Salinas de Gortari 'devolvió' el honor a Hidalgo y Morelos

El entonces Presidente logró que fueran anuladas las excomuniones contra el Padre de la Patria y el Generalísimo ante la Iglesia católica.

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Juan Pablo II y Carlos Salinas de Gortari protagonizaron el restablecimiento de las relaciones diplomáticas, en 1992. Con ello, el presidente mexicano daba un mensaje al mundo de apertura, tolerancia y pluralidad, dos años antes de la firma del TLC. (Archivo/Excelsior)
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Agencias
MÉXICO, D.F.- A principios de los años 90, en el marco de las negociaciones para el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre México y el Vaticano, el presidente Carlos Salinas de Gortari puso sobre la mesa una petición que causó perplejidad entre los emisarios de la Santa Sede: que el Papa Juan Pablo II declarara nulas las excomuniones contra Miguel Hidalgo y José María Morelos.

Los negociadores del Vaticano, encabezadas por el entonces nuncio apostólico Girolamo Prigione, llevaron a Roma la solicitud del mandatario mexicano, el primero que parecía dispuesto a sepultar décadas de encono entre Iglesia y Estado y el primero que se mostraba partidario de promulgar una Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, con lo que se lo otorgaría personalidad jurídica a la Iglesia católica.

Una vez enteradas de la solicitud del presidente Salinas, las autoridades vaticanas ordenaron revisar el expediente de Manuel Abad y Queipo, el obispo de Michoacán que hace un par de siglos excomulgó al Padre de la Patria y al Generalísimo.

Y tras una minuciosa investigación, la jerarquía encontró el argumento ideal para complacer al mandatario mexicano y, al mismo tiempo, quitar del camino un obstáculo que podría entorpecer las pláticas diplomáticas.

Abad y Queipo nació fuera del matrimonio, y un hijo natural no podía ser obispo, según las reglas de aquella época; por lo tanto, todas sus decisiones y acciones quedaban sin efecto, incluidas las excomuniones de Hidalgo y de José María Morelos y Pavón. Los juicios contra este último iniciaron un día como hoy, pero de hace 200 años, el 22 de noviembre de 1815.

Todos contentos

“La resolución del Papa Juan Pablo II fue contundente: Hidalgo y Morelos nunca fueron excomulgados. Todos contentos”, relata José Elías Romero Apis, quien formó parte del equipo del presidente Carlos Salinas de Gortari, que se encargó de negociar el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre México y la Santa Sede.

“Cuando durante la presidencia de Carlos Salinas empezamos a trabajar en el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre México y el Vaticano, pues hubo muchas cosas vertidas en la mesa: que si los derechos políticos, que si la situación fiscal de la Iglesia, que si el reconocimiento como Estado, que si el reconocimiento como religión… un temario, como sucede en estas cosas, de 30 o 60 ítems.

“El presidente Salinas introdujo uno muy interesante históricamente, aunque pudiera parecer muy irrelevante políticamente: que el Papa, en aquel entonces Juan Pablo II, anulara, cancelara o revocara las excomuniones de Hidalgo y de Morelos”, relata el abogado, quien ha sido subprocurador de la República, así como diputado federal y catedrático.

“El Papa recibió a través de sus enviados ese asunto. Habrá dicho, ‘revísenle, a ver cómo le hacemos’. Y entonces encontraron una solución muy cómoda para ellos y muy satisfactoria para México. El obispo Abad y Queipo resultó que era hijo natural y, por lo tanto, no podía asumir de manera definitiva el obispado.

“Lo había asumido provisionalmente, pero nunca llegó a ser confirmado por el Papa de aquella época por esa situación natal que, no sé si hasta la fecha, pero en aquel entonces era imprescindible para asumir el rango de obispo. Es decir, era hijo fuera del matrimonio y eso lo hacía inelegible como obispo. No fue confirmado como tal y al no ser confirmado quedaban sin efecto sus excomuniones”, detalla Romero Apis, colaborador de Excélsior y presidente de la Academia Nacional.

Maldito en la vida o en la muerte

“Sea condenado Miguel Hidalgo y Costilla, en dondequiera que esté, en la casa o en el campo, en el camino o en las veredas, en los bosques o en el agua, y aun en la iglesia. Que sea maldito en la vida o en la muerte, en el comer o en el beber; en el ayuno o en la sed, en el dormir, en la vigilia y andando, estando de pie o sentado; estando acostado o andando y en toda sangría. Que sea maldito en su pelo, que sea maldito en su cerebro, que sea maldito en la corona de su cabeza y en sus sienes; en su frente y en sus oídos, en sus cejas y en sus mejillas, en sus quijadas y en sus narices, en sus dientes anteriores y en sus molares, en sus labios y en su garganta, en sus hombros y en sus muñecas, en sus brazos, en sus manos y en sus dedos.

“Que sea condenado en su boca, en su pecho y en su corazón y en todas las vísceras de su cuerpo. Que sea condenado en sus venas y en sus muslos, en sus caderas, en sus rodillas, en sus piernas, pies y en las uñas de sus pies. Que sea maldito en todas las junturas y articulaciones de su cuerpo, desde arriba de su cabeza hasta la planta de su pie; que no haya nada bueno en él. Que el hijo del Dios viviente, con toda la gloria de su majestad, lo maldiga. Y que el cielo, con todos los poderes que en él se mueven, se levanten contra él”.

Así reza parte del decreto de excomunión dictado por Manuel Abad y Queipo contra Miguel Hidalgo y Costilla, a quien ordenaron rasparle la piel de la cabeza, que había sido consagrada, como cristiano y sacerdote; también le arrancaron la yema de los pulgares e índices de las manos que habían sido consagradas en el día de la ordenación, para después entregarlo al gobierno español para que lo fusilaran.

Por su parte, Morelos fue considerado “hereje formal, apóstata de nuestra sagrada religión, excomulgado, ateísta, materialista, deísta, libertino, sedicioso, cismático, reo de lesa majestad divina y humana, enemigo implacable del cristianismo y del Estado, seductor protervo, hipócrita, astuto, traidor al Rey y a la patria, lascivo, pertinaz, contumaz y rebelde del Santo Oficio, separándose de su santo ejercicio de pastor de almas para convertirse en lobo carnicero”.

“Hijo de una extraviada creencia acerca del legítimo poder de las llaves de la Iglesia. Corifeo de la insurrección y con las manos manchadas con tanta sangre derramada por él y su orden. Homicida voluntario, de conducta sanguinaria y cruel, rebelde contra el Rey. Suplico se sirva declarar culpable al reo José María Morelos de los crímenes que se le acusa y, como tal incurso en la pena excomunión mayor, y en las demás fulminadas contra semejantes delincuentes”,

Se lee en el informe de José Antonio Tirado y Priego, promotor fiscal del Santo Oficio.

Juzgador incompetente

Para el abogado José Elías Romero Apis, en los juicios (civil y eclesiástico) contra José María Morelos y Pavón hubo una larga lista de anomalías procesales, entre ellas ambigüedad en los delitos imputados, juzgarlo dos veces por el mismo delito y falta de pruebas documentales, entre otras. Sin embargo, una de las irregularidades más evidentes es la incompetencia del juzgador.

“Hay un asunto de incompetencia que, visto desde el derecho contemporáneo, violaría el artículo 14 constitucional. Abad y Queipo no era competente para imponer la sanción que impuso de excomunión y, por lo tanto, de prohibición del ejercicio sacerdotal y de la degradación sacerdotal de que fue objeto Morelos”, refiere.

Sobre los motivos personales que pudo tener el expresidente Salinas para pedir la anulación de las excomuniones de Hidalgo y Morelos, Romero afirma que éste último es el héroe mexicano que más admira el exmandatario. “En general, entre los priistas, Morelos es el héroe mejor visto”, asegura.

De hecho, en su discurso de toma de posesión, pronunciado el 1 de diciembre de 1988, Salinas de Gortari evocó al cura de Carácuaro:

“El bienestar de cada familia tendrá que ser la medida de la prosperidad de la nación; el gran propósito de equidad es que todos eleven su nivel de vida, pero los que menos tienen deben beneficiarse más, y los que más han alcanzado, menos. Me inspiro para proponerlo en los Sentimientos de la Nación, de José María Morelos”, pronunció ese día Salinas, acto en el que por primera vez fueron invitadas las autoridades eclesiásticas del país y el nuncio apostólico Girolamo Prigione.

Excomunión fue arma política de obispos: Herrejón

Durante la guerra de Independencia, las excomuniones fueron utilizadas por la Iglesia católica como arma política, afirmó el historiador Carlos Herrejón Peredo, quien aseguró que la mayoría de ellas quedó en mera amenaza, pues nunca contaron con el aval del Papa.

Experto en el periodo de Independencia y especialista en la vida y obra de Hidalgo y Morelos, Herrejón sostuvo que las excomuniones eran usadas por los obispos de la época —la mayoría de ellos defensores de la causa realista— para mermar espiritualmente a las tropas insurgentes.

“En esos años era muy común que, cuando caían presos, los hombres que se habían alzado en armas fueran chantajeados; les exigían arrepentirse y dejar la causa insurgente o, de lo contrario, serían excomulgados”, relata el autor de libros como Hidalgo. Maestro, párroco e insurgente, Morelos. Antología documental y Los procesos de Morelos.

Herrejón Peredo recuerda que entre 1810 y 1815, los insurgentes atendieron la vida espiritual de la población en los territorios ganados, donde otorgaron dispensas matrimoniales, daban la extremaunción a los enfermos, confesaban y nombraban vicarios castrenses.

Esta situación fue vista por los obispos como un desacato a la autoridad de la Iglesia católica, por lo que Hidalgo, Morelos y otros líderes insurgentes fueron presuntamente excomulgados. No obstante, aclara Herrejón, éstas nunca aplicaron, pues además de carecer del aval del Papa, los restos de ambos fueron alojados con honores en la Catedral Metropolitana, lo que habla de una comunión entre los héroes y la Iglesia.

(Con información de Juan Carlos Rodríguez)/p>

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