Otra opción en Egipto, 'hacer nada'

Lo primero que se debe evitar en el país árabe más poblado del mundo, con 83 millones de habitantes, es una guerra civil.

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El ejército retiró ayer el vallado que, ante el anuncio de más manifestaciones, rodeaba la corte suprema. (Milenio)
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Virgine Nguyen Hoang-AFP/Milenio
EL CAIRO, Egipto.- Esta semana, luego de la muerte de centenares de personas y de una nueva oleada de protestas en Egipto (el viernes) en las que se derramó más sangre, muchos se preguntan qué deberían hacer Gran Bretaña, sus aliados y otros países para ayudar a que terminen los conflictos.

Mi primer argumento sería permanecer en calma y reconocer que no hacer nada es una opción. La situación es mala pero no tan mala como la de Irak, donde este año han muerto tres mil 400 personas, sobre todo por la violencia sectaria (una situación que, se podría argumentar, fue creada por la intervención de Reino Unido), o Siria, donde las cifras son mucho más altas, o en Sudán, un país que la prensa ignora.

EU no tiene la opción de no hacer nada, porque tiene un programa de asistencia militar colosal dentro del país —15 millones de dólares al año—, que debe continuar o no. La administración Obama está atrapada en un enredo legalista, porque hay una ley contra el apoyo a los gobiernos que llegaron al poder con un golpe militar, por lo que tuvieron que evitar llamarlo así y se han evadido reteniendo equipo y cancelando algunos ejercicios militares conjuntos. Pasos como ésos podrían o no resolver los problemas en Washington, pero no solucionarán nada en El Cairo. Cuestionaría cuál ha sido el interés de EU (aparte del de los fabricantes de armas) cubierto por el programa militar, o por el cada vez más grande programa de asistencia militar a Israel diseñado para equilibrarlo.

El mundo debe preguntar cuál es el fin de cualquier acción que se tome. La respuesta simple es evitar crear otra Siria. Pero la simpleza es engañosa porque Siria, Irak y Libia, y todos los demás, son diferentes entre sí y de Egipto. Las medidas que funcionaron en Libia no se pueden aplicar a Egipto, y el interés ruso, que ha bloqueado acciones internacionales en Siria, podría no bloquearlas en Egipto.

El peligro inmediato es evitar que se repitan jornadas de enfrentamientos como la del lunes 12 de agosto entre manifestantes de los Hermanos Musulmanes y los militares y se escale hacia una guerra civil. Gran Bretaña y los otros participantes internacionales tal vez no puedan influenciar la conducta y tácticas de los manifestantes, pero quizás EU pueda influir en la táctica de los militares. El Pentágono debería hablar con el jefe del ejército, el general Sisi, en un tono que lo convenza de que pagará un alto precio —en términos de la ayuda militar u otras cosas— si no hace que sus hombres usen métodos policiales muy probados y pacientes con los manifestantes. Mientras tanto, Londres debiera estar movilizando a sus aliados y a otros, en especial a través de la Unión Europea (UE) y la ONU. La canciller de la UE, Catherine Ashton, estuvo muy activa en las últimas dos semanas: visitó al derrocado presidente Mursi, preso de los militares, y llamó al “control total” del ejército y policía y un proceso militar para volver a la democracia.

El Consejo de Seguridad de la ONU también llamó a la “contención máxima” en una reunión de emergencia. Esto no es diplomacia porque sí: la UE es poderosa y todos los miembros del Consejo permanente de Seguridad, incluyendo Rusia y China, tienen algún interés en evitar otra catástrofe en Oriente Medio.

Hace 30 años, Gran Bretaña fue presionada por EU a recompensar a Egipto por haber implementado la paz con Israel, ofreciéndole créditos militares para que el ejército egipcio pudiera comprar equipo costoso. Londres, luego de muchas consideraciones, declinó (no se lo podía permitir). En menos de dos años, Washington estuvo apoyando los pedidos egipcios para que sus deudas fuesen “perdonadas”.

Otros —incluyendo a Francia, si recuerdo bien— perdieron su inversión. Gran Bretaña no, porque no había puesto dinero sobre la mesa.

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