Plasma en su papel los sentimientos de otros

Don José Edith González, armado con una antigua máquina de escribir, hace rimas y poemas para sus clientes.

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Don José dice que las letras son lo suyo. (Notimex)
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Agencias
MÉXICO, D.F.- Que persistan personas que desean manifestar sus sentimientos a través de un papel, y el gran cariño que José Edith González tiene a su máquina mecánica de escribir, son las dos grandes razones que le mantienen como el único escribano que con ese medio sobrevive en el Portal de la Plaza de Santo Domingo, en la Ciudad de México.

Con 73 años de edad, originario del estado de Guerrero, dice sentirse orgulloso de ser el único hombre que apoyado en un instrumento mecánico todavía orienta a los clientes y apoya en la redacción sobre temas personales, cartas de amor, pensamientos, rimas y acrósticos, actividad que cobró auge hace más de 50 años, según informa Notimex.

"Hago cartas, todo lo que se refiere a escribir, si me pides una rima, una canción, un cuarteto te lo hago también. Mi especialidad son cuestiones sentimentales, los escritos de amor, de cariño; de entregar y describir por medio de las letras algo bonito a alguien más" detalló.

"Para hacer una carta de amor tienes que fundirte, fusionarte con la persona"

Señaló que la mayoría de quienes todavía laboran en Santo Domingo son mecanógrafos y tipógrafos especializados en la realización de facturas, documentos oficiales, cartas de recomendación o trabajos escolares en máquinas eléctricas y computadoras.

"La gente, sobre todo los jóvenes, a veces se ríen de mí por la creatividad que empleo en las cartas, y más lo hacen cuando ven que lo hago en este aparato tan grande, tan pesado y tan ruidoso".

Con estudios sólo hasta nivel secundaria, Edith González recordó que llegó a la plaza hace 45 años, cuando la mayoría de las personas preferían escribir a mano y cuando era grande la cantidad de personas que requerían el asesoramiento de escritos.

"De todo he aprendido, yo no tengo una licenciatura, pero he entendido que si deseas aprender puedes llegar a ser un erudito, lo único que necesitas son unos buenos clientes, ellos te enseñan, tú escuchas, te cultivas y lo pones en práctica".

Sin embargo, aclara que sólo escribe para las personas que realmente son sinceras con sus sentimientos o cuando se trata de un documento que verdaderamente es necesario para el cliente, de lo contrario, se rehúsa a hacerlo.

"Si me pides que te haga en este momento una carta para tu novio para demostrarte mi trabajo no te la hago, porque sé que no la necesitas, es mera curiosidad y no se logra; porque para hacer una carta de amor tienes que fundirte, fusionarte con la persona para entender cuál es su sentimiento o qué es lo que quiere".

Vuelve a hacer hincapié que el requisito para que pueda hacer su trabajo es que el solicitante explique cuál es su caso, su inquietud y el deseo de manifestar sus sentimientos por medio de un papel.

"Quien viene me tiene que decir si quiere un cuarteto para una chamaca, y entonces me tiene que describir, por ejemplo, si tiene un lunar en la frente, a qué altura, si es greñuda o es pelona, en fin".

Lo que más le apasiona de su actividad, dice, es ser útil y servir a los demás, pues es la "filosofía" con la que llega todos los días a la Plaza de Santo Domingo.

"Hace poco vino una señora a que le hiciera un borrador. Cuando lo leí lloró, esa fue una prueba de amor para mi máquina, de parte de ella".

José Edith González cobra de 20 a 40 pesos por carta y lo más que llega a tener son dos trabajos al día, aunque lamentó que a través de los años, las personas que gustaban de su servicio han ido muriendo.

"Mi mujer prefiere que sea albañil o plomero porque dicen que ganan más que yo, pero no quiero. Esto es lo que me gusta, las letras son lo mío".

Aunque no se muestra renuente a la tecnología, detalló que su cariño por la máquina de escribir es grande y a pesar de que cada vez es más difícil encontrar a alguien que la repare cuando se descompone, no la dejará a un lado, y de ser así, recalca, volvería a sus raíces "a escribir a mano".

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