Las muertes de allá y las muertes de aquí
El impacto que puede tener la sorpresiva perpetración de un acto de barbarie no es comparable al persistente acontecer de una injusticia que, diluida en lo cotidiano, termina siendo parte de una suerte de perversa normalidad.
Diferentes comentarios: en el divertidísimo programa de Bill Maher en la cadena HBO, Carly Fiorina, una de las invitadas, señala que el indignado repudio de la prensa mundial al atentado de París resulta, justamente, de que las víctimas son periodistas.
La reacción sería la respuesta interesada de un grupo que se manifiesta en bloque siendo que, por ejemplo, en el caso concreto del maltrato y sometimiento que han padecido las mujeres en diversos países musulmanes, no se ha visto ni lejanamente algo parecido.
Pues bien, respondamos, por lo pronto, que el impacto que puede tener la sorpresiva perpetración de un acto de barbarie no es comparable al persistente acontecer de una injusticia que, diluida en lo cotidiano, termina siendo parte de una suerte de perversa normalidad.
También mucha gente, en estos pagos, me ha enviado mensajes para hacerme ver que en México hay más muertes, muchas más, que las acaecidas en Francia la semana pasada. Y, es cierto. Pero, no todo es comparable ni obligadamente equiparable para, a partir de ahí, determinar (y sentenciar) que nuestras reacciones a determinados sucesos son arbitrarias, parciales, caprichosas o tendenciosas.
Hay acontecimientos que marcan una época —el de París es uno de ellos— a pesar de que ocurren al mismo tiempo que otros horrores. Explicar por qué una cosa es más determinante que otra es complicado y laborioso.
Lo que llama la atención, sin embargo, es esa constante propensión de tanta gente a exigir que se reseñe y se consigne todo, todo el tiempo; o, mejor dicho, a que se denuncie obligadamente lo que más le interesa y lo que más le preocupa. Pues, señoras y señores, misión imposible en el periodismo de opinión. Qué le vamos a hacer…