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Nací en una pequeña ciudad ubicada en el sureste de México. Ahí, pese a la humedad que caracteriza a Tabasco, crecí en un terreno desértico de librerías y arte a mi alcance. Los dos únicos libreros limitaban su venta a material de papelería y libros de textos escolares. Que en la actualidad sea lectora, profesora de literatura y columnista sobre temas de cultura en este periódico es, hasta cierto punto, una casualidad. No obstante, esas circunstancias azarosas en mi infancia y adolescencia hicieron que encontrara mi vocación: escuchar y contar historias. La palabra es, para mí, el principio y fin de todo encuentro.

Apreciar las narrativas con las que se construyen las vidas de los otros fue algo consciente cuando hojeé los periódicos que mi padre traía del trabajo. Leer entrevistas en la sección cultural me permitió conocer nombres de escritores antes de que pudiera leerlos, pues el acceso a los libros era muy difícil. Anotaba los datos suficientes y apenas viajábamos en familia a Villahermosa me disponía a buscar los títulos de los autores en existencia. La literatura vino a mí desde una perspectiva biográfica.

Aunque mi hábito lector comenzó cuando tenía siete años por mi madre, la curiosidad por cómo construimos y discutimos las prácticas sociales se inició ese día sentada, junto a la ventana, con un periódico entre los dedos. Apellidos, títulos retóricos, portadas y anécdotas del proceso creativo. Pienso que de ese hecho deriva mi gusto por hacer perfiles y entrevistas. Comprender y escribir narrativas de vida es lo que más me interesa.

Escribir en un periódico no deja de parecerme una tarea que, en un principio, fue del azar. Sin embargo, cumplir tres años como columnista de “El poder de la pluma” es el resultado de un cúmulo de acciones mías en colaboración con terceros que accedieron a responder preguntas, leer lo que escribo antes de ser publicado y acompañarme a ver eventos en la ciudad.
Sin demeritar la ficción, fueron la docencia y la cercanía académica a las Ciencias Sociales y Humanidades las que extendieron mi visión hacia las vidas de quienes practican la diversidad y la diferencia pensando en una sociedad más justa e informada; hacia quienes construyen las culturas y a partir de ello permitirme comprender las causas. El estar frente a frente con las personas amplía la noción de narrativa y discurso.

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