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¡Cómo lo añoro! Salir a las calles a jugar con los vecinos e inventarnos historias mágicas en donde todo nos llevaba a las risas y alegrías mientras el anochecer llegaba y nuestras mamás nos llamaban para cenar.

Extraño ese regaño que nos daban porque no hacíamos caso a la primera, a la segunda ni a la décima por querer seguir jugando con nuestras porterías hechas con dos piedras en medio de una calle donde casi ningún vehículo pasaba, donde la pelota a veces era una botella y donde las risas se escuchaban por toda la cuadra y no molestaban a nadie. 

Lo más terrible es que no fue hace tanto y Toy Story me lo recordó. Sin spoilers les comento que es película que se inicia nueve años atrás para traernos la alegría de ser niños nuevamente, un filme que quien ya lo vio notará que tiene un tinte enfocado en aquellos niños de los 90 que ahora miran con asombro a los pequeños de hoy con imaginación atrofiada, que solo piensan en aparatos tecnológicos y esperan anualmente que una nueva consola o celular salga a la venta para poder pedirlo de cumpleaños. 

No es raro entonces que Toy “R” Us, una de las cadenas de juguetes más grande del mundo, haya cerrado; parece que fue ayer el día en que por primera vez entré a esa tienda, era fascinante la cantidad de juguetes, quería todos y es que no tenían tantos movimientos, sonidos ni accesorios como los de ahora que más bien se venden para coleccionistas; eran “monos” que te dejaban mucho para la imaginación. 

¡Uf qué tiempos!, cuando llevaba la plastilina por toda la casa para crear historias fantásticas mientras mamá y papá se enojaban porque manchaba todo, cuando Batman y Robin peleaban contra el Guasón, cuando los carritos de Hot Weels viajaban por las largas pistas del suelo de mi casa y el Halcón Milenario de Han Solo surcaba los techos. Cuando en las fiestas infantiles el busca busca era la atracción principal y en el patio de mi chichí corríamos para no ser atrapados en el pesca pesca.

Si de algo me arrepiento es de haber algún día deseado ser adulto, pero también si algo me alegra es haber tenido una infancia fantástica, llena de tantos recuerdos, de ilusiones, de asombro. Agradezco tanto a mis padres y abuelos por guiarme en un camino que sí, tenía los inicios de la tecnología, el primer Game Boy, la televisión plana, el Nintendo 64 que con tanto cariño y esfuerzo me regalaron y luego el primer ipod que no necesitaba muchos gigabytes para hacerme feliz; pero que principalmente tuvo imaginación, satisfacción y aventuras fantásticas que de seguro buscaré que mis hijos repliquen.

Así que ahora la pregunta hacia los nuevos padres, los que tienen mi edad y un poquito más, sería: ¿Qué infancia quieres que tengan nuestros hijos?

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