'En EU el inmigrante es considerado un trabajador, no un ser humano'

La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha puesto la salud mental de los inmigrantes, sobre todo mexicanos, en vilo.

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En California son 17 las ciudades santuario que sostienen la esperanza de 2.1 millones de mexicanos indocumentados. (Archivo/AP)
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Liliana Padilla/Vanessa Job/Alma Paola Wong/Milenio
LOS ÁNGELES, Cal.- En un salón del edificio que alberga los juzgados del condado de Van Nuys, en Los Ángeles, California, unos 20 indocumentados, principalmente mexicanos, se reúnen para compartir sus preocupaciones, pero también para recibir asesoría legal sobre qué hacer en caso de que su estancia se ponga en riesgo.

Ninguno de ellos tiene papeles que les permitan salir cada día hacia sus trabajos sin la preocupación de ser detenidos. Aunque en California eso no ocurre con tanta frecuencia como en otros estados más conservadores, las nuevas medidas del gobierno federal los tienen en alerta.

Antonio Bernabé, quien conduce la plática grupal, hace una advertencia que deja en claro lo que serán los próximos cuatro años para los indocumentados que viven en Estados Unidos: “Ahorita cero futbol, cero cervezas, cero novelas, hasta que salga Trump del gobierno. No nos podemos distraer con un pinche torneo de futbol cuando nos está llevando migración”.

En California son 17 las ciudades santuario que sostienen la esperanza de 2.1 millones de mexicanos indocumentados, el anhelo de poder permanecer pese al acecho que iniciará el gobierno de Trump.

La Coalición por la Defensa de los Derechos Humanos de los Migrantes lanzó desde el triunfo de Trump una campaña para proteger a los indocumentados, sobre todo, frente a ataques racistas.

“En Estados Unidos el inmigrante es considerado un trabajador, no un ser humano que siente, que percibe, que resiente estos ataques, y que es afectado de una manera muy personal cuando, desde los niveles más altos hasta los más bajos, se les criminaliza y se les deshumaniza. Y aun así, los servicios de salud mental o de apoyo emocional para nuestra comunidad son pésimos en cualquier nivel”, afirma Bernabé.

Como sucede en el salón de la oficina del condado de Van Nuys, son muchas las ciudades en California donde se organizan reuniones de apoyo; éstas son clave para que los inmigrantes reciban soporte emocional y jurídico para prepararse para el peor escenario: ser obligados a regresar a un país que ya no recuerdan.

“No hay que tener miedo, pero hay que tener precaución, hay que estar activos y preparados. ¿Lo vamos a hacer todos unidos?, pregunta Antonio, mientras los asistentes, con rostros que no ocultan temor, pero cuyas voces les dan para lanzar un fuerte “¡sí!”

Una noche de insomnio

Margarita nunca olvidará la noche del 8 de noviembre de 2016. En su casa en Nueva York, sus hijas y sus nietos seguían en vivo la transmisión de los resultados de las elecciones en Estados Unidos. Tenían insomnio. Era mucho lo que estaba en juego esa noche.

Si ganaba Trump estarían más expuestos al racismo que se vive en Estados Unidos y correrían mayor riesgo de ser deportados. Esa noche comenzó para ellos un periodo de incertidumbre ante el futuro. ¿Qué harían si ganaba el republicano?, ¿qué pasaría si la deportaban a ella o a sus hijas?, ¿qué pasaría con sus cinco nietos que nacieron en suelo estadounidense y nunca han estado en México?

Margarita tiene claro que no le gustaría que ellos crecieran entre la violencia mexicana, y que en Nueva York tienen más oportunidades de educación, de salud y de estar seguros.

La bisabuela de los niños insiste en que la vayan a visitar a Puebla. Ellos se entusiasman y a veces dicen que sí, pero luego se arrepienten y dicen que prefieren quedarse en casa, con sus juguetes, sus amigos y su familia. Pero de México ya saben poco. Le preguntan a su abuela Margarita que cómo es México, que si es igual que Estados Unidos.

Érick, el nieto mayor que ahora tiene 13 años, es el que se ha visto más afectado en la familia Huerta. El día que ganó Trump el niño se puso triste. Su abuela recuerda su cara de angustia porque pensaba que en ese mismo momento toda la familia tendría que dejar Estados Unidos. Lo calmaban y le pasaba un poco la angustia, pero luego en la escuela se encargaban de hostigarlo y volvía la intranquilidad.

—Con la llegada de Trump a la Casa Blanca van a mandar a todos los mexicanos de vuelta a su país, —le dijo un niño a Érick en el recreo.

Cuando volvió a casa otra vez estaba afligido. Esperó a que la familia estuviera reunida a la hora de la cena para contarles lo que había ocurrido y volvió a preguntar si deportarían a su madre, a sus tías y a su abuela. Angustia total.

Margarita lo tranquilizó diciéndole que solo deportarían a las personas que no se portaban bien, que era imposible que echaran a los miles de mexicanos que viven en Estados Unidos.

Pero ella tampoco está tranquila y piensa que a Trump no se le puede tomar en broma. Ella es una de las migrantes sin documentos que está tomando terapias psicológicas en la Organización Mixteca en Nueva York. Ahí la atiende Narcisa Loza, una psicóloga que ayuda a canalizar la angustia de los migrantes.

Como parte de la contingencia, Loza está impulsando que cada migrante elabore su plan financiero y emocional tomando en cuenta un escenario con deportación y otro sin deportación. En ambos panoramas, dice Loza, es mejor contar con los recursos económicos para afrontar la eventual situación.

¿Nos van a deportar?

En la capital de Estados Unidos también hay incertidumbre. El Centro Mary, una institución de asistencia privada para la salud en Washington, DC, incrementó sus terapias a la comunidad inmigrante hasta 30 por ciento.

Jennifer Virgo, especialista de la institución, refiere que desde octubre del año pasado, previo a la elección presidencial estadounidense, los jóvenes fueron los que se empezaron acercar más a las terapias psicológicas grupales.

Jennifer atiende a estudiantes de preparatoria entre los 15 y 18 años, en su mayoría de padres inmigrantes, en la escuela Bell Multicultural, al norte de la capital.

De grupos en los que regularmente atendía a unas ocho personas, Jennifer comenzó a atender hasta 12 jóvenes.

“Llegaban con muchas interrogantes. ¿Nos van a deportar? ¿Van a deportar a mis padres?, pero eso no es lo más preocupante, es lo que ocurre después: las pesadillas, no se concentraron en los exámenes. Fue un cierre de año particularmente complicado, incluso ahora siguen las inquietudes, los niveles de estrés son muy altos”, relata.

Virgo cuenta con amplia experiencia en el manejo de la salud mental de los adolescentes de familias migrantes, y asegura que el discurso racista y xenófobo de Trump ha complicado de manera inaudita los indicadores de estrés entre la población migrante.

“Trabajar con alguien que ha abandonado su país por cuestiones políticas o económicas es de lo más difícil. Más con los adolescentes que nacieron aquí, pero saben que sus padres están en riesgo por ser indocumentados. Entonces ahora he visto casos de ansiedad muy fuertes, de enojo. Es muy preocupante”, dice con inquietud.

Los casos pueden llegar hasta el aislamiento de lo que para cualquiera es normal. Eduardo Lima es un mexicano que tras el triunfo de Trump… dejó de ver la televisión. Prefiere enterarse de las noticias a través de sus vecinos, y aunque sabe que está mal no informarse a menudo, asegura que ver al presidente de Estados Unidos lo pone muy ansioso.

“Tanto hablan de él, que va a hacer cosas feas y que no nos quiere, que la verdad cada vez que lo veía me empezaba a doler la cabeza. Empecé a tener complicaciones con mi presión arterial, no sé si sea por lo mismo, pero el doctor me dijo que fuera a terapia”, confiesa.

Octavio Fuentes es un dreamer que desde el año pasado acude con su familia a terapia: a su padre se le agravaron los problemas de sueño.

“No sé si sea por todo lo que se escucha, pero no es para menos. Mis padres han construido su patrimonio aquí y aunque siempre ha estado la amenaza de la deportación, si te portabas bien parecía que podías estar en paz, pero ahora, con Trump, la incertidumbre y la preocupación es de todos los días”, lamenta.

Con Trump en la Casa Blanca los migrantes saben que viene una tormenta, pero no qué tan fuerte vendrá. Será mejor estar preparados…

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