Policías atacaron a normalistas al creer que sabotearían informe

En el festejo de la esposa de José Luis Abarca alguien se acerca al alcalde de Iguala y le informa lo que acontece, entonces sobreviene la tragedia.

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En este sitio murieron dos normalistas durante un tiroteo en Iguala, hace exactamente un mes. (Fotos: Milenio)
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Juan Pablo Becerra Acosta/Milenio
IGUALA, Guerrero.- Aquella fue una noche infausta para 48 estudiantes de Ayotzinapa. Fue la noche negra de Iguala, que ocurrió justamente hace un mes, el 26 de septiembre. Fue una noche violenta que se extendió hasta la madrugada y la mañana del 27 de septiembre. Una noche que difícilmente olvidará Guerrero. Y México.

Pero, todo inició horas antes, la tarde de aquel viernes…

18:00 horas. Explanada frente al palacio municipal de Iguala. María de los Ángeles Pineda Villa, esposa del alcalde José Luis Abarca, espera a que se llene el lugar para dar su segundo informe de labores al frente del DIF municipal. 

En los días previos se había anunciado por toda la ciudad que, después del mensaje de la mujer, el grupo musical Luz Roja de San Marcos daría un concierto. Que habría fiesta. Bailongo. Y cómo no: se trataba de “El Festejo” de “La Señora”, como se le conoce aquí a la mujer. La promesa de un variado repertorio de cumbias y charangas abarrotó el lugar hasta después de las diez de la noche.

18:00 horas. Municipio de Tixtla. Escuela Normal Rural Ayotzinapa. Estudiantes abordan dos camiones Estrella de Oro con destino a Iguala, distante a 130 kilómetros. El traslado habitual en autobús es de dos horas.

21:00 horas. Los estudiantes arriban a Iguala. Ahí toman en su poder otros dos autobuses, ahora de la empresa Costa Online. Intentan capturar una tercera unidad. El chofer se resiste y lo lesionan. Los jóvenes usan los cuatro autobuses capturados para ingresar a Iguala. 

Elementos de la policía local reportan al Centro de Control de la Policía el arribo de los autobuses de los estudiantes de Ayotzinapa y… de “algunas otras personas” dentro de las unidades. Así lo declara ante la PGR David Hernández Cruz, quien estaba a cargo del centro. Así transmitió el parte que le daban los uniformados: que llegaban estudiantes de Ayotzinapa y… “otras personas”.

Los agentes policiales asumen que los estudiantes se dirigen hacia el centro de la ciudad para sabotear la celebración de “La Señora”. En mayo de 2013 los estudiantes ya habían arremetido en un par de ocasiones contra las instalaciones del ayuntamiento, esto a consecuencia de la desaparición y posterior asesinato de Arturo Hernández Cardona, dirigente del Frente Unidad Popular, homicidio del que se acusa al alcalde hoy prófugo. Ahí surgió el encono de la pareja gobernante de Iguala hacia los estudiantes.

Le informan al alcalde

En el festejo de la esposa de Abarca alguien se acerca al alcalde y le informa lo que acontece. Él comenta con su mujer lo que le dicen. Por la frecuencia radial de la policía se escucha minutos después una instrucción terminante proveniente del secretario de Seguridad de Iguala, Felipe Flores Velázquez: interceptar los autobuses de los estudiantes y pedir apoyo a la policía de Cocula. “Es orden de A-5”, se instruye a los policías. “A-5”, la clave para identificar al presidente municipal. Es orden de José Luis Abarca. Y presuntamente de su señora, coautora intelectual, según afirma la PGR. Orden de ellos al jefe policial. Y de éste, a la tropa. 

Los policías bloquean la carretera y tratan de evitar el desplazamiento de los autobuses de los estudiantes. Primera balacera. Un policía municipal dispara y su proyectil mata a uno de los estudiantes, Daniel Solís Gallardo, oriundo de Zihuatanejo. Los jóvenes “y otros sujetos”, según la indagatorias de la PGR, intentan darse a la fuga en uno de los autobuses retrasados. De hecho, escapan momentáneamente por el periférico de la ciudad. Incluso se detienen y platican con periodistas locales. La policía de Iguala empieza el rastreo de la unidad.

En la confusión, policías detienen y disparan al autobús que transportaba al equipo de jóvenes futbolistas Los Avispones de Chilpancingo. El chofer, Víctor Lugo Ortiz, uno de los menores de edad, que jugaba de medio en el equipo, David García, y una mujer que viajaba en un taxi que por ahí pasaba, Blanca Montiel Sánchez, morirán por las balas.

Más tarde, el autobús en fuga es interceptado sobre el periférico y la calle Juan N. Álvarez. Es cocido a tiros. Los jóvenes descienden de la unidad. Una docena corre a ocultarse en casas de las calles aledañas donde vecinos les abren las puertas.

Un estudiante, Yosivani Guerrero, del pueblo de Omeapa, municipio de Tixtla, no alcanza a huir: cae baleado en una esquina. Morirá. Dos estudiantes quedan heridos en el lugar. Graves. Al primero, Aldo Gutiérrez, una bala calibre .223 le atraviesa la cabeza de lado al lado. Ha quedado como muerto, en coma.

Hoy, todavía hospitalizado, 86 por ciento de su cerebro no funciona. El otro, Édgar Andrés Vargas, que recibió un balazo en la cara, en la boca, quedó desfigurado. Espera una operación reconstructiva en México.

Los policías logran capturar a 44 estudiantes. El grupo de detenidos es ingresado a la Central de Policía de Iguala. Ya más noche, son sustraídos por policías de Cocula. Policías que, al igual que los de Iguala, sirven al cártel de Guerreros Unidos.

Falsean datos

Para tratar de encubrir sus hechos, los policías de Cocula cambian el balizado de sus unidades y alteran las bitácoras. Semanas después la PGR los descubre: las bitácoras originales fueron encontradas en un chaleco en las instalaciones de la policía municipal.

Los capturados, el “grupo de personas, entre los que se presume que estaban los estudiantes”, se asienta en la investigación de la PGR, son subidos a una camioneta de redilas blanca. Alguien entre los policías delincuentes afirma que los estudiantes trabajan para el cártel de Los Rojos que opera en Chilpancingo, banda rival de la de Iguala. 

Por órdenes de Sidronio Casarrubias, líder de Guerreros Unidos (que hoy se encuentra ya recluido en el Cefereso número 1 del Altiplano), trasmitidas por mensaje de texto al teléfono móvil de uno de sus sicarios, conocido como El Gil, los retenidos, entre éstos 43 de los estudiantes, son conducidos por un camino de terracería hacia la zona de Pueblo Viejo, hacia las faldas de cerros circundantes de Iguala, muy cerca de la pequeña población campesina de Las Parotas. Justo al área en la cual han sido descubiertas fosas clandestinas con cadáveres…

La mañana del sábado 27 de septiembre, a 200 metros del periférico, en un camino de terracería ubicado entre un hotel y una cancha de futbol, aparece tirado el cadáver de uno de los normalistas, Julio César Mondragón. El cuerpo yace prácticamente intacto, pero el rostro está despedazado, desollado: literalmente le arrancaron la cara. La cuenca de los ojos está vacía. Hay sangre regada alrededor de su cabeza.

La infausta noche de Iguala para 48 estudiantes de Ayotzinapa: dos heridos graves, tres muertos y 43 desaparecidos, acerca de los cuales, un mes después, no se sabe nada de su paradero…  

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