Rescatan 2,000 pinturas rupestres

Los especialistas del INAH trabajan en un conjunto de antiguas imágenes que fueron legadas por los grupos de cazadores y recolectores de la época prehispánica.

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Según los especialistas del INAH que rescatan las pinturas rupestres, resulta difícil identificar y contabilizar los diseños porque "encontramos unas tres sobreposiciones de pigmentos y técnicas", es decir, se trata de obras de distintas épocas. (ehui.com)
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Leticia Sánchez Medel/Milenio Digital
MÉXICO, DF.- A primera vista se vislumbra una caverna a unos 50 metros de altura; parece una más en medio de un paisaje espectacular, si no es porque a lo lejos apenas se alcanza a distinguir a un grupo de arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que trabaja arduamente en La Pintada, un sitio arqueológico ubicado en un cañón de la Sierra Libre, que para los antepasados resultó un verdadero oasis en medio del desierto de Sonora.

Laborando a altas temperaturas, los especialistas del INAH están dispuestos a rescatar un invaluable tesoro: un conjunto significativo de pinturas rupestres legadas por los grupos de cazadores y recolectores que habitaron esta región en la época prehispánica de los años 700 al 1600 de nuestra era.

Están ahí para hacer frente a uno de los principales problemas de conservación en el sitio, ya que las pinturas rupestres se encuentran en riesgo debido a que la piedra presenta severa afectación por exfoliación y de disgregación de material, a consecuencia de que la pared rocosa está sometida a diferentes condiciones que impactan y condicionan su estabilidad, como las temperaturas extremas, que van de los 0 grados centígrados hasta los 50 grados centígrados.

Las acciones emprendidas en este sitio —que aún no es declarado zona arqueológica— están a punto de concluir; fueron emprendidas tras la investigación multidisciplinaria que hizo el restaurador Josué Cárdenas Pérez y que el INAH enmarcó en el Proyecto de Conservación del Sitio Rupestre La Pintada, Sonora, que está a cargo de la maestra Sandra Cruz Flores, dentro del Programa de Conservación de Manifestaciones Gráfico-Rupestres que realiza el Área de Conservación Arqueológica de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del INAH.

Odisea arqueológica

Para llegar a La Pintada, los arqueólogos y restauradores del INAH, encabezados por Josué Cárdenas Pérez, recorren siete kilómetros de terracería a través de varios terrenos privados. Caminan en medio de un paisaje agreste bajo los intensos rayos de sol, suben, bajan y escalan el cañón con arneses y apoyados en un andamio de casi 30 metros de altura, aunque todavía tienen que escalar algunos metros más, para alcanzar la oquedad rocosa donde se concentra el mayor número de diseños de pintura rupestre de todo el sitio.

No obstante, aseguran que el destino lo vale: el espectáculo y los secretos que aún pueden revelar las innumerables pinturas rupestres que nuestros antepasados dejaron como testimonio de su tránsito por allí.

Trabajan meticulosamente con hisopos y bisturí para recuperar y poder interrogar a estos vestigios culturales que tienen mucho que decir a los arqueólogos.

El joven restaurador Josúe Cárdenas Pérez narra que se han enfrentado “no solo a recuperar el soporte pétreo (la piedra), sino también a limpiar las pinturas rupestres de los grafitis y de los daños realizados con gises, carboncillo, pintura vinílica, lápices y materiales punzocortantes con los que rayaron las pinturas para dejar leyendas como “Recuerdo de Arnulfo, una fecha de 1997, y las firmas de Rosendo Bernal y otra con el nombre de Enrique”.

Dar un registro total de pinturas es muy difícil, ya que los diseños son diversos, desde figuras muy grandes hasta diminutas; pero, si se tuviera que hacer un cálculo, se hablaría de más de dos mil pinturas rupestres, apunta Manuel Graniel Téllez, el arqueólogo que se ha dedicado a registrar la riqueza de los elementos rupestres del sitio.

Los trabajos se realizan en el cañón de la Sierra Libre. (Jesús Quintanar)

“A veces resulta difícil identificar y contabilizar los diseños porque encontramos unas tres sobreposiciones de pigmentos y técnicas, lo que nos habla de diversas épocas”, añade.

Describe que en las partes más antiguas se han encontrado diseños que dan cuenta de una forma estandarizada de pintar, con una gráfica uniforme, elaborada con pinceles, con líneas delgadas y patrones repetitivos.

“Con el tiempo, ese estilo fue eliminado por otro; eso explica que algunas pinturas se vean mutiladas o se observen encerradas en retículas de pigmento tratando de atrapar esos diseños. Hay también interacción entre diseños con representaciones antropomorfas y zoomorfas, y algunos se aprecian completamente rígidos mientras que otros se ven completamente libres, incluso sugiriendo flexibilidad en las extremidades”.

El uso de los colores negros (sic), naranjas, blancos aparecen y desaparecen en los diseños, lo que indica que no es la misma gente la que hizo las pinturas.

“Los paneles empiezan a ser utilizados masivamente, por lo que podríamos sugerir que ya no es un especialista ritual el que pinta el cañón, como lo fue en un primer momento. Lo hemos asociado a que el sitio presenta una demografía mayor, pues a partir de 1700 se convierte en un refugio de los grupos indígenas que estaban replegándose de la colonización”.

El paraíso arqueológico

A La Pintada acudían los pobladores prehispánicos porque contaba con grandes depósitos de agua que atraían a diversos animales y propiciaban la flora, explica la arqueóloga Eréndira Contreras Barragán, responsable del Proyecto Especial Arqueológico del sitio, quien advierte que para conservar este lugar se necesitan más recursos.

Refiere que en La Pintada había un lugar destinado a la convivencia, otro a la producción en una extensa área ubicada en el exterior del cañón, y donde se han encontrado objetos relacionados con las actividades diarias, como cerámica, herramientas de piedra, puntas de proyectil, concha marina y utensilios de molienda.

Asimismo, indica que en este sitio se destinó un lugar especial a las manifestaciones rituales, al que solo unos cuantos podía acceder, y donde se localizan las pinturas rupestres relacionadas con la cosmovisión de las diversas culturas que habitaron el sitio, que se localiza a 56 kilómetros al sur de Hermosillo, en la Carretera Federal núm. 15 en el km 202.

A pesar de su relevancia histórica y de su riqueza patrimonial, La Pintada aún no ha sido declarada  zona arqueológica; el INAH ha hecho lo propio, pero el expediente está en las oficinas de la Presidencia de la Reública.

Trabajo de la comunidad

La Pintada es un ejemplo único de la participación de la comunidad, pues en este sitio trabajan voluntarios, motivados por el rescate del patrimonio, de la pintura rupestre, asegura José Luis Perea González, delegado del Centro INAH-Sonora, mientras sube el andamio de 30 metros de altura.

La señora María Eugenia, quien tiene 53 años, relata que desde 2007 se sumó al grupo de voluntarios que fue preparado para poder contribuir en la limpieza de las pinturas rupestres.

En medio del cañón reconoce: “Es un orgullo estar en La Pintada, que es otro mundo; no todos tienen la satisfacción de estar aquí, y ayudar a quitar aunque sea un grafiti”.

Acude al sitio de lunes a viernes de 8:00 a 17:00 horas, al igual que la señora Delia, quien a sus 61 años comparte su entusiasmo al ser parte de este proyecto de restauración: “Estoy muy contenta de contribuir con un granito de arena para que esto se conserve para que nuestros descendientes también conozcan en las pinturas nuestros orígenes”.

Ambas voluntarias trabajaron incluso en la limpieza de la piedra del cañón luego de alguien echara un galón de pintura de aceite verde sobre una de las paredes.

Los inicios del hallazgo

Los primeros estudios arqueológicos de La Pintada los realizó el arqueólogo Miguel Messmacher en 1965, quien hizo el primer registro y descripción de algunos de los diseños.

Con la información obtenida, Miguel Messmacher elaboró y estableció una nomenclatura de zonificación de segmentos; se habla de un total de 53 paneles con pintura rupestre.

Fue en 2007 cuando dio inicio el denominado Proyecto de Conservación del Sitio Rupestre la Pintada, Sonora, a cargo de Sandra Cruz Flores, el cual requiere de recursos para su continuidad.

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