Brasil se salió con la suya
Manifestaciones multitudinarias y muchas críticas se desvanecieron durante un mes en el que se celebró el Mundial de 2014.
Agencias
RIO DE JANEIRO, Brasil.- Estadios inconclusos, violentas manifestaciones en las calles, caos en los aeropuertos. Los pronósticos más agoreros para la Copa del Mundo, en su mayoría bien fundamentados, se diluyeron en una lluvia de goles y dieron paso a otra realidad una vez rodó el balón: el torneo fue todo un éxito.
Así es, Brasil se salió con la suya.
Luchando contra el reloj desde hace años, los organizadores locales consiguieron tener los 12 estadios listos para el campeonato, algunos a pocos días del comienzo del Mundial. Uno de esos fue el Itaquerao de Sao Paulo, donde Brasil derrotó a Croacia 3-1 el 12 de junio para poner en marcha el campeonato. Esa instalación fue una de las más problemáticas en la antesala, escenario de varios accidentes, incluyendo uno en el que murieron dos obreros y que puso en serio riesgo el plazo para terminar la obra.
Finalmente, apelando a ese "jeitinho" brasileño -nadie sabe cómo, pero las cosas siempre se solucionan- el país anfitrión montó un espectáculo digno de los 11.500 millones de dólares que se gastaron para organizarlo, beneficiado además por un gran nivel de fútbol que no se veía en este torneo desde hace décadas. Curiosamente, la nota discordante fue la selección anfitriona, humillada 7-1 por Alemania en las semifinales.
Presidenta sorprendida
"Nunca vi una campaña en contra tan grande, con tantas dudas, respecto al éxito de la realización de un Mundial en un país como la que enfrentamos en Brasil", expresó la presidenta brasileña Dilma Rousseff. "Pues pudimos acabar con las dudas de todos que no nos creyeron".
Sí que lo hicieron, pero a qué costo.
El Mundial más caro de la historia deja un legado de al menos cuatro estadios -Brasilia, Natal, Cuiabá y Manaos- destinados a convertirse en elefantes blancos. Sin clubes de primera división en sus ciudades, estas instalaciones que costaron un total de 1.600 millones de dólares ya buscan alternativas para llenar las gradas y pagar las cuentas.
Muchas de las obras de infraestructura que se prometieron para el campeonato no fueron terminadas o quedaron a medias, entre ellas un puente en la ciudad de Belo Horizonte que colapsó a principios de julio y dejó dos muertos y 23 heridos. Los trabajos en algunos aeropuertos fueron terminados a la carrera, aunque en términos generales la transportación aérea, vital para moverse de sede en sede en el quinto país más grande del mundo, no fue la pesadilla que algunos se temían.
Cientos de miles de visitantes volaron sin mayores inconvenientes desde el Amazonas hasta la ciudad sureña de Porto Alegre, pasando por el pantanal en Cuiabá y las playas de Río de Janeiro.
"Demostramos que nuestro pueblo hace cómo convivir, no sólo entre nosotros, sino también con los extranjeros que recibimos", destacó Rousseff. "Mantuvimos la paz y el orden, al igual que un buen manejo de los aeropuertos".
Las manifestaciones, una de las principales preocupaciones antes del torneo, no llegaron a los niveles del año pasado durante la Copa Confederaciones, cuando cientos de miles de personas salieron a las calles para protestar por el inmenso gasto de dinero y las deficiencias en los servicios básicos de la población. Antes del partido inaugural hubo algunas protestas en Sao Paulo, rápidamente controladas por las autoridades, y después de la derrota de Brasil en semifinales se registraron incidentes de autobuses quemados y algunos saqueos en Belo Horizonte, Río y Sao Paulo.
Buen ambiente
En términos generales, el campeonato se desarrolló en un ambiente de camaradería, incluso cuando decenas de miles de argentinos invadieron cada una de las ciudades donde jugó su selección, que el domingo enfrenta a Alemania en la final.
En Porto Alegre, la sede más cercana a Argentina, las autoridades se prepararon para lo peor cuando Argentina enfrentó a Nigeria el 25 de junio en el cierre de la primera ronda, pero más allá de algunos incidentes menores, todo transcurrió en calma.
Ahora Río se tiñó de albiceleste con la presencia de unos 100.000 argentinos, que se apoderaron de la playa Copacabana, el Sambódromo y otros puntos neurálgicos de la zona. Las autoridades anunciaron que 25.000 policías y militares patrullarán la Ciudad Maravillosa para la final, en la que se espera la presencia de la canciller alemana Angela Merkel.
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Los titulares más llamativos fueron por actos de administradores o incidentes en la cancha.
Un escándalo por la reventa de boletos sacudió a la compañía encargada de comercializar los paquetes corporativos del Mundial, mientras que tres selecciones africanas tuvieron problemas por el pago de sus bonificaciones.
En el ámbito futbolístico, la aparatosa caída de Brasil ante Alemania le restó algo del sabor local a los últimos días del torneo, que ya había sufrido la baja de la estrella brasileña Neymar por una fractura de vértebra en los cuartos de final ante Colombia. Además, el uruguayo Luis Suárez volvió a generar polémica al morder a un oponente en el cierra de la primera ronda, lo que le valió una suspensión por cuatro meses.
Colombia y Costa Rica dieron la nota positiva en la cancha con su sorpresiva marcha hasta los cuartos de final, y el colombiano James Rodríguez, que el sábado cumple 23 años, puso su nombre en el firmamento de las grandes estrellas del fútbol.
Después de la final del domingo en el estadio Maracaná, Brasil concentrará toda su atención en los Juegos Olímpicos de 2016 en Río. Sedes inconclusas, manifestaciones y problemas de transportación son algunos de los temores que preceden a los primeros Juegos en Sudamérica.
Las obras continuarán hasta el último minuto y, con toda seguridad, la justa será un éxito. De nuevo, Brasil se saldrá con la suya.