Connie, la 'loca' que vive en la Casa Blanca

A sus 76 años, se mantiene en vigilia indefinida en contra de la política bélica de Estados Unidos. Lleva más de tres décadas ahí.

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'Me decían loca, pero yo fui la primera que hablé de la persecución', asegura Concepción, nacida en Vigo, España. Llegó a Estados Unidos en 1966. (Notimex)
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Agencias
WASHINGTON, D.C.- Por más de tres décadas, el hogar de Concepción Martín Picciotto se ha ubicado en la misma dirección del hombre más poderoso de Estados Unidos, sin pagar un centavo en renta ni haber ganado una elección a un cargo popular.

Aunque la explanada frente a la casa presidencial y los terrenos del Parque Lafayette son escenario constante de manifestaciones, el caso de Picciotto se aparta de todas por sus características únicas y el estatus de celebridad que esta ciudadana española ha alcanzado.

La mujer de 76 años mantiene desde 1981 una vigilia indefinida frente a la Casa Blanca en protesta por la política armamentista de Estados Unidos, desde la Segunda Guerra Mundial hasta las recientes en Irán, la prisión de Guantánamo y su respaldo a favor de Israel.

Una estructura de madera, pintada de color amarillo, adornada con fotografías de guerra y que ella y William Thomas levantaron en terrenos del Parque Lafayette, sirve como el púlpito desde el que Picciotto ha venido denunciando lo que llama atrocidades a manos de Estados Unidos.

“George W. Bush es el mayor terrorista del mundo y debería estar en la cárcel”, dice sin empacho sobre el expresidente que por ocho años ocupó la casona del 1600 de la calle Pensilvania.

Tanto la estructura como la imagen de Picciotto se han convertido ya en parte del paisaje urbano de ese enclave, dominado por las estatuas de Andrew Jackson y el Marqués de Lafayette, a quien la plaza debe su nombre.

Es común verla posando para que le sean tomadas fotos con turistas, como los japoneses que lo hicieron esta fría mañana, sin que esto sea algo que le causa satisfacción mayor, aunque se muestra tolerante a las peticiones.

Lamenta que el interés de la mayoría de estos responda a su imagen y no en su lucha por la verdad y razón por la cual condiciona las fotos a aparecer con un cartel donde denuncia la política de apoyo de Estados Unidos a Israel.

“Yo estoy aquí por la verdad, es por la verdad”, dice de manera enfática.

Esa determinación es la que la ha llevado a soportar heladas y nevadas del duro invierno capitalino, con la única protección que le brindan las paredes de madera de la pequeña casucha sin puertas ni ventanas.

Antes que Snowden

Las regulaciones de seguridad le prohiben que utilice bolsas para dormir o equipo de calefacción, por lo que en días de temperaturas congelantes como las de hoy, además de sus ropas, la anciana se guarece con frazadas, plásticos y periódicos.

Con una voz que por momentos parece apagarse, Picciotto insiste inicialmente en conducir la entrevista con Notimex por terrenos en los que se siente mas cómoda, “y de lo que importa”, dice.

“De eso no voy a hablar! Eso no es importante, lo importante es lo que yo vengo a hacer aquí”, dice cuando es cuestionada sobre su vida personal, más allá de conceder que nació en España, si bien mucho de la misma fue confesada de manera voluntaria en el curso de la conversación.

Nacida en Vigo, Connie, como es ya afectuosamente conocida, llegó a Estados Unidos a través de Nueva York, en donde en 1966 contrajo matrimonio y años después se trasladó a Washington, frustrada por una batalla legal en la que perdió la custodia de su hija.

“Me decían loca, pero yo fui la primera que hablé de la persecución, antes que ‘Wikiliquis’ o Snowden”, dice con una sonrisa que deja ver su desdentada boca, aludiendo a la persecución legal contra el portal WikiLeaks y el contratista estadounidense Edward Snowden, a partir de sus revelaciones.

Picciotto dice que el inicio de su campaña durante la presidencia de Ronald Reagan no fue fácil y recordó los arrestos a que fue sometida junto con Thomas, su pareja sentimental y de lucha, fallecido en años recientes.

Aunque ambos ganaron la batalla legal que desde entonces ha posibilitado la presencia de la única estructura privada frente a la Casa Blanca, el precio ha sido alto pues requiere la presencia de un ocupante las 24 horas del día, porque de otra manera sería retirada de inmediato por el Servicio Secreto.

Ahora, a sus 76 años de edad y con sus fuerzas menguadas por accidentes como una reciente caída que le provocó la fractura de hombro, Picciotto reconoce que mantener esta lucha ya no es tarea fácil.

“Ya no puedo estar mucho tiempo parada, me tengo que sentar”, dice con su voz, “tan pequeña” como su humanidad.

Lo que Dios diga

Se declara satisfecha de que a lo largo de su lucha pudo presenciar hechos como la caída del Muro de Berlín, aunque lamenta que muchas mucha gente no valore las libertades en las que viven, así como la necesidad de defenderla.

Además de su campamento, Concepción tiene una casa a la que acude todos los días a asearse para retornar a la que es su tarea de tiempo completo.

Su supervivencia y el mantenimiento de su causa es posible gracias a las donaciones que recibe y de la ayuda de quienes toman su lugar en la casucha cuando ella tiene que ausentarse, como cuando estuvo convaleciente por la fractura.

A pesar de ello, Concepción no parece preocupada por el futuro de su lucha y de su campamento que por más de tres décadas ha resistido los embates del sistema legal estadounidense y la furia de la madre naturaleza.

“Eso no es importante. Yo no pienso en eso, voy a seguir aquí por la justicia, porque eso es lo importante. Lo demás, será lo que Dios diga”, afirma con resignación, esbozando una sonrisa sin bajar el cartel protegido por plásticos, en el que pide detener el envío de armas a Israel.

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