le hacen saber sus derechos (…), consistente en informarle por qué se encuentra detenido, así como de que es considerado inocente hasta que se le compruebe lo contrario …”

Los demás sospechosos quemaron llantas en dos BMW y un Bora, según testigos, rumbo a Chimalhuacán, Estado de México, directos al barrio Fundidores, también conocido como de La Loba, sobrenombre en recuerdo de la entonces poderosa Guadalupe Buendía, líder de la Organización de Pueblos y Colonias, quien fue condenada a 492 años, por dirigir, en agosto de 2000, una agresión con armas de fuego, piedras y palos contra miembros de Antorcha Popular, que tuvo un saldo de diez muertos.

***

Los comerciantes saben que deben bajar las cortinas a las siete de la tarde, pero no todos lo hacen. Y ya circula una orden: el que desobedezca deberá responder por esa omisión. Los robos son por culpa de los vigilantes. Es el rumor espolvoreado.

Y también hay robos comunes, como el ocurrido hace un momento, por parte de una mujer, de las denominadas farderas. La presunta fue atrapada por locatarios del Sonora, donde ya preparan la instalación de cámaras de videos.

Pero hay cierto mutismo.

Esta mujer vende artículos “místicos” y yerbas secas, plantas medicinales y artículos para santería. Frisa los ochenta años. Desde los seis comenzó a vender en la zona de La Merced. Forma parte de la tercera generación en este popular mercado.

—¿Y a usted qué le han robado?

—A mi solo el corazón.

Y suelta la carcajada.

—¿Y del otro robo?

—Cuando quiera robarle a otra persona el corazón, venga al mercado de Sonora, que aquí le darán la solución.

Y de ahí no sale.

—¿Y del asalto?

—Cuando quiera robarle…

Otra la secunda:

—Solo eran disfraces.

Para la noche de brujas.

Y de lobos.

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