'Para qué cavar si podían incinerar los cuerpos en tambos'

Durante años, Los Zetas tuvieron en esta comunidad su crematorio particular donde volvieron ceniza a todas sus víctimas.

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La cruz de madera con la palabra 'Vida' es el símbolo del comienzo de familias enteras que buscan los restos de sus parientes en Patrocinio, Coahuila. (Christian Sánchez/Milenio)
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José Antonio Belmont/Milenio
PATROCINIO, Coahuila.- El crimen organizado convirtió este ejido en un infierno. Durante años, Los Zetas ejecutaron gente en este paraje. Pero aquí no hay fosas clandestinas. No, aquí los sicarios no se tomaron la molestia de cavar y sepultar los restos, mejor quemaron los cuerpos en tambos y esparcieron lo que quedaba sobre la superficie, a cielo abierto.

Por eso es que hay que medir cada paso cuando recorres el terreno, no se sabe lo que se puede pisar. Aquí se han hallado más de cuatro mil 600 fragmentos de huesos humanos en año y medio de búsqueda. En algunos casos apenas medían cinco milímetros, en otros dos centímetros. Muchos llevaban hasta seis años en la tierra, al lado de ropa y decenas de casquillos calibre .45 y .22.

Es Patrocinio, Coahuila, un punto más en el interminable mapa de terror que ha creado la guerra criminal en México.

Este ejido del municipio de San Pedro de las Colonias fue un escenario más de la disputa atroz entre zetas y el cártel de Sinaloa por el control de la región de La Laguna, y que vivió su clímax entre 2009 y 2012.

“Esa rivalidad criminal generó, en determinado momento, la desaparición de personas”, dijo en entrevista José Ángel Herrera, encargado de la Subprocuraduría de Personas Desaparecidas de Coahuila.

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A la fecha, el estado ocupa el séptimo lugar a escala nacional en este rubro con mil 832 desaparecidos, pero no se sabe a cuántas personas corresponden todos esos restos encontrados en el paraje. Las autoridades solo han identificado a seis y estiman sumar una cifra similar con lo hallado en los últimos operativos.

Las denuncias relatan que los habitantes de ePatrocinio se percataron de cuerpos maniatados y boca abajo

El pasado sábado recorrieron Patrocinio una vez, caminaron con cuidado por este paraje, donde hace unos años “ingresaban camionetas con gente armada”, y donde “ocasionalmente se escuchaban detonaciones de arma de fuego”, según narran las denuncias de la investigación AC 062/2015 de la procuraduría de justicia de Coahuila.

Enseguida, “introducían los cuerpos de sus víctimas en tambos y los incendiaban con diésel hasta calcinarlos, hasta que no quedara nada de ellos”.

“El modus operandi del grupo de la delincuencia organizada era llevar a cabo la incineración para evitar cualquier identificación o hacerla más difícil”, detalló el subprocurador.

Los familiares de desaparecidos denunciaron que en su momento había hasta 90 tambos de 200 litros. El gobierno del estado reportó que solo se han asegurado dos durante las investigaciones. Las denuncias también aseguran que el terreno olía a diésel. Hoy no se percibe eso.

Los familiares muestran fotografías de esos tambos. Todos con agujeros que Los Zetas les hacían para que entrara más aire y se calcinaran mejor los cadáveres hasta solo dejar cenizas. La marca de la delincuencia organizada: tratar de no dejar rastro de sus crímenes.

Según autoridades, Los Zetas consumaban esta barbarie porque aprovechaban de que Patrocinio se encuentra en un punto muy apartado de la zona urbana (más de una hora de distancia de Torreón), así como de la extensión del ejido (108 mil 681 metros cuadrados), más del doble que el Zócalo de la Ciudad de México.

Las denuncias también relatan que los habitantes de este paraje se percataron de cuerpos maniatados colocados boca abajo. Los familiares de desaparecidos recuerdan que el primer hallazgo que se dio el 25 de abril del año pasado fue el de varios huesos y unas esposas a un lado.

En ese punto decidieron colocar una cruz con la palabra “Vida” escrita en la madera: el símbolo del comienzo de su búsqueda, que unos días después se completó con la misa que ofició el padre Aurelio González.

Los desaparecidos

El clima supera en promedio los 30 grados centígrados. Es un paraje desértico. En su momento se trató de un terreno agrícola de siembra con un canal de riego que hoy solo es tierra seca.

Como en tantas otras historias en distintos lugares del país, fue un colectivo que busca a sus familiares desaparecidos, el Grupo Vida, el que dio con Patrocinio. En enero de 2015, testimonios de algunos de sus habitantes revelaron lo que por años ocurrió en ese lugar.

Grupo Vida busca a sus familiares desde hace tres años. A la fecha cuenta con 52 integrantes, y en al menos una docena de historias coincide en que las desapariciones ocurrieron durante los años más cruentos de la guerra por la plaza, 2009 a 2012, así como en la zona controlada por los “de la última letra”: entre los municipios de Francisco I. Madero y San Pedro.

Una de estas historias es la del doctor José Manuel López, quien desapareció en 2010. Unos días antes, un enfermero del centro de salud donde trabajaba lo amenazó: “eres candidato a un secuestro… y días después pasó lo que pasó”, recuerda su madre, Tomasa Chaires.

“En otra una ocasión, mi hermano ya casi terminaba su turno, y llegaron tres personas, una herida, y los otros dos le dijeron que no podía irse hasta que estuviera estabilizado su compañero. Todos sabíamos que ellos (Los Zetas) vivían aquí y se iban a hacer sus cosas a otros lados”, evoca Cuitláhuac López.

Herminia Castañeda también tiene un desaparecido, su hijo Jorge Ulises Grijalba, quien el 16 de enero de 2012 viajaba en la carretera con cuatro jóvenes más. Venían disfrazados de arlequines, como su trabajo para promocionar celulares se los exigía. Regresaban de San Pedro, un auto los seguía, alcanzaron a llamar a su jefe alertándole, pero eso fue lo último que se supo de ellos.

Desde entonces, Herminia no lo ha dejado de buscar, pues tiene claro que el crimen organizado se lo llevó.

“En la gasolinera que está en la entrada de San Pedro, ahí había una camioneta que siempre daba el pitazo de cuando iban muchachos, entonces no es casualidad (que desaparecían), es que los veían, ubicaban a los que iban entrando y saliendo los agarraban”, asegura.

Cinco días después de este caso, el 21 de enero, Juan José Flores Herrera desapareció junto con su novia Thania Sánchez Aranda, cuando en ese mismo punto se les ponchó la llanta de su automóvil.

“Es difícil. Triste, encontrar restos porque no sabe uno de quién son, puede ser de mi hijo, o pueden ser de un familiar de alguna compañera del grupo o de otra persona desaparecida, pero se pregunta uno, ¿por qué les hicieron eso?, ¿qué hacían ellos para que les hicieran eso?, ¿quiénes son esas personas con tan mal corazón?”, clama Manuela Herrera, madre de Juan José Flores.

El gobernador de Coahuila, Rubén Moreira, y el Grupo Vida, acordaron durante una reunión el fin de semana que el caso de Juan José y Thania sería uno de los siete “expedientes emblemáticos” de esta historia de miedo. “Seguirá la búsqueda de desaparecidos”, aseveró el mandatario priista sobre Patrocinio, donde el crimen organizado convirtió un ejido en un infierno.

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