Llevar a Francisco a casa, un viaje fuera de serie (video)

'Ha sido lo mejor que he tenido en mi carrera como piloto aviador', afirmó el capitán Enrique García Galiano de Rivas.

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Enrique García Galiano de Rivas fue el piloto encargado de llevar al Papa Francisco a Roma desde Ciudad Juárez, Chihuahua. (Notimex)
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Agencias
CIUDAD DE MÉXICO.- El capitán Enrique García Galiano de Rivas, encargado de llevar al Papa Francisco a Roma desde Ciudad Juárez, Chihuahua, aún no se la cree; el piloto con más de 18 mil horas de vuelo considera que la mejor experiencia de su carrera pasó demasiado rápido, y que hoy le gustaría regresar el tiempo para haberlo disfrutado mucho más.

Sonriente e impecablemente uniformado, el también director de Operaciones de Aeroméxico afirmó que la experiencia ha sido única, "la mejor que he tenido en mi carrera como piloto aviador”.

El capitán de 54 años de edad narró a Notimex que lo invitaron a realizar el vuelo que llevaría a casa al pontífice, “hay muchas historias, mucha logística, seguridad; fueron pasando los días, y algo que viste muy lejos y muy lento al principio, se transformó en súbito y fugaz”.

“Estaba en Ciudad Juárez y de repente te avisan que Su Santidad ya está subiendo las escaleras para ingresar al avión, ahí es cuando se da la culminación de tantas emociones, de tanto estrés, de estar alerta, de cuidar cada detalle; como estamos acostumbrados a hacerlo en Aeroméxico”, detalló.

Puntualizó que cuenta con 18 mil horas de vuelo, y que este tipo viajes son para quienes encabezan la jefatura de pilotos, la gerencia de operaciones de vuelos o la dirección de seguridad aérea, puestos que duran cuatro años, "y tuve la suerte de estar ahí, lo que me permitió hacerlo y de lo que me siento muy afortunado”.

La preparación del vuelo

El Boeing 787 Dreamliner Misionero de Paz, conocido como el avión más moderno del mundo, no opera en el aeropuerto de Ciudad Juárez, lo que fue todo un reto por parte de ingeniería de operaciones cumplir con todos los requisitos.

El vuelo debía ser preciso y seguir ciertos protocolos, por lo que el capitán García Galiano de Rivas se puso en contacto con otros pilotos que han tenido la responsabilidad de llevar a jefes de Estado, y así incrementar la experiencia.

La línea aérea ha transportado a jefes del Estado Vaticano cuatro veces, y durante algunos años también fue la encargada de llevar a todos sus destinos a presidentes de México.

Los capitanes Hugo Tamborrell y Enrique García Galeano, con 21 mil y 18 mil 800 horas de vuelo, respectivamente, estuvieron al frente de la tripulación del Boeing 787, así como los primeros oficiales Eduardo Torres y Carlos Salicrup, y 12 sobrecargos, quienes atendieron al Papa, a su comitiva y a los periodistas que lo acompañaron.

El capitán guardó en su memoria cuando Francisco subía las escalinatas para ingresar a la aeronave, su primera impresión es que lo vio cansado, agotado por la tan pesada jornada que tuvo durante su visita por el país.

Sin embargo, detalló, tenía una sonrisa para todos, “llega con la misma sencillez, te saluda, te sonríe, tiene una capacidad de escuchar impresionante”.

Grandes recuerdos

El Papa se metió hasta la cabina, saludó a todos, entre ellos al director general de Aeroméxico, Andrés Conesa Labastida, y al presidente del Consejo de Administración, Javier Arrigunaga Gómez del Campo, para después ocupar su lugar.

Ya durante el vuelo, empiezan las peculiaridades. Por ejemplo, el capitán recuerda con asombro haber llevado consigo una bolsa llena de rosarios, decenarios, estampas, separadores de libros, medallas y un sinfín de artículos religiosos que pesaban en total más de cuatro kilos.

Ello producto de peticiones de familia, amigos y allegados que al saber que estaría tan cerca del máximo representante de la iglesia católica, le pidieron oraciones y bendiciones para enfermos o situaciones difíciles por las que atraviesan.

“Te dan de dos a tres minutos donde tienes la oportunidad de estar con el Papa, para pedirle, rezar, para platicar o solicitar una bendición, y para los que somos católicos quieres llevar de todo”, afirmó.

Francisco, siempre amable, accedió a bendecir aquella bolsa, además de una medalla y una imagen, que había separado, y que pertenecían a su hija y a su esposa, respectivamente, esas eran especiales, “y el con su mano la bendijo directamente, fue un momento muy emotivo”.

Cuando se tiene la oportunidad de acercarse y platicar con él, relata, es hablar con una persona fuera de serie, te habla de futbol, sonríe, y te escucha, “tiene esa chispa, esos detalles”.

“Después de platicar nos fuimos a cabina, y estuvimos como 15 minutos los cuatro sin cruzar palabra, como que no asimilábamos con quien estábamos y que estaba pasando”.

Algo faltó...

Al sobrevolar por diferentes países, el mismo Papa envía saludos a cada uno de los mandatarios de aquellas naciones, donde les anuncia que va de regreso a Roma, y les manda bendiciones, mediante cartas que se leen en frecuencias especiales y luego son enviados a los jefes de Estado.

“Al llegar a Roma le pregunté cómo le había parecido el avión y el vuelo, me respondió que había sido muy silencioso y muy tranquilo; vi un hombre fuerte y recuperado para seguir con su día a día”.

Agrega que al llegar al aeropuerto de Ciampino no hay grandes protocolos de seguridad, Francisco se subió a un coche muy sencillo, de una marca comercial, pequeño y económico, y se fue.

Hoy, cuando el capitán mira hacia atrás, cree que todo esto paso demasiado rápido, y en que si tuviera otra oportunidad, la aprovecharía un poco más.

"Todo fue tan rápido; era llevar de vuelta a casa al Papa, pero implicaba mucha coordinación, y al final piensas en el me falto decirle esto, y si me regreso y le vuelvo a platicar, a lo mejor ciertas cosas que no pensé en decirle, se las diría”.

“Cuando regresas a casa y ves lo que significa para las personas que quieres o con las que estas cerca y les regalas un simple separador de libros, pero saber de quién viene, ver su cara de felicidad y de cómo te lo agradece; ahí te das cuenta del poder y fuerza que tiene este señor”, reflexionó.

“Todavía no me la creo, viviré eternamente agradecido a Aeroméxico y a toda la gente que confió en mi para este vuelo y en la tripulación que nos acompañó, me quedo con su fortaleza, con la sonrisa que no hay que negársela a nadie, con su tranquilidad y el saber escuchar a todos”.

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