Un buen gobernante admite sus errores: Papa

“Quien tiene tareas de gobierno no debe usar al Señor y al pueblo para defenderse en los momentos de dificultad”, señala Francisco

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El Papa Francisco intercambia regalos con el jefe de Estado de Samoa, Tui Atua Tupua Tamasese Efi (acompañado de su esposa), quien fue recibido ayer en audiencia por el Pontifice. (AP Photo/L'Osservatore Romano)
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Agencias
CIUDAD DEL VATICANO.- El Papa Francisco aseguró hoy que un buen gobernante no manipula a Dios o a su pueblo cuando surgen los problemas, acepta sus errores y no cae en la tentación de justificarse.

Durante el sermón de su misa matutina, celebrada en la capilla de su residencia vaticana (Casa Santa Marta), el Pontífice reflexionó sobre el pasaje bíblico que menciona la actitud del rey David ante la traición de su hijo Assalonne.

“Quien tiene tareas o roles de gobierno no debe usar al señor y al pueblo para defenderse en los momentos de dificultad”, señaló.

Precisó que ante la traición el soberano se entristeció porque también el pueblo se puso de parte del hijo pero, como hombre de gobierno, tomó la realidad como era -sabiendo que una guerra sería dramática- y tanto tomó la decisión de no hacer morir a su pueblo.

“David podía luchar en Jerusalén contra las fuerzas de su hijo, y al contrario, eligió que Jerusalén no sea devastada. Para defenderse no usó Dios ni el pueblo y esto significa el amor de un rey por su Dios y su pueblo. Un rey pecador, pero con este amor grande”, subrayó.

“En los momentos feos de la vida ocurre que quizás en la desesperación uno busca defenderse como puede usando a Dios y a la gente”, añadió.

Sostuvo que David no escapó, lloró por sus errores, buscó salvar a su pueblo y no cayó en la tentación de justificarse, un instinto que todos los hombres tienen cuando en su vida ocurren situaciones similares.

Consideró al rey como “un gran pecador y un gran santo” que puede ser ejemplo porque todos pasan en la vida momentos oscuros y de sufrimiento.

Por eso rescató sus tres actitudes: no negociar a Dios y la propia pertenencia, aceptar la penitencia y llorar los errores, no buscar hacer justicia con las propias manos sino encomendarse a Dios.

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