Presiento que mi hijo vive: padre de estudiante de Ayotzinapa

'¿Qué le hicieron, lo mataron y luego lo quemaron, estaría vivo?', se pregunta Ezequiel Mora, papá de estudiante identificado de Ayotzinapa.

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La falta de recursos obligó a Ezequiel Mora, padre de Alexander, a abandonar las actividades de los otros padres de los desaparecidos. (Héctor Téllez/Milenio)
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Liliana Padilla/Milenio
CIUDAD DE MÉXICO.- ¿Dónde están sus huesos?, pregunta Ezequiel Mora, padre de Alexander, uno de los dos jóvenes cuyos restos óseos fueron encontrados en bolsas a la orilla del río San Juan. Pese a la confirmación de identificación de ADN de su hijo, la muestra que se utilizó para corroborarlo nunca llegó a su casa en la comunidad guerrerense de El Pericón, en el municipio de Tecoanapa, Guerrero.

En el altar que aún permanece al interior de la casa de adobe hay solo fotografías, pero no la pequeña caja que la familia esperaba recibir con los restos del joven futbolista que tenía 19 años el día que desapareció en Iguala.

Alexander, quien anhelaba ser maestro, no tuvo funeral. Aquel 7 de diciembre, cuando su padre recibió la confirmación del laboratorio de Innsbruck, Austria, sobre el hallazgo del ADN de su hijo en los restos de una de las bolsas, regresó a su casa donde familiares y vecinos lo esperaban, pero llegó con las manos vacías y el corazón destrozado.

Han pasado 21 meses desde aquel anuncio sin que a su casa hayan llegado los restos de Alexander, eso mantiene viva la esperanza de que quizá algún día regresará. "Nunca más supimos nada, quedaron de mandarnos sus huesitos, pero nunca llegaron", relata Ezequiel.

Han pasado ya dos años y el hombre asegura que hay 41 padres que todavía tienen la esperanza de que sus hijos están vivos, pero como él, la familia de Joshivani Guerrero de la Cruz también recibió la noticia de la confirmación de los restos del joven. Ninguno ha perdido la esperanza. Se han resignado a no saber nada y también a no tener respuesta a sus reclamos, pero asegura que no se cansarán de exigir justicia y de confiar en que algún día su hijo regresará con vida.

"¡A mí no me han traído nada de sus restos, por qué voy a decir que está muerto, no me entregaron nada y eso está cabrón!", aunque reconoce que en ocasiones pierde los ánimos.

"Yo presiento que vive, pero los de Derechos Humanos me dicen que es un hecho que está muerto, eso me tumba la moral, que los estudios forenses eso dicen, que él está muerto".

"¡A mí no me han traído nada de sus restos, por qué voy a decir que está muerto, no me entregaron nada y eso está cab...!" 

Dos años después de aquella terrible noche en la que no se volvió a saber nada de Alexander, la resignación ha llegado poco a poco para la familia del normalista, aunque su padre flaquea. Han pasado casi dos meses desde que dejó de asistir a las actividades con el resto de los padres de los normalistas desaparecidos el 26 de septiembre en Iguala.

—A veces se me baja la moral, ¿para qué voy si dicen que mi hijo ya está muerto?, aunque al cumplirse dos años de aquella fatídica noche, retoma las fuerzas para seguir con la exigencia de justicia para su hijo y el resto de los jóvenes.

Setando afuera de su casa, donde aún cuelgan las dos mantas que le dieron los integrantes del equipo de futbol Avispones de Chilpancingo, de la comunidad El Pericón, el padre de Alexander relata que esperó primero 15 días, plazo que el gobierno le dio para entregarle el fragmento de hueso que confirmó el ADN de su hijo en una bolsa negra arrojada a la orilla del río San Juan. Le pidieron prórroga de otros 15 días, pero ya pasaron 21 meses desde aquel 7 de diciembre de 2014, cuando se hizo el anuncio.

Recuerda que el día que recibió la noticia de la coincidencia del ADN de su hijo, fue llamado a la normal de Ayotzinapa. Esa noche regresó a Tecoanapa con las manos vacías. Todos los vecinos lo esperaban. "creían que iba a llegar con una caja con mi hijo, pero llegué solo".

Pasó varios días intentando curar el dolor y la impotencia con una botella de aguardiente. Bebía por las noches para poder dormir tranquilo. Cuando no lo hacía despertaba en la madrugada y ya no podía conciliar el sueño pensando en su hijo. ¿Qué le hicieron, si me lo mataron y luego lo quemaron, era lo que me daba tentación y me quitaba el sueño, si estaría vivo y qué le estaban haciendo, si le daban de comer?", eran la incertidumbre que atormentaba sus pensamientos nocturnos.

Don Ezequiel asegura que ahora, a dos años de aquella tragedia, intenta de vivir un poco más tranquilo y trata de dejar atrás la pesadilla que ha vivido su familia. Como ellos, asegura que los parientes de Joshivani Guerrero de la Cruz tampoco recibieron los restos de su hijo. En 17 de septiembre de 2015, casi un año después de la noche de Iguala.

"A la familia del otro muchacho tampoco le mandaron nada, con él era menos de 10 por ciento de la coincidencia, nomás se suponía que pudiera ser. Con mi hijo según era casi seguro, pero nunca nos dieron nada. Solo sabemos las cosas por las noticias, pero el gobierno nunca nos dijo nada, nunca nos explicó por qué no nos mandaron los restos de mi hijo".

El padre del normalista también dejó el movimiento de los 43 padres a consecuencia de la falta de recursos en su casa. La época de cosecha de maíz lo mantuvo ocupado. Es la principal fuente de recursos para su familia y no podía gastar el poco dinero que tenía para trasladarse a las marchas y otras actividades.

Dos de sus hijos viven en Estados Unidos y le insistieron que regresara a acompañar al resto de los padres, que no dejara de exigir justicia y le ofrecieron dinero para sufragar sus pasajes y comida. Ayer regresó a marchar junto con ellos, a recordarle al gobierno y a la sociedad que no olvidan y que la exigencia de justicia se mantiene.

Reclama que, pese a las promesas del presidente Enrique Peña de que habría justicia, eso no ha ocurrido. No hay funcionarios de su gobierno consignados por la complicidad con los criminales. Tampoco hay información creíble de lo que realmente ocurrió entre el 26 y 27 de septiembre de 2014 en Iguala.

"Queremos que haya justicia, sacan a un funcionario y lo ponen en otro lado, por eso vamos a ser como un cuchillo de palo, ese que te sigue magullando pero no corta", expresa.

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