El 'instrumento del diablo' que resurgió en la Nueva Jerusalén (video)

Casi un año después de haber sido demolida por una secta, la nueva escuela Vicente Guerrero está lista para abrir sus puertas.

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La escuela fue demolida entre gritos fervorosos a la Virgen y Jesucristo. (Archivo/SIPSE)
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Víctor Hugo Michel/Milenio
MORELIA, Michoacán.- De la escuela original Vicente Guerrero de la Nueva Jerusalén ya sólo quedan las varillas, el polvo y las pesadillas de sus alumnos. Un año después de su destrucción, sus salones han sido reducidos a escombro y lo único reconocible es una plancha de cemento que alguna vez fue el patio de futbol para un equipo prometedor. 

Pero del otro lado de la cañada, en la comunidad de La Injertada, hay quienes insisten en que la historia del colegio no ha concluido. Su reemplazo está a unas horas de abrir sus puertas.

A casi un año de distancia de la rebelión que terminó con la destrucción de la única escuela primaria de la Nueva Jerusalén, las familias disidentes del poblado y el gobierno estatal se preparan para cortar el listón de un nuevo colegio laico: el Vicente Guerrero II, ubicado más allá de la frontera imaginaria -un riachuelo- que delimita los territorios que controla la secta del líder extremista, Martín de Tours.

Aunque el gobierno estatal ha negociado durante meses con el grupo de Tours y extraoficialmente se asegura que hay una tregua sustentada en la posible liberación de su brazo derecho, Cruz Cárdenas (detenido por los disturbios del año pasado), la cautela predomina de cara a la ceremonia de inauguración, en la que estará el gobernador interino del estado, Jesús Reyna.

“Los niños estuvieron golpeados anímicamente durante mucho tiempo"

A manera de factor disuasorio, un pelotón de agentes del Grupo de Operaciones Especiales de la Policía de Michoacán custodia las nuevas instalaciones de forma permanente.“Esperamos que no pase nada, pero si la quieren destruir, la volveremos a levantar las veces que sea necesario. El gobierno tendrá que reconstruir otra vez la escuela”, retó Emiliano Juárez, vocero del grupo opositor a Tours.

Para las autoridades, la reapertura del colegio es la oportunidad de normalizar la caótica vida académica de sus alumnos. “Con esta nueva escuela esperamos atender a los niños desde kínder hasta secundaria en un ciclo normal”, sostiene Armando Murguía, director de la primaria y a quien ha tocado vivir en carne propia el hostigamiento de los ultras de la Nueva Jerusalén. 

En más de una ocasión ha tenido que comparecer forzadamente ante un consejo de sacerdotes para abogar por temas como la evolución, el darwinismo, la astronomía y la sexualidad. “¡Querían rasurarme los libros!”, deploró.

Durante el último año y desde que la Vicente Guerrero fue demolida, Murguía ha estado en el exilio en salones provisionales construidos en los terrenos de la telesecundaria José María Morelos de La Injertada, a una media hora de camino para la mayoría de sus alumnos. “Muchos tienen que caminar hasta 40 minutos para llegar”, lamentó.

Murguía explicó que luego los hechos del año pasado varios de sus alumnos han evidenciado problemas de depresión. Aunque han comenzado a superarlos, los primeros meses fueron particularmente difíciles. “Los niños estuvieron golpeados anímicamente durante mucho tiempo. Les costó mucho trabajo recuperarse psicológicamente de todo lo que vieron”, dijo.

Instrumentos diabólicos

Las huestes del sacerdote extremista Martín de Tours no dejaron piedra sobre piedra de la Vicente Guerrero, que daba servicio a unos 70 niños de preescolar y primaria. Con celo total, literalmente pasaron por fuego o mazo todo aquello que perteneciese al plantel educativo. 

Los cuadernos y libros de estudio, en especial los de ciencias naturales, fueron quemados en medio del fervor de la rebelión del 7 de julio del año pasado, cuando una turba se lanzó a destruir la escuela por considerarla un instrumento del diablo.

En cosa de horas, todas las computadoras desaparecieron, ya fuese robadas o destruidas. Los pizarrones fueron hechos añicos. Las bancas, paredes y techos terminaron convertidas en astillas, fierro y escombro. La bandera de México fue incinerada, su asta arrancada de tajo. El mensaje era claro: aquí no hay otro Estado que el de la religión.

En lo físico, la escuela fue para todo fin práctico extirpada del cerro en el que había sido construida en 2008. En lo psicológico, para algunos de sus alumnos y maestros también sobreviven intactos los recuerdos de un evento que bien cabe en la definición de pogromo (del ruso para devastación con fin religioso). Es la memoria del final de su colegio entre un mar de gente, mazos, llamas y gritos fervorosos a la Virgen y Jesucristo.

'Era mi escuela'

“Me dolió mucho cuando quemaron la bandera. La Vicente era mi escuela. Estudié seis años ahí y nadie hizo nada para salvarla”, dice Ángeles, estudiante de primero de secundaria y una de las fundadoras del plantel. 

Desde su destrucción, esta niña de 14 años admite haber sufrido de ansiedad y depresiones. Algunas materias le cuestan trabajo. Y sobre todo, no olvida el robo que más le duele, el de su graduación. En medio de la violencia, jamás pudo tener su ceremonia de fin de año.

Pero al menos por ahora, la llegada de la Vicente Guerrero II trae consigo otros significados. Símbolo de que podría darse la vuelta a la hoja, los estudiantes de sexto de primaria han comenzado a ensayar para el próximo 27 de junio y todos los días deben bailar al ritmo de "Corazón de Niño", de Raúl di Blasio.

Se graduarán ese día. Serán la primera generación que tendrá una fiesta de fin de cursos después del incendio.

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