La Merced, una 'ratonera' que hospedó a El Che y Fidel Castro

Seis incendios han consumido el popular mercado, cuyos accesos están bloqueados por vendedores ambulantes.

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Aspecto desde el aire del popular mercado de la Ciudad de México. (Archivo/Notimex)
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Humberto Ríos Navarrete/Milenio
MÉXICO, D.F.- Está rodeada de vendedores ambulantes, cuyos armazones y carpas parecen asfixiar la vetusta construcción. Es el mercado de La Merced. Desde su construcción, en 1957, han pasado generaciones de locatarios, como la familia Vázquez García, uno de cuyos miembros, Gerardo, ahora de 60 años, frisaba los cuatro, cuando lo denominaron “el primer niño del mercado”, donde creció y se desarrolló.

Los recuerdos se agolpan en la mente de Gerardo mientras atiende a la clientela en el pequeño espacio donde logró colocarse después de lo ocurrido el pasado 27 de febrero, cuando a eso de las 04:00 de la madrugada, un incendio consumió alrededor de mil 200 locales, incluido el de este comerciante, quien en 1981 vio partir a varios de sus compañeros hacia la nueva Central de Abasto.

Esa madrugada, como es su rutina, salió acompañado de su esposa, para comprar mercancía, pero algo llamó su atención cuando esperaban un taxi sobre la calle Lorenzo Botourini, cerca de la Central de Bomberos, pues observó que una nube negra se levantaba muy cerca de Anillo de Circunvalación.

-¡En la madre, ya se prendió La Merced! —dijo.

-Ya súbete, no se está quemando nada —le dijo su esposa, mientras lo jalaba hacia el taxi, que esperaba ser abordado.

El vehículo enfiló hacia la Central de Abasto y los esposos se dirigieron al puesto de la señora que vende café, y allí mismo vieron en la televisión la noticia e imágenes del incendio en La Merced.

Gerardo pensó que, como en ocasiones anteriores, tampoco esta vez le había llegado la lumbre, pero pronto se dio cuenta de que no era así.

Y no creía haber salido afectado, porque otras veces los bomberos llegaban a la altura de la puerta 20 y desde allí extinguían el fuego; ahora, sin embargo, vendedores ambulantes obstruían el paso con sus estructuras alrededor del popular mercado, que ha tenido seis incendios, cuatro de ellos en la misma zona del ocurrido.

Mil 200 locatarios saldrían perjudicados, algunos de los cuales, finalmente, casi por inercia quedaron en algún rincón, como Gerardo, mientras que otros instalaron sus puestos afuera, junto a los ambulantes; y hubo quienes quedaron sin ningún lugar para vender su mercancía.

Las autoridades formaron un comité para representarlos, pero hay un grupo disidente que no está de acuerdo, ya que, comenta Gerardo, son los mismos de siempre que “no han hecho nada por el mercado”.

Otros testimonio de inconformidad, entre tantos, es el de Marisela Morales, de 37 años, presente en la plática, quien dice que ni siquiera alcanzó lugar entre vendedores ambulantes.

Su madre es dueña de los locales 31 y 37, ubicados en la puerta 25, donde vendía dulces y artículos para fiestas.

“Nos dan un número de teléfono en la delegación Venustiano Carranza, pero nunca responde”, se queja Marisela, quien camina por los pasillos de la nave mayor en busca de respuestas.

-¿Y qué le dicen?

-Cuando llego me dicen que ya no hay lugar afuera, en las calles aledañas. Nos quieren cansar. Una funcionaria de la delegación, Elena Segura, me dijo que le hablara, pero nunca responde el teléfono.

Posada al Che y Fidel

El primer local de la familia Vázquez García, que se localizaba en la puerta número 20, tercer pasillo, lo obtuvo su abuela materna Ignacia García. Sus abuelos eran oriundos de Achichipilco, Morelos, donde se produce el jitomate que se vende en La Merced. Gerardo y su familia aún conservan la tradición de exhibir frutas finas de temporada. Es de los pocos locatarios que mantienen el mismo giro comercial.

Su local lleva el nombre de Chelo, en honor a la tía, quien adoptó a los cuatro hermanos huérfanos. Él tenía 14 años. Los demás, 13, 10 y 8. La señora era viuda. Desde 1960 viven cerca de La Merced; pero antes radicaron en el número 26 de la calle Rosario, con los abuelos Ignacia, Franco y Guadalupe García. Era un predio ubicado a pocos metros de la estación del Ferrocarril de San Lázaro.

Dice Gerardo que era una vecindad en la que, según relato de sus tíos, hermanos de su mamá, les daban posada a Ernesto Guevara y Fidel Castro. “Nunca platicaban de lo que después sucedería en Cuba”, dice. Estudiaban Medicina. “Los metían en unos tapancos que ellos tenían”, añade.

-¿Tapancos?

-Sí, para que no se dieran cuenta de que habían otros canijos. Eran amigos de mis tíos José, Mauro y Luis García. Se cuidaban de que mis abuelos no los vieran. Decían que eran cubanos. Pero no le decían Che, sino Ernesto.

-¿Cuánto tiempo vivieron ahí?

-Mis tíos decían que se hacían bailes con orquestas en el barrio y a éstos canijos, que habían venido de Cuba, los invitan y ya de cuates les daban chance de que se quedaran en el tapanco. Después se fueron.

Una persona que conoció Gerardo y fue compañero suyo en la adolescencia fue al actual presidente consejero del IFE, Leonardo Valdés Zurita, quien vivía en la calle Venustiano Carranza.

Los dos estudiaban en la Escuela Secundaria número 1, ubicada en Regina 111. Son de la generación 1965-1967. Dice que los apadrinó el periodista Jacobo Zabludovsky, también oriundo de esa zona de la ciudad.

Una ratonera

Del otro lado, en el local número 15 del llamado Paso a Desnivel, uno de los ocho mercados que unen a las dos naves, Jorge Durán, de 65 años, expende una variedad de artesanías de mimbre, carrizo, tule y palma.

En 1957, cuando fue inaugurada La Merced, Durán tenía 9 años. Estudiaba en la escuela primaria 18 de Marzo, ubicada entre Talavera y Jesús María, cerca del mercado; vivía en la vecindad marcada con el número 5, en La Candelaria de los Patos.

De la escuela salía a su casa y de ésta al mercado, donde le ayudaba a un pariente. Ahora atiende el local de su hermana en el mismo lugar donde hace muchos años vendían piedra pómez, jaladores y envoltorios de hierba, llamada Chichicaxtli, que la gente ocupaba para lavar la ropa. Ese tipo de mercancía ya desapareció.

Es lo que recuerda este hombre, quien también menciona el incendio ocurrido en 1988, cerca de aquí, en el popular mercado de dulces Ampudia. El saldo fue de 60 muertos y varios heridos.

-¿Y qué más recuerda?

-La mamá de un amigo corrió a esconderse en una accesoria y ahí quedó calcinada. Murieron varios conocidos.

-¿Y ahora cómo ve?

-Desgraciadamente los comerciantes ambulantes nos tienen copados. Han convertido todo esto en una ratonera. Y los robos aquí en el paso a desnivel. Hay asaltos en las escaleras. Y el incendio…

-Pero acá no llegó el fuego.

-No, pero también nos perjudicó porque la gente ya no pasa por aquí. Está desolado. Mire: no vendemos.

Han pasado 66 días de que ocurrió el incendio, pero no hay avances en la reconstrucción de la parte afectada, dice Ricardo Solís, locatario de la puerta 5, quien hace cuentas: “hemos hecho dos marchas y un funeral simbólico, pero ni así”.

Y habrá que culebrear entre pasillos abigarrados y abrirse paso por vericuetos de este espacio, al que cada día visitan 300 mil personas, y enfilar hacia la estación Candelaria de Los Patos, y observar que otras construcciones de hace 10 años, como Plaza Merced 2000, son subutilizadas y tienen locales cerrados.

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