Enfrentan 'con sus puños' la adicción a las drogas

Las autoridades decidieron quitar la prohibición de dicho deporte, para que los presos de Tacumbú tengan una vida sana y sin adicciones.

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Un interno de la cárcel de Tacumbú, la mayor del país, ubicada en Asunción, Paraguay, descansa durante un combate en la exhibición de boxeo organizada en el patio de la prisión. (EFE)
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Efe
ASUNCIÓN, Paraguay.- Después de pasar años prohibido por las autoridades, el boxeo retornó a Tacumbú, la mayor prisión de Paraguay, en un intento de fomentar la vida sana y la práctica deportiva frente al intenso consumo de drogas en el interior de la cárcel, donde conviven hacinados unos cuatro mil internos.

"Segundos fuera", gritan por megafonía. Los dos boxeadores se alejan de sus esquinas con paso firme hacia el centro del cuadrilátero, se saludan sin mirarse y enseguida empiezan a soltar puñetazos cortos al aire.

Se miden el ritmo y con rápidos saltitos van dando vueltas por todo el ring. Los gritos de un millar de personas les animan mientras sus mentones y costillas reciben los primeros golpes.

El público vive con pasión la pelea, decenas de manos con uñas negras se agarran a las tablas y cuerdas del precario cuadrilátero, y cientos de sonrisas desdentadas acompañan cada segundo de combate con avidez mientras el olor a marihuana recorre el ambiente.

Los presos de Tacumbú, un centro pensado para menos de la mitad de las personas que actualmente están ingresadas en él, están muy poco acostumbrados a ver eventos y mucho menos deportivos.

Por primera vez, el boxeo fue el protagonista del patio del presidio, que alberga al 42.8 por ciento de toda la población penitenciaria de Paraguay.

Los participantes de las seis peleas disputadas en una reciente jornada de boxeo se ganaron el respeto del resto de reclusos, que los aclamaron sin descanso después de cada combate.

La marihuana, la cocaína, las pastillas y el crack entran sin cesar en el presidio, donde el 16 por ciento de los presos reconoció haber consumidos drogas

David Fraser, boxeador de 35 años, encerrado en Tacumbú desde hace cinco por un homicidio involuntario, es el responsable de que esta actividad haya llegado al penal.

Los buenos resultados de su administración al frente del gimnasio "Fortaleza", ubicado en un mugriento sótano de la cárcel, le llevó a animarse a pedir a las autoridades que levantaran la prohibición y le dejaran organizar la primera jornada de boxeo entre barrotes.

El boxeador, con nueve peleas profesionales ganadas en Argentina y un título de categoría medio pesada en Paraguay, aseguró que la gente que acude a su gimnasio se aleja totalmente de las drogas.

"El boxeo no solo me ayuda a mí, sino también a las personas que me rodean", dijo a Efe mientras dos de sus alumnos se enganchaban a golpes en el cuadrilátero.

Según Fraser, hay muchos ejemplos de superación que le animan a fomentar el deporte en la prisión, como el caso de uno de sus compañeros que pesaba 220 kilos cuando empezó a ayudarle con los entrenamientos y ha bajado hasta los 130 kilogramos.

"Pero acá la verdadera batalla es con las drogas", dijo con el ceño fruncido ante el olor de la marihuana que el público consume sin que los guardias hagan nada por impedirlo.

La marihuana, la cocaína, las pastillas y el crac entran sin cesar en el presidio, donde el 16 por ciento de los presos reconoció consumir esas sustancias, según el último censo penitenciario, divulgado la semana pasada por el Ministerio de Justicia.

"La gente ve el sacrificio y los compañeros lo respetan mucho", explicó Fraser, que aseguró que entrena a unas 25 personas durante dos horas y media cada día, aunque dice que es difícil mantener la disciplina porque hay jornadas en que no pueden alimentarse bien.

"Si no tienes plata hay que hacer fila para 'el tacho', y no es una comida muy buena", añadió, en referencia a los alimentos que les facilita la cárcel.

Poco después las peleas terminaron, todos los participantes se curaron satisfechos sus magulladuras y la banda "Los románticos de Tacumbú" amenizó el resto de la velada.

Mientras tanto, los "pasilleros", como son conocidos los centenares de internos que no tienen celdas ni camas y duermen en el suelo, regresaban con la mirada perdida a las sucias mantas que son su único refugio y que marcan su lugar reservado en el patio.

"Esperamos que esto sirva para algo. Para que no pasen el día sentados y drogados. Que haya posibilidad de practicar deporte ayudará a que los que quieren hacerlo se reinserten cuando salgan de acá. Eso sería lo ideal", dijo a Efe el presidente de la Federación de Boxeo de Paraguay, Miguel González. 

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