'Quiero que me devuelvan mi país. Quiero ser inglés, británico'

Hand and Heart es el único que queda en uno de los barrios más multiculturales de Peterborough, lo que ha causado preocupación a su dueño.

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Bram Brammer bebe cerveza en su pub de Peterborough. Brammer se queja de que los inmigrantes no tratan de integrarse y teme que la dinámica generada por la llegada de decenas de miles de extranjeros le haga perder su negocio. (Agencias)
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Agencias
PETERBOROUGH, Inglaterra.- La bandera de St. George, un tablero de dardos y una placa de homenaje a los soldados británicos muertos en la Segunda Guerra Mundial adornan Hand and Heart, el único pub que queda en uno de los barrios más multiculturales de Peterborough.

Bram Brammer, el dueño del bar, dice que uno a uno todos los pubs de la zona han ido cerrando.

The Triangle dio paso a un supermercado, The Windmill es hoy una tienda que vende productos alimenticios asiáticos, The Eight Bells es una guardería infantil. Una agencia inmobiliaria ocupa el local donde funcionaba The Norfolk Armas y en lo que supo ser The Greyhound hay hoy dos negocios polacos. The Royal Oak, cuenta, fue demolido para construir edificios de departamentos.

"Los ingleses se están yendo y están surgiendo guetos", dijo Brammer, quien tiene 58 años, aludiendo al barrio Millfield en el sector oriental de la ciudad. "La infraestructura de la sociedad ha sido destruida".

Para mucha gente que votó a favor de que Gran Bretaña se saliese de la Unión Europea, la descripción que hace Brammer de Peterborough es una historia de horror que temen se repita en ciudades y pueblos de toda la nación: calles donde se hablan otros idiomas y se practican otras costumbres y religiones, una pérdida de identidad con cada pub que da paso a un negocio de kebab o a una tienda de alimentos étnicos.

No saben si la salida del bloque de 28 países cambiará algo, pero al menos le dejaron saber a los políticos que sienten que están ignorando su preocupación en torno a la inmigración.

"Quiero que me devuelvan mi país. Quiero ser inglés, británico, que todo vuelva a la normalidad", expresó Bruce Johnson, de 67 años, quien vende papel para paredes y tarjetas para regalos en el mercado de Peterborough.

Localizada a una hora de tren de Londres, Peterborough ha experimentado rápidos cambios demográficos, recibiendo más de 30 mil inmigrantes desde comienzos del siglo. En ese lapso la población aumentó de 156 mil en el 2001 a 194 mil en el 2014. El censo indica que el porcentaje de blancos bajó del 86 por ciento en el 2001 al 71 por ciento en el 2011.


Niños miran un teléfono celular mientras esperan su turno para cortarse el cabello en una peluquería en Peterborough.

Si bien en la ciudad hay paquistaníes, caribeños e italianos desde hace tiempo, lo que impulsó a mucha gente a votar a favor de la salida de la UE fue la llegada reciente de polacos, lituanos, eslovacos, rumanos y búlgaros. El 61 por ciento de los residentes de Peterborough votó a favor de la salida, comparado con el 52 por ciento en toda Gran Bretaña.

De acuerdo con The Associated Press, algunos residentes ingleses acusan a los recién llegados de dejarlos sin trabajo o de vivir de los beneficios sociales. Los tabloides británicos publicaron en años recientes alarmantes despachos según los cuales multitudes de inmigrantes hacían cola en las oficinas de los servicios sociales.

Sin embargo, el propio abanderado de la campaña a favor de la salida de le UE en esta ciudad admite que esas versiones fueron exageradas y que muchos británicos también abusan de los beneficio sociales.

Jay Beecher, número dos de la rama local del UK Independence Party, que promovió la salida de la UE, dice que la mayoría de los europeos del este son buenos trabajadores, que aceptan a menudo los trabajos que pagan menos en granjas y fábricas, que los ingleses no desean desempeñar.

"No es que no los queramos aquí, es que no podemos acomodarlos", sostuvo. "No hay suficientes recursos y vemos que no se integran".

El censo del 2011 contó seis mil 666 polacos y tres mil 712 lituanos en Peterborough, pero se cree que hay muchos más.


Un grupo de lituanos cantan el himno nacional de su país frente a la catedral de Peterborough.

Las escuelas no dan abasto y se hablan decenas de idiomas en las aulas. El concejo municipal dice que en las escuelas primarias hay mil 075 alumnos para los que el polaco es la lengua madre, 721 que hablan lituano, 533 que manejan mejor el portugués y 286 eslovacos.

La influencia de Europa del este es más notable en Millfield, donde varios supermercados ofrecen salchichas, cerveza, vodka y hasta agua mineral y papel higiénico polacos. Basura en la calle, jardines llenos de malezas y la presencia de algunos borrachos le dan mala imagen al barrio, aunque también hay cafés con mesas en la calle y pintorescas tiendas de frutas.

Afuera de un restaurante árabe, Mahmoud El-Dogdog, un egipcio que vende autos, dice que Gran Bretaña hizo bien en votar a favor de la salida de la UE para evitar la llegada de más europeos del este. Afirmó que el racismo que enfrentó en Gran Bretaña provino de los europeos del este, no de los ingleses. Otros egipcios que estaban con él dijeron que no se puede generalizar y se burlaron afirmando que El-Dogdog había sido muy afectado por su divorcio de una eslovaca.

Algunos inmigrantes temen que aumente el racismo y la xenofobia. Lina Vorobjova, una lituana que trabaja en una cafetería en el mercado de Peterborough, asegura que los ingleses "cambiaron".

"Un anciano me preguntó los otros días que cuando me iría de vuelta a mi país".

El 6 de julio, unos 100 lituanos, algunos luciendo trajes tradicionales, festejaron un feriado nacional de su país en el centro de la ciudad, cantando incluso el himno nacional frente a la majestuosa catedral gótica, sin que hubiese incidentes.

Viktor Savicius, un lituano de 44 años, que vive en Peterborough desde hace 10 años, dice que los británicos han sido muy tolerantes con los inmigrantes, "mucho más de lo que se tolera a los extranjeros en mi país".


Imagen de un retrato de la reina Isabel II que cuelga en la parte frontal de la Guildhall, también conocida como Butter Cross, en la plaza de la catedral, en el centro de Peterborough.

Savicius trabaja 10 horas diarias, cuatro o cinco días a la semana, pintando camiones. En estos momentos también trabaja los sábados pintando un puente en Colchester para ganar algún dinero adicional para su familia de seis miembros.

Cuenta que cuando llegó a Peterborough, "pedían agritos" que viniesen inmigrantes a trabajar. Pero la gente ha cambiado, y lo comprende.

"Somos demasiados, demasiados", expresó.

En el pub Hand and Heart, Brammer dice que sabe que muchos inmigrantes son buena gente, trabajadora. Pero se queja de que no se integran. Ninguno va al pub. Los europeos orientales beben en su casa y los musulmanes no beben.


Una mujer compra verduras en un mercado en el centro de Peterborough.

"No soy racista. Es solo cuestión de sentido común", afirmó, para enumerar a continuación una serie de flagelos, incluidos la delincuencia y el alcoholismo, que han empeorado desde la llegada de los inmigrantes.

Un muchacho que escuchaba finalmente intervino y preguntó "¿por qué no podemos convivir?".

"Este país ha colonizado a otros por cientos de años. ¿Qué tiene de malo que vengan de esos países aquí?", agregó.

Cuando el muchacho se había ido, Brammer admitió con tristeza que no está ganando mucho dinero y que el dueño del edificio lo quiere vender.

"Me gustaría seguir con el pub", señaló Brammer, quien vive arriba del bar con su tercera esposa. "Esto no es solamente un pub para mí, es mi casa".

Afuera, una familia polaca recién llegada bajaba muebles de un camión y los llevaba al edificio de al lado, su nueva residencia.

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