Aécio Neves, la sorpresa electoral del año en Brasil

Procedente de una estirpe de políticos, logró moverle el tapete a la presidenta Dilma Rousseff y al PT.

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Aécio Neves fue diputado federal por Minais Gerais, estado donde nació y fue gobernador en dos periodos. (Agencias)
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Agencias
BRASILIA, Brasil.- Aécio Neves, candidato presidencial del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) derrotado en los comicios del 26 de octubre pasado, fue una sorpresa política que nadie esperaba en Brasil.

Procedente de una estirpe de políticos de las dimensiones de su abuelo, Tancredo Neves, mandatario mediante los votos emitidos por un Colegio Electoral en 1985, Aécio casi queda al margen de los comicios por diferentes circunstancias, publica Notimex.

Con un destino trágico que se escribió en los últimas dos semanas de abril de ese año, Tancredo Neves nunca llegó a ocupar el cargo, al morir de acidosis en el Hospital de Clínicas de Sao Paulo.

Aécio mismo participó en varias campañas junto a su abuelo y fue diputado federal por Minais Gerais, estado donde nació y fue gobernador en dos periodos, de 2003 a 2010, puesto al que llegó prometiendo austeridad y contención fiscal, y el hecho es que, cuando dejó el cargo, contaba con el 80 por ciento de la aprobación popular.

Para tratar de hacerse con los votos de los seguidores de Marina Silva, la candidata eliminada en la primera vuelta el 5 de octubre pasado, Neves fustigó a Dilma Rousseff y al Partido de la Trabajadores (PT) con el tema de la corrupción que han cercado a esa organización política, en el poder desde 2003.

La gran prensa brasileña afecta a Neves insistió, hasta el último instante del proceso electoral, en minar las expectativas dilmistas con lo ocurrido en Petrobras, sobre la que había acusaciones serias de sobornos políticos y enriquecimientos ilegales de algunos de sus directivos.

No exento de acusaciones

Por el contrario, el propio Neves no quedó exento de acusaciones del mismo tipo: en la campaña electoral, la prensa brasileña que respaldó a la candidata del PT publicó que, durante su gestión en la gubernatura de Minas Gerais, impulsó un nepotismo sin ocultamientos.

Para guardarse las espaldas, aseguró que mantendría los principales programas sociales impulsados por Dilma Rousseff, relativos a la ayuda a familias pobres y el que subvenciona la compra de viviendas para personas con pocos recursos.

Con todo, no presentó en detalle su programa electoral en la disputa por la presidencia de Brasil, en la que Roussef quedó en primer sitio y la socialista Marina Silva en el tercero de la primera vuelta.

En esa fase inicial, Dilma Rousseff obtuvo el 41.08 por ciento de los sufragios, en tanto Neves, en una remontada inesperada y sorprendente, consiguió el 34.2 por ciento.

Silva, quien se hundió paralelamente al ascenso de su rival, quedó eliminada con un 21.14 por ciento, cuando, a principios de septiembre, Aécio era descartado por su magro 14 por ciento.

Campaña imprevisible

Esa auténtica montaña rusa de porcentajes fue reflejo de una campaña imprevisible, marcada por un accidente aéreo que, el 13 de agosto último, costó la vida al candidato socialista Eduardo Campos, en una trágica eventualidad que congestionó todo.

Las jornadas que precedieron a la primer vuelta electoral significaron una gran sorpresa a principios de septiembre, cuando Marina Silva, la ministra de Medio Ambiente del expresidente Inácio Lula da Silva, empataba con la presidenta en los pronósticos.

Ella se convirtió en candidata por casualidad después de que Campos falleció al estrellarse su avioneta en la ciudad de Santos, en un accidente que conmocionó al país y catapultó sus expectativas.

Marina Silva pasó así, de casi invisible número dos de la candidatura, a verse en todas las portadas de todos los periódicos, nacionales y extranjeros.

En un país oficialmente laico; pero en el fondo sumamente religioso, mucha gente pensó en una suerte de predestinación para no llegar a la presidencia, hecho del que Silva supo aprovecharse.

Alarmas en el PT de Dilma

Las alarmas sonaron en el PT, la única formación con estructura verdadera en Brasil, en el poder desde hace 12 años: ocho con Lula y cuatro con Rousseff.

La misma presidenta, con justificada fama de dura, implacable y poca amiga de retroceder, tocó a rebato a sus asesores y decidió que el enemigo a batir era Marina Silva.

Se creyó que Aécio Neves no lo sería, y que convenía centrar en Marina sus ataques, lo hizo la propia Rousseff personalmente en los debates televisados, donde incidió en las contradicciones del programa socialista en cuestiones ambientales y económicas.

Rousseff jugaba con el tiempo diario de televisión, y lo supo aprovechar: un anuncio que causó un revuelo considerable en el país mostraba a una familia que, de golpe, y por el poder de unos banqueros invisibles, veían cómo desaparecía la comida del plato, en una más de las sorpresas de un país en el que todo ha podido pasar.

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