Residentes de favelas viven entre aguas negras

La falta de un buen alcantarillado en Río de Janeiro genera que millones de habitantes estén expuestos a los desechos.

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Un niño toma agua de un grifo que lleva agua de un tanque rellenable de agua, dentro de su casa en Río de Janeiro, Brasil. (Agencias)
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Agencias
RIO DE JANEIRO, Brasil.- Canales repletos de desperdicios recorren el laberinto de callejones donde a diario juega Kaike de Oliveira Benjamin, y luego forman estanques fétidos y riachuelos burbujeantes de desechos humanos. Poca es la mejoría en el interior de la casucha de un cuarto que habitan el pequeño de cinco años, su madre y dos hermanitos, así como ratas y cucarachas.

Cuando llueve, el sótano se inunda con una mezcla hedionda de agua y residuos humanos. Y el agua que sale de la llave suele oler mal y tener aspecto contaminado.

La falta de alcantarillado en Río de Janeiro acapara los titulares de prensa porque muchas de las competencias de los Juegos Olímpicos de 2016 se celebrarán en aguas contaminadas, pero prácticamente no es novedad para los residentes de la favela Rocinha, donde el contacto con aguas residuales es una realidad diaria para los Benjamín y decenas de miles de familias más.

Las secuelas de esta insalubre convivencia no son pasajeras, sino que repercuten por décadas, condenando a muchos niños a una vida llena de enfermedades. Un experto en salud pública dice que el alcantarillado de Río es "medieval" en gran medida, comparable al de Londres o París en los siglos XIV o XV.

Y no es solo Río. Menos de la mitad de los hogares de toda la nación están conectados a sistemas de alcantarillado para deshacerse de las aguas negras, lo que implica que gran parte de los desechos orgánicos generados por aproximadamente cien millones de personas circulan en canales al aire libre que recorren barrios como el de Kaike en esta enorme nación, y luego van a parar a ríos y arroyos que, a su vez, contaminan lagos, lagunas, playas y bahías.


Imagen en la que se observa la basura en una zanja al aire libre en la favela Rocinha de Río de Janeiro.

En la favela de Kaike, que consiste en un laberinto de viviendas de hormigón y ladrillos quebradizos en la ladera de una colina, los desechos fluyen directamente de tubos blancos de plástico que salen de las casuchas y se van río abajo, drenándose en parte en una cuenca que desemboca en la laguna donde se llevarán a cabo las pruebas olímpicas.

Un estudio independiente encargado por The Associated Press reveló que todos los cuerpos de agua en los que se van a celebrar muchas de las competencias de los Juegos tienen altos niveles de virus y, en ocasiones, bacterias provenientes de desperdicios humanos. Un análisis de riesgos basado en la información obtenida por la AP indica que, si un deportista ingiere el equivalente a tres cucharadas pequeñas de agua, tendrá un 99 por ciento de posibilidades de ser infectado por algún virus, lo que generó alarma entre algunos navegantes de élite: competidores de remo y de canotaje, maratonistas acuáticos y triatletas.

Para los residentes de Rocinha y otras favelas de Río, esto no es solo un evento de un día, como lo sería para los atletas. Ellos entran en contacto con estas aguas contaminadas día tras día, semana tras semana, año tras año.

Expertos en salud pública dicen que los niños expuestos a estas aguas residuales se enferman más a menudo, es menos probable que asistan a la escuela en forma regular y que desarrollen toda su capacidad intelectual. Luego consiguen trabajos en los que ganan menos que quienes tienen un origen socioeconómico similar, pero que no estuvieron expuestos a estas aguas negras.

Un hermano de Kaike, Rafael, de 18 meses de nacido, sufre problemas estomacales constantes, y el año pasado Kaike fue hospitalizado dos semanas con fuertes vómitos y diarrea sanguinolenta que los médicos atribuyeron a bacterias o virus de las aguas.


Marcele de Oliverira Frnaca, madre soltera de 21 años, carga a su hijo de cinco años, Kaike de Oliveira, dentro de su apartamento.

La madre de los niños, Marcele de Oliveira Franca, no tiene dinero suficiente como para mudarse a un sitio más salubre.

"No puedo escapar de esto", dijo Franca, una madre soltera de 21 años que trabaja como empleada doméstica para conseguir los 86 dólares mensuales que paga de arriendo. "A veces pienso que debería sacarlos de aquí, pero no puedo".

Varios médicos generales que trabajan en clínicas públicas de Rocinha y otras favelas de Río calculan que hasta el 40 por ciento de los casos que tratan a diario están relacionados con las aguas contaminadas. Gastroenteritis, hepatitis A e infecciones de la piel causadas por hongos constituyen los problemas más comunes entre sus pacientes.

Los niños pequeños son los más afectados, dicen los médicos, probablemente porque la mayoría de las personas genera anticuerpos cuando llegan a la adolescencia.

Ninguno de los doctores de estas clínicas gubernamentales quiso hablar sin ocultar su identidad por temor a perder su trabajo. El tema de la falta de alcantarillado se ha vuelto objeto de candente debate público luego de que la gente tomara conciencia de que las autoridades municipales y estatales no podrán limpiar las aguas a tiempo para los Juegos Olímpicos.


Imagen que muestra las pilas de basura en la riviera de la planta de tratamiento de aguas Alegria, en el Canal do Fundao en Río de Janeiro.

Una limpieza a fondo de los contaminados cuerpos de agua de la ciudad iba a ser uno de los grandes legados de la cita deportiva y fue un argumento crucial presentado por Río para obtener la sede. Pero cuando falta menos de un año para las Olimpiadas se ha hecho muy poco y las autoridades tratan de reducir las expectativas. El gobernador de Río, Luiz Fernando Pezao, amplió hace poco el plazo para limpiar la Bahía de Guanabara -que es donde se realizarán las competencias de vela- de 2016 a 2035.

"Hay casi cien millones de personas que padecen, en distintas medidas, de este tipo de subdesarrollo", dijo Fernando García de Freitas, que ha escrito varios informes sobre las consecuencias de las políticas relacionadas con el sistema de drenaje para la organización Trata Brasil, que sigue de cerca esta problemática. Freitas fue quien tildó el sistema de "medieval".

"Los efectos de nuestro retraso en el tratamiento de las aguas negras van más allá de lo más obvio y de lo que se puede percibir, que es la contaminación", dijo. La exposición a estas aguas residuales "afecta a la gente en un plano fisiológico, afecta su desarrollo psicológico, perjudica su desarrollo intelectual y luego su desarrollo profesional".

Señaló que en sus investigaciones comprobó que un niño que se cría sin una red de alcantarillados eficiente ganará un 10 por ciento menos que un niño de un nivel económico similar que tiene servicios sanitarios.

El doctor Luiz Joao Abrahao, director de la asociación de gastroenterólogos de Río, dijo que las enfermedades causadas por las aguas residuales alcanzan un nivel de epidemia en la ciudad.


Jose Martins, de 68 años, junto a una zanja en la favela Rocinha en Río de Janeiro, Brasil.

"La diarrea aguda es algo común, algo cotidiano", indicó Abrahao, quien trabaja en el Hospital del Fundao, una institución pública ubicada en una isla del sector más contaminado de la Bahía de Guanabara. Los más afectados, señaló, son los pobres.

Brasil tiene la séptima economía más grande del mundo, pero figura en el sitio 84 en acceso al agua potable y a servicios sanitarios en el Índice Yale de Desempeño Ambiental del año pasado, el cual incluye a 178 países, detrás de naciones como Turkmenistán, Moldavia, Albania, Siria y Chile.

El rápido crecimiento urbano de las últimas décadas, una planificación deficiente, disputas políticas e inestabilidad económica son los principales causantes de este retraso, según los expertos.

En Río, por ejemplo, una crisis fiscal que estremeció a Brasil en la década de 1980 congeló casi todas las inversiones en la red de alcantarillado durante dos décadas, y fue necesaria otra década para repartir las responsabilidades de las obras entre los gobiernos municipal, estatal y nacional en este país conocido por su burocracia notoriamente lenta.

Durante ese tiempo la población de la zona metropolitana de Río creció a 12 millones de habitantes, comparado con los nueve millones de 1980, y muchos de estos nuevos residentes se instalaron en sectores sin servicios públicos básicos en las más de mil favelas que tiene la ciudad.


Habitantes se sientan en la rivera de un río de aguas residuales en la favela Mandela en Río de Janeiro, Brasil.

Las autoridades insisten en que garantizarán el bienestar de los competidores en las sedes olímpicas, posiblemente valiéndose de medidas paliativas tales como la biorremediación, una técnica de manejo de basura que emplea organismos microscópicos para descomponer contaminantes. Sin embargo, los expertos dicen que las medidas contempladas no harán casi nada para combatir los virus causantes de enfermedades que proliferan en las aguas sucias.

Y esas promesas para los Juegos sirven de escaso consuelo a los residentes de las favelas.

Unos tres mil de los habitantes más pobres de Río viven en Mandela, un fragmento de una favela que se encuentra entre dos ríos ennegrecidos por las aguas negras que desembocan en la Bahía de Guanabara. Sus residentes viven en precarias viviendas construidas a la ribera de ambos ríos, donde terrones de desperdicios flotan lentamente. La superficie burbujea por los gases y un hedor a azufre envuelve todo.

Cristiane Candido, un ama de casa de 37 años, dijo que sus cinco hijos siempre estaban enfermos cuando eran pequeños. Ahora es el turno de sus nietos.

"Es diarrea, diarrea, diarrea todo el tiempo", se lamentó Candido. "Nada mejora aquí, nada. Sólo empeora".

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