Murat: a explicar lo inexplicable
La corrupción y el inexplicable enriquecimiento de los políticos mexicanos no son una creación de Enrique Peña Nieto y sus funcionarios. Es cimiento del México posrevolucionario, modus operandi. Tampoco es exclusivo de un partido.
Al momento que escribo estas líneas no ha sucedido, pero estoy seguro de que en esta semana sucederá. Probablemente el martes en la noche, cuando hayamos leído todos el reportaje de The New York Times dedicado a los mexicanos con propiedades en Manhattan, del que ya se ha adelantado la aparición de José Murat.
Podría apostar que saldrá a los medios de comunicación el ex gobernador de Oaxaca, forjador del Pacto por México, hoy diputado federal, a contarnos cómo esas propiedades en Nueva York son producto de su trabajo en la iniciativa privada, o alguna herencia, o el Melate, o una inversión muy bien pensada o... vaya usted a saber. Pero eso sí, que nadie se confunda, que todo es absolutamente legal. Todo.
Nada quitará, sin embargo, que el ex gobernador del estado más pobre de México es potentado inmobiliario en la Gran Manzana.
El descubrimiento del Times será un nuevo golpe a la administración de Enrique Peña Nieto, donde Alejandro Murat es funcionario cercano como lo fue desde el Estado de México cuando dirigió el Sistema de Radio y Televisión Mexiquense.
Una raya más al tigre.
La corrupción y el inexplicable enriquecimiento de los políticos mexicanos no son una creación de Enrique Peña Nieto y sus funcionarios. Es cimiento del México posrevolucionario, modus operandi. Tampoco es exclusivo de un partido.
Pero el gobierno en turno tiene que entender que por las razones que sean le ha tocado lidiar con el tema que hoy se ha vuelto el centro de la narrativa mexicana en el exterior y en la mente de millones de mexicanos: la corrupción.
Y que pequeños actos fallidos como el de la semana pasada, o que situaciones como la que está sucediendo con la Ley de Transparencia —a punto de ser aprobada una versión que es un retroceso gravísimo— o la resistencia del priismo a un verdadero sistema anticorrupción, solo agravan el humor social de por sí deteriorado.
Ya no es tiempo de justificar lo injustificable, de tratar de explicar lo inexplicable. Como seguramente lo intentará Murat en estos días.