'Me expulsaron porque no quería hacer de guerrillera'

Maestros de la sección 22 de la CNTE dotaban a los jóvenes de fusiles sin balas y a quien no participara en los teatros o no aprendiera cantos rebeldes lo castigaban.

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Cansados de las 'lecciones' de guerrilla, los padres de familia echaron a los de la CNTE de la telesecundaria. (Daniel Cruz/Milenio)
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Juan Pablo Becerra-Acosta y Óscar Rodríguez/Milenio
OAXACA, Oax.- San Lucas Quiaviní es un poblado indígena de 2 mil habitantes, ubicado en la región de los Valles Centrales, a 50 kilómetros de Oaxaca. Aquí, los maestros de la sección 22 de la CNTE daban a los alumnos de secundaria lecciones muy peculiares: les enseñaban… técnicas guerrilleras.

Los dotaban de fusiles de utilería hechos de madera y metal, o rifles de verdad sin balas, para que los jóvenes ensayaran en un cerro, en el zócalo, algo que no viene en los libros: cómo tomar por las armas un palacio municipal o cómo enfrentar al Ejército si ingresaba a su pueblo.

Estos son diálogos breves y rápidos con algunos de ellos, una docena de chavos que cursan la secundaria y que por momentos ponían cara de miedo ante la cámara…

¿Qué hacían con esos rifles? —se les pregunta una vez que extrajeron los fusiles de utilería guardados en un rincón de su plantel.

—Teatros… —responde uno, espigado, con mirada risueña.

¿Qué tipo de actuación?

—Guerrilleros. Matábamos a unos que son nuestros enemigos… —responde otro, serio, morenito, bajito.

¿A soldados?

—Sí.

¿Y se rebelaban contra alguien?

—Sí.

¿Contra los soldados?

—Sí.

¿Era para que aprendieran a ser guerrilleros?

—La verdad no sé. Tal vez… —repone el más alto entre ellos.

¿Y hacían como que disparaban?

—Sí, con cohetes… Agarrábamos pintura y cuando echaban los cohetes echaban la pintura...

¿Como sangre?

—Sí, como sangre para que creyeran que era de verdad…

¿Y a ustedes les gustaba hacerlo?

—No.

¿Por qué no?

—Porque aquí venimos a aprender, no a hacer eso. La verdad venimos a estudiar, no a hacer teatros… —dice el más serio entre todos.

¿Nunca agarraron fusiles de verdad? —preguntó el corresponsal en Oaxaca, Óscar Rodríguez.

—Sí.

¿Les daban a veces fusiles de verdad? —repreguntaba este reportero.

—Sí. Fingíamos que disparábamos.

¿Pero no disparaban?

—No…

A quienes no querían participar en los teatros y simulacros rebeldes los castigaban. O peor, los expulsaban. Y esa sanción era extensiva para las mujeres. Cuenta una de ellas, morena, de ojos enormes, rostro muy bello…

—Sí, me expulsaron porque no quería hacer la obra de teatro…

¿De qué eran las obras de teatro, de guerrillas?

–Sí, de esas.

¿Qué tenías que hacer?

—Pegarle a mis compañeros.

¿Y ellos disparaban?

—Sí, ellos disparaban y fue ahí donde me expulsaron porque no quería hacer la obra…

¿Para qué les enseñaban a hacer esto, qué les explicaban, para que fueran guerrilleros o qué?

—Sí, para que seamos guerrilleros. Eso fue lo que nos dijeron…

¿Les gustaba?

—No, la verdad no nos gustaba.

¿Por qué?

—Porque… no nos gustaba.

¿Por la violencia?

—Por la violencia…

Los padres de familia no estaban de acuerdo con estos ejercicios que les imponían a sus hijos. La presidenta de la Asociación de Padres de Familia, Rosaria Martínez, también dialoga…

¿Qué les enseñaban a hacer?

—El maestro les decía que si venía alguien a intervenir el pueblo, lo iban a enfrentar con armas, con violencia. Quería tomar el Palacio, quería gobernarlo…

¿Era como si estuvieran entrenando para guerrilleros?

—Guerrilleros, ajá…

¿Y no estaban de acuerdo?

—No estábamos de acuerdo…

Cantos rebeldes

El himno nacional fue proscrito en la telesecundaria de Quiaviní. En su lugar, los jóvenes tenían que aprenderse cantos rebeldes. Quien no se los aprendía era castigado horas bajo el sol cargando un pupitre en la cabeza. Una jovencita chaparrita, tímida, quien habla con un español que no oculta su acento zapoteco, narra rodeada de otras compañeras…

—Uno de mis compañeros lo cantó, no lo aprendió, y agarró una silla de esas (señala pupitres de madera) y la puso en la cabeza en el sol y ahí estábamos en el sol. Y nos dijo (el maestro) que lo tenía en la cabeza para que así se aprendiera el himno.

¿Así tenían que estar (castigados)?

—Sí. Hasta que lo aprendía… —dice un chavo que muestra cómo tenía que cargar la silla en la cabeza con los brazos extendidos hacia arriba.

El pueblo se levantará

Los tutores se hartaron y desde hace dos meses echaron a los maestros. Aquí dan clases profesores de la sección 59. Y ante la amenaza de la CNTE de retomar las escuelas por la fuerza, los pobladores advierten que no lo permitirán, cueste lo que cueste. Incluso, sus vidas…

—Que no lleguen aquí con violencia, porque aquí no somos gente violenta; pero si nos vienen a agredir, el pueblo también se va a levantar, no se va a dejar. Yo le digo que yo me quedo con la 59 aunque me maten a piedrazos o a balazos, o como sea —concluye Rosaria.

Las muy peculiares materias y castigos que impartía la sección 22 en San Lucas Quiaviní…

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