Transportar al Papa, el mejor momento de mi vida: Alberto Abed

En un Boeing de la extinta Taesa, el capitan Abed condujo desde Jamaica al Pontífice en su primera visita a México como Jefe de Estado.

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El capitán Abed entregó un avión en miniatura al papa Juan Pablo II, en el vuelo realizado de Jamaica a México, el 11 de agosto de 1993. (Archivo Notimex)
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Agencias
MÉRIDA, Yuc.- Sentado en su oficina de la empresa que encabeza, Alberto Abed Schekaiban emprende un viaje retrospectivo que lo lleva al más memorable de los miles de vuelos que ha hecho en su trayectoria de 48 años y que significó el mejor momento de sus 61 años.

Este empresario, ícono de la aviación mexicana, quien vuela -así lo afirma- desde los 13 años, no duda al calificar la travesía que comandó de Kingston, Jamaica, a Mérida, Yucatán, el 11 de agosto de 1993, como el principal capítulo de la que ha sido la actividad primordial de su vida: surcar los cielos del mundo.

Y es que haber sido doblemente anfitrión, pues era no sólo capitán, sino dueño de la compañía que trajo a estas tierras a Juan Pablo II, le confirió un patrimonio no material, pero sí vital y espiritual que lo acompañará toda su vida.

"Definitivamente lo recuerdo muy bien, y con mucho gusto, con emoción, fue lo más importante en mi vida y en mi carrera profesional", resume en entrevista con Notimex realizada vía telefónica en sus oficinas en la capital del país.

Abed Schekaiban, con voz grave, firme, ágil dispara todos los recuerdos que le traen esos 100 minutos que compartió con el extranjero más querido en la historia de México y al que condujo a un acto histórico a ser recibido por vez primera, en esta ciudad, como Jefe de Estado en suelo mexicano.

Viaje en la extinta Taesa

La mente no se le encasquilla y le deja fluir los detalles de esa ocasión y el porqué su línea aérea, la hoy extinta Taesa, fue la elegida para ese viaje:

"En esas épocas, la política del Vaticano para dar servicio de transportación a su Santidad consistía en seleccionar una línea aérea del país que va a visitar, evaluando su operatividad, funcionalidad, seguridad, y para entonces otras dos aerolíneas mexicanas ya lo habían asistido (1979 y 1990).

"Nosotros fuimos la primera línea aérea de bajo costo en México, con servicio a gente muy humilde, de ingresos reducidos y creo que eso fue algo que el Vaticano tomó en cuenta.

"Del 100 por ciento de nuestros pasajeros, 85 volaban por vez primera, y eso lo supo el Vaticano y se lo explicamos a Prigione (Girolamo, entonces nuncio en México) a quien también le dijimos que traíamos aviones nuevos y adecuados para ello y que nos dieron la oportunidad de volar con el Papa.

Sonriente, así se le advierte por el hilo telefónico, Abed detalló que no salieron con el Papa desde Roma, pues el protocolo indica que debe hacerlo por medio de Alitalia (línea italiana), sino que lo fueron a recoger a Kingston, Jamaica, donde hizo una primera escala.

Dos meses para modificaciones

El avión, lo recuerda, era un Boeing 757 para 228 pasajeros que se llamó "Juan Pablo" y tenía la matrícula XA-KWK, el cual fue adecuado a lo largo de dos meses muy arduos para las modificaciones que para el caso requería, y buscando un vuelo muy preciso en su logística y recorrido.

"Adecuamos una cabina ejecutiva para Su Santidad, para cuatro pasajeros, que eran cardenales a los que él mandaba llamar y tenía, respecto del resto del interior, una separación con asientos para dos guardias suizos, y luego venía un compartimiento para 88 cardenales y un último espacio para 126 reporteros de todo el mundo", expuso.

La aeronave, por protocolo del Vaticano auditado por Alitalia, traía dos tripulaciones y cuatro capitanes, comandados por Abed, quien se dio tiempo de convivir, junto con su esposa Dolores Abed, con el clérigo a quien el entrevistado habló del servicio que daban a la población más vulnerable de México, "lo cual le dio mucho gusto".

Así, él, su esposa y cada uno de los tripulantes que luego también fueron recibidos por el Papa, tuvieron rosarios benditos por el pontífice, con quien su esposa habló de la Madre Teresa de Calcuta, a quien facilitaban su transportación de manera gratuita en México, así como a las integrantes de su congregación de las Misioneras de la Caridad.

"En el compartimiento del equipaje del avión traíamos alrededor de un millón de estampitas y le dije a Su Santidad que a partir de ese día entregaríamos a nuestros pasajeros una medallita y una estampa de él, con la imagen de la Virgen de Guadalupe y el logo de Taesa", dijo.

"Bueno, hasta la fecha mantengo la vajilla que Juan Pablo II utilizó en su desayuno y la guardo con mucho fervor y entusiasmo", agregó Abed Schekaiban, quien, a su vez, obsequió al Papa un avión a escala de su aerolínea.

Segundo encuentro con el pontífice

El Capitán Abed, quien en aquel 11 de agosto de 1993 no pudo ocultar su emoción y saludó desde su cabina, ya en tierra a miles de personas que estaban en plataforma del aeropuerto meridano, agregó que tuvo un encuentro más con el obispo de Roma.

Ello ocurrió al día siguiente, al ser invitado a una de las misas privadas que el pontífice ofició antes de ser liberado por el Estado Mayor Presidencial para volver a la Ciudad de México.

"Fue algo tan importante en mi vida profesional y personal, imagínese, ahora ya va a ser santo, y haberle servido en vida es algo que guardo de manera destacada en mi vida y en mi carrera", recuerda el empresario y piloto que se enamoró de la aviación y comenzó a practicarla con un hermano a los 13 años.

Dice también que ha tenido la oportunidad, a lo largo de su vida, de participar en eventos muy importantes, de volar con políticos y empresarios muy importantes, a presidentes, de darle la vuelta al mundo varias veces, pero insiste que aquellos 100 minutos entre Kingston y Mérida, ocupan el sitio más relevante en su carrera.

"Fue extraordinario, lo mas importante en mi vida, sacamos incluso después una publicidad en los diarios que decía Vuela por Taesa la línea aérea que voló al Papa Juan Pablo II, el hombre más importante del mundo", dijo.

Hoy día, tras la desaparición de Taesa, Abed encabeza una nueva empresa enfocada en la prestación del servicio de vuelos chárter y taxi aéreo con más de 25 aeronaves y helicópteros, además de dar servicio a las Naciones Unidas en diversos lugares, como África.

Con alrededor de 200 empleados, el capitán Abed, como es conocido, se dice satisfecho de seguir en la aviación, haciendo cosas importantes, aunque ninguna de tal magnitud como la que tuvo hace ya dos decenios con el futuro santo Juan Pablo II.

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