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Qué difícil resulta ponerse unos zapatos ajenos, en especial cuando no son de tu talla o simplemente no te agradan. Qué complicado es mirar la vida desde otros ángulos cuando has vivido en uno solo, en especial si tomamos en cuenta que cada persona es un mundo y por lo tanto la perspectiva es completamente diferente. Jamás podremos ver la vida como otra persona la ve, es casi imposible comprender lo que el otro siente en su totalidad, incluso aunque vivamos un evento similar. Nuestra vida contempla la magia de las perspectivas que nos otorga el milagro de ser diferentes y con ello poder tomar actitudes distintas frente a las situaciones que encontramos.

Con lo anterior no busco justificar ninguna acción ajena, sobre todo frente a las que se representan de manera negativa como aquellas marchas en supuesta defensa de la mujer en las que anarquía y libertinaje sobresalieron. Podemos señalar ciertamente el acto vandálico observando desde una perspectiva que busca la paz, desde la educación y los valores que nos han inculcado en casa, pero, aunque nuestro señalamiento sea completamente válido, desconocemos lo que cada una de esas feministas anarquistas ha vivido, no podemos entender el dolor y odio que llevan dentro, lo que han sufrido y cómo quizá se les han bloqueado caminos cuando buscaban dar a conocer su sentir por las vías legales.

Decimos que el respeto al derecho ajeno es la paz, pero a ellas no las han respetado, no saben de eso y actúan de esa manera, incorrecta y desesperada. Y pese a haber cometido un delito (o muchos), nos han dado de qué hablar, ya se platica de los terribles actos cometidos contra la mujer, de las violaciones sexuales y a los derechos humanos, aunque eso, de ninguna manera, da permisibilidad para atentar contra la vida de otras personas como ocurrió en la lucha radical contra los hombres.

Para poder entender este tipo de manifestaciones, que al final son inútiles pues no cambian nada, únicamente nos hacen hablar de ellas unos días, hay que tomar perspectivas, hay que imaginarse en los zapatos ajenos aunque jamás sintamos igual, tanto desde la posición de ellas, para saber cómo con sus actos nos afectan a nosotros y nuestro patrimonio cultural, pero también desde nuestro lado para visualizar su dolor y miedo incomprendido.

Sea como sea, este tipo de marchas se tiene que detener, no podemos encontrar paz mediante el odio y la agresividad. Dolor solo trae dolor, así como la educación que le demos a nuestros hijos también logrará traer educación. Urge encontrar los valores humanos que nuestra sociedad ha perdido, estoy seguro que con amor, cuidado, comprensión y buena guía, obtendremos un país que proteja tanto a hombres como a mujeres de manera equitativa y que nos permita visualizar otras perspectivas con la magia de la empatía.

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