La tumba del “vampiro torero” de Tekanto

Se desconoce si los restos de Alonso Pardío están el nicho.

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En la iglesia de Tekantó, hay nicho en el que se supone yacen los restos un torero. (Jorge Moreno/SIPSE)
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Jorge Moreno/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Hace algunos años escuché una historia en relación con un “vampiro torero” que rondaba en el municipio de Tekantó. Sin embargo, por cuestiones de tiempo fue apenas la semana pasada en que pude realizar un viaje a este sitio.

El caso sonaba interesante, pues me habían platicado que la tumba en donde estaba enterrado el “vampiro torero” aún existía, pero no estaba en cualquier lugar: ni más ni menos que en uno de los muros exteriores de la iglesia “San Agustín”, ubicada frente al parque principal del pueblo. 

Algunos vecinos de Tekantó nos señalaron el sitio exacto, ya que el nicho es pequeño y no está muy a la vista; de hecho, está junto al muro que da al exconvento de este municipio. Nadie supo decir a ciencia cierta si aún permanecen los huesos del vampiro, ya que con el paso de los años no se sabe si fue exhumado el cadáver.

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Pude entrevistar a varias personas, pero no tenían mucha información al respecto, ya que este caso tiene casi un siglo de antigüedad. Pero de acuerdo con lo que pude corroborar, a principios del siglo pasado llegó a Tekantó un afamado matador para torear en una de las tardes de la feria local.

El ruedo era construido en los patios del entonces convento y por desgracia un toro embistió de muerte a este diestro, de quien se presume se llamaba en vida Alonso Pardío.

Nadie reclamó el cuerpo de Alonso Pardío, y fue enterrado de una iglesia

Nadie reclamó el cuerpo, pues se dice que llegó solo a la corrida, y nunca se supo si tenía parientes; decidieron enterrarlo a un costado del convento e hicieron un pequeño y discreto nicho, el cual permanece hasta el día de hoy, en donde se observa una cruz y a los costados lo que parecen ser dos banderillas, propias de su oficio.

El caso que a los dos días de su muerte, la gente del pueblo empezó a comentar entre sí y después a reportar a las autoridades que veían a un extraño ser que entraba a los patios y les succionaba la sangre al ganado y a los caballos; quedaba como evidencia de esto un par de colmillos en la piel de los animales.

Incluso, una persona aseguraba que había visto a un hombre de apariencia vampiresca que lo había sujetado del cuello con el fin de morderlo, pero que al sacar un machete logró espantarlo y para su sorpresa se fue volando.

Al dar la descripción a la Policía, ésta correspondía a la del torero recién fallecido: flaco, de apariencia foránea y de casi 1.80 de altura; en el pueblo nadie tenía esa complexión y de inmediato se pensó en el cadáver.

A partir de aquí hay dos versiones: unos dicen que se mandó a llamar a la Policía de Mérida (o de Izamal) para que se exhumara el cuerpo y se llevara a una fosa común lejana, lo cual al hacerse esto atrajo la atención de decenas de curiosos, pero al abrir el ataúd, vieron que no había ningún cuerpo, lo que dio más terror a los presentes.

La otra versión señala que sí estaba el cuerpo, pero que no fue llevado a una fosa común, sino que el Arzobispado de la época decidió llevárselo con rumbo desconocido, se dice que para estudiar ese cuerpo y descubrir si revivía convertido en vampiro.

Verdad o mentira, lo único cierto es que aún queda en Tekantó la evidencia del nicho, y aunque han pasado más de cien años, aún hay gente que recuerda haber escuchado esa historia por parte de sus papás o abuelos.

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