La Macarena, la mayor fosa común del mundo

A medida que se aproxima la paz en el país, las autoridades han comenzado a exhumar los restos que hay en el cementerio de La Macarena.

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Investigadores forenses se llevan un cuerpo no identificado del cementerio de La Macarena, Colombia. (Agencias)
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Agencias
LA MACARENA, Colombia.- El hedor de la muerte envuelve la morgue improvisada mientras Diego Casallas utiliza una navaja para abrir una bolsa que contiene restos humanos. Los restos no identificados están prácticamente descompuestos después de más de una década sobre el terreno, aunque quedan algunas pistas valiosas: un par de botas marrones y una mochila camuflada.

"Estos son objetos que pueden conducir a una posible identificación", observó Casallas, antropólogo forense mientras inspeccionaba minuciosamente un fémur.

A medida que se aproxima un acuerdo para poner fin a medio siglo de conflicto en Colombia, este cementerio solitario en un antiguo bastión rebelde se ha convertido en un avispero. En las dos últimas semanas, detectives forenses han exhumado restos humanos con la esperanza de identificar a 464 personas enterradas en tumbas sin nombres. Hasta ahora han desenterrado a 66, según publica The Associated Press.

La tarea es lenta. Cada exhumación es documentada por antropólogos forenses, topógrafos y fotógrafos especializados bajo la supervisión de un fiscal, antes de que las muestras puedan ser despachadas a Bogotá para análisis de ADN y cotejadas con una base de datos de miles de colombianos, cuyos seres queridos desaparecieron durante décadas de insurgencia armada.

Si la tarea detectivesca funciona en una escala suficientemente amplia, podría ayudar a cicatrizar heridas y recuperar la confianza en justicia y la ley.


Jesús Antonio Hernández excava una tumba en el cementerio de La Macarena, Colombia.

En octubre, como parte de un avance en las conversaciones de paz después de tres años de discusión, negociadores del gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia accedieron a establecer una agencia de alto nivel para buscar los restos de unas 45 mil personas que se cree murieron a manos de uno u otro bando durante el conflicto armada colombiano, que ha cobrado la vida de una 220 mil personas.

Las autoridades concentran ahora la búsqueda en la Sierra de la Macarena, una región agreste largamente disputada entre el gobierno y las FARC.

Grupos defensores de derechos humanos han elogiado el esfuerzo pero dicen que la magnitud del derramamiento de sangre en Colombia requiere más recursos. Casallas es uno de apenas una veintena de antropólogos forenses empleados por la fiscalía, cuya tarea es inspeccionar más de 21 mil tumbas n marcadas en la nación.


Un investigador forense toma fotografías de la ropa encontrada en una bolsa con un cadáver que no ha sido identificado y que fue desenterrado.

"Si seguimos a ese paso pasarán por lo menos tres generaciones de colombianos buscando a nuestros desaparecidos", se lamentó Pablo Calla, un activista que ha ayudado a las autoridades a entregar a los familiares los restos de 108 víctimas de entre dos mil 292 personas enterradas en forma anónima en la región de Macarena.

El cementerio de La Macarena ha sido desde hace tiempo un símbolo para los críticos izquierdistas del gobierno. Su ubicación, muy cerca de una base militar de la fuerza elite Omega, uno de los mayores receptores de ayuda contrainsurgente de Estados Unidos, ha suscitado versiones de que contiene los restos de numerosos civiles muertos por militares. La prensa colombiana la califica como la mayor fosa común del mundo.

"Fue muy triste a ver tanta gente muerte.", dijo Jesús Antonio Hernández, quien durante tres décadas ha sido el enterrador del pueblo. "La única cosa era ponerlos en una bolsa y enterrarlos y ya".

Hernández tomaba toda clase de precauciones y cuidados al cavar tumbas individuales. Dice que lo más cerca que estuvieron de enterrar de manera apropiada a las personas fue la visita, años más tarde, de un sacerdote católico que rezó una oración por los muertos.

El enterrador abandonó la ciudad hace tres años, supuestamente huyendo de amenazas de muerte de los rebeldes que lo acusaron de ayudar a las autoridades a encubrir esos abusos. Pero volvió temporalmente a La Macarena a ayudar en la investigación.

Con los guerrilleros en retirada, este pueblo de seis mil personas es mucho más seguro ahora. Pero no todos quieren remover el pasado.

Los residentes, cuyas familias han vivido por generaciones en chozas brillantemente pintadas al lado del cementerio, dicen que no quieren tener algo que ver con la investigación forense y al alcalde conservador del lugar le preocupa que la atención que los medios nacionales le han dado al tema, desinfle un incipiente 'boom' turístico impulsado por la proximidad de La Macarena a Caño Cristales, un espectacular río, cubierto de musgo, cuyo lecho se asemeja a un arco iris flotante.


Una mujer se arrodilla sobre una tumba en el cementerio de La Macarena, Colombia.

Ramón Castro, uno de los pocos residentes que no son reticentes al hablar sobre el pasado, dijo que muchas familias se dejaron corromper por las FARC, vendiéndoles pasta de coca utilizada para hacer cocaína e incluso al alentar a sus hijos a enlistarse en las filas de los rebeldes a cambio de dinero.

Sin embargo, dijo que al vivir en una zona fuertemente militarizada también desconfiaban de las Fuerzas Armadas, hasta el punto de que una madre, que él conoce, evitó reclamar el cuerpo de su hijo por miedo a ser etiquetada como simpatizante de la guerrilla y para evitar poner en riesgo la vida de otros niños.

En este lugar aislado, donde la justicia es de quien tenga un arma a la mano, nadie le tiene mucha fe al proceso de paz, agregó.

"Aquí usted le pregunta a cualquiera sobre la paz y les da risa", dijo Castro.

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