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Por cuestiones de mi profesión y con muchas ganas de seguir aprendiendo, vine por unos meses a Zapopan, Jalisco, a dos pasos de Guadalajara y exactamente a siete kilómetros del bosque de “La primavera” o lo que alguna vez lo fue y ahora, por desdicha y con mucha pena, es un paisaje árido, humeante y muerto a consecuencia de las quemas y la sobreexplotación humana.

Apenas hace un mes este bosque sufrió un devastador incendio que consumió miles de hectáreas, suceso que se repitió el domingo y la mañana del lunes de hace dos semanas acabando con lo poco que quedaba vivo, situación que me llevó a vivir una “contingencia ambiental”, durante la cual las clases se suspendieron y la población evitó salir de casa.

¿Recuerdan aquellas mañanas llenas de neblina y bruma que con trabajo te dejan mirar edificios y automóviles que algunas veces tenemos en Yucatán? Bueno, imaginen la misma neblina pero un poco más gris, con un olor tenue pero constante a basura, acompañado de un calor seco que pese a que no te hace sudar raspa la garganta cual faringitis, como “picazón”.

Este dolorcito te evoca una tos seca y esporádica y una sensación de querer respirar profundo ocasionada por exceso de dióxido de carbono y falta de oxígeno en nuestros pulmones. Por ser un esfuerzo involuntario de nuestro organismo buscando llevar sangre limpia al corazón y al cerebro, inevitablemente respiramos profundo, provocando una sensación quemante en nuestra nariz que permanecerá varios días al igual que el dolor de garganta.

Algunas personas acostumbradas a aires más limpios, como su servidor amante de la costa yucateca, sufren de rinofaringitis, esto debido a que, al resecarse la mucosa de la faringe por exceso de humo, los virus y las bacterias ingresan al tracto respiratorio superior e infectan la vía aérea.

Estamos en un inicio, sembrar árboles y compartir memes en Facebook como la moda de la semana pasada que al parecer ya se olvidó, no será lo único que detendrá el cambio climático. El uso de plásticos desechables, el excesivo empleo de vehículos contaminantes, el humo del tabaco, las bolsas de plástico del súper, nuestro afán por preferir Uber Eats o Rappi en lugar de acudir a la tienda personalmente; entre otras cosas, nos están acabando.

La Tierra está llorando. Las políticas bioenergéticas deben favorecer a los ecosistemas, los trenes y aeropuertos dudosos deben frenarse. Debemos proteger nuestro patrimonio más grande: la humanidad y para preservarla hay que mantener vivos los ecosistemas.

Los yucatecos tenemos aún ventaja, pese a la gran cantidad de quemas en montes y selvas, podemos fortalecer a nuestro estado y esto primero será bajo conciencia de la gente y el actuar de todos juntos. Es hora de pensar en el futuro y acatar las consecuencias obtenidas; solo queda convocar a una contingencia yucateca en defensa de la naturaleza, la Tierra y la humanidad, dejar de centrarnos en cosas vanas, y empezar a proteger el mundo.

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