Un deseo nato por matar

Paul Denyer pertenecía a la rara especie de homicida que ataca sin motivo y al azar.

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Denyer acabó con la vida de tres mujeres. (ews.com.au)
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De la columna Vidas Ejemplares de José Luis Durán King/Milenio
MÉXICO, D.F.- Después de que fuera arrestado, el 31 de julio de 1993, el australiano Paul Denyer confesó sin remordimiento el asesinato de tres mujeres. Previo a que el juicio comenzara, el psicólogo clínico Ian Joblin examinó al detenido para llegar a la conclusión de que el individuo pertenecía a esa rara especie de homicida que ataca sin motivo y al azar, lo que lo convertía un criminal de lo más peligroso.

En la corte, Joblin fue más lejos y señaló que Denyer era un sádico “cuyo placer y satisfacción después de cada asesinato se disipaban rápidamente para dar paso a un deseo de matar nuevamente” (Paul B. Kidd. Paul Denyer: The Frankston Serial Killer. www.crimelibrary.com).

El análisis de Joblin fue confirmado por el propio Denyer, quien en los interrogatorios dejó en claro que no había violado a sus víctimas, solo deseaba matarlas. De hecho, el único momento en que el criminal mostró una emoción fue al recordar que una de ellas, en un intento por salvarse, le había ofrecido sexo.

Denyer narró pormenorizadamente cada uno de los episodios sin escatimar detalles

Nativo de Sídney, Australia, Paul Charles Denyer padeció sobrepeso desde niño, una condición que no afectó mucho su autoestima, sobre todo después de que encontró que se parecía al actor canadiense John Candy, quien participó en películas como The Blues Brothers y Mejor solo que mal acompañado. De hecho, Denyer adoptó como alias el nombre de la estrella cinematográfica.

Solo que Denyer no tenía una personalidad dulce. A través del sacrificio de mascotas, a las que colgaba del cuello en ramas de árboles o degollaba, desde niño dio señales del camino que elegiría de adulto.

En un lapso de siete semanas, que arrancó el 12 de junio de 1993, Denyer acabó con la vida de tres mujeres. La primera de sus víctimas fue la estudiante de 18 años Elizabeth Stevens, cuyo cuerpo, desnudo de la cintura para arriba, fue encontrado apuñalado en los senos y con la garganta rebanada.

El 8 de julio siguiente desapareció Debbie Fream, de 22 años, quien recientemente había dado luz a su hijo. Su cadáver fue rescatado cuatro días después, y como en el caso de la primera víctima, había sufrido múltiples heridas con cuchillo en cuello, cabeza, rostro y brazos.

Finalmente, el 30 de julio, Natalie Russell, de 17 años, desapareció mientras daba un paseo en bicicleta. Su cuerpo fue encontrado ocho horas después en un paraje de Frankston, Australia, locación en la que ocurrieron los tres homicidios. En esa ocasión, la policía encontró piel perteneciente al asesino, además de que unas personas vieron un auto Toyota color amarillo cerca de la escena donde ocurrió el asesinato, lo que a la postre condujo a la detención de Paul Denyer, quien presentaba heridas en las manos, producto de los esfuerzos que habían hecho las mujeres al defender su vida.

Después de aceptar la comisión de los delitos, Denyer narró pormenorizadamente cada uno de los episodios sin escatimar detalles. Contó incluso cómo los cuerpos se convulsionaron al rebanarles la garganta. Dijo que a una de ellas la despojó de la blusa, pues quería ver de qué tamaño tenía los senos. A otra, incluso, le dio permiso de orinar antes de hincarla y estrangularla.

Cuando los agentes le preguntaron por qué había matado a las jóvenes, el delincuente dijo que toda su vida había odiado a las mujeres, aunque no supo explicar por qué.

Paul Denyer se declaró culpable ante la corte, aunque estuvo en desacuerdo con la pena de prisión de por vida que dictaminó el juez, sobre todo porque se estableció que no podría solicitar la libertad bajo palabra antes de que transcurrieran 30 años.

www.twitter.com/compalobo

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