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En toda institución o comunidad existenexpresiones que se rechazan por considerarlas “incorrectas”, de mal gusto, vulgares, soeces o indecorosas, que atentan contra el pudor, el honor,la moral, la decencia o las buenas costumbres. Para eso se utilizan los eufemismos, que, según el Diccionario de la RAE, es una “manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta o franca expresión sería dura o malsonante”. Pero cuando se trata de instituciones cerradas, como las castrenses, este lenguaje está plagado de esos eufemismos (no confundir con terminología), comenzando por sus leyes y reglamentos y ni qué decir del léxico o expresiones que forman parte de la jerga.

Por ejemplo, al arresto es un correctivo disciplinario; el regaño, un exhorto o extrañamiento (incluso se hace por escrito); el fallecido en combate o en un operativo es un caído o una baja. De cuando en cuando surgen otros (según las necesidades), como el utilizado esta semana por el titular de la Sedena, Luis Cresencio Sandoval, quien dijo que hubo una “reacción errónea” de un soldado que disparó en un punto de revisión en Motozintla, Chiapas, donde perdió la vida un guatemalteco, lo que motivó la retención de un grupo de militares por algunas horas.

Los estudiosos del tema afirman que más allá de estar al servicio de la cortesía y la atenuación del lenguaje, el interés de los actores políticos en emplear los eufemismos corresponde a otros fines en sus discursos, como son: la ocultación de la realidad, su enmascaramiento, la manipulación y el engaño; es pretender dar otra connotación ajustada a sus intereses. En este contexto se inscribe la expresión “reacción errónea” del general secretario para reconocer tácitamente el error del soldado, que derivó en una tragedia; como pueden ser otras de los políticos: ajuste a la baja, contracción del PIB. El presidente AMLO es muy prolífero en ese tipo de expresiones y metáforas para disimular la realidad o distorsionarla y crear la ilusión de que hay una situación favorable.

En México se ha legislado incluso, es el llamado lenguaje inclusivo, que ha llevado al extremo de cambiar reglas gramaticales paracrear el sofisma de respeto a las “minorías”, provocando cambiosen la semántica para acomodar las palabras más armoniosamente o ajustarlas mejor al aludir a cierto grupo: los ancianos son adultos mayores; las personas con discapacidad son especiales. Y se exacerba con “las” y “los” para el género –hay quienes abusan al escribir “las meridanas y los meridanos”.En cuanto a profesiones o empleos, la RAE no recomienda escribir (como tampoco se dice) la soldada, sino mujer soldado o las soldados; tampoco comandanta, generala, sargenta, tenienta, etc., pero sí capitana y marinera.

Bueno fuera que el sólo el uso de eufemismos o del lenguaje inclusivo propiciarauna real equidad de género, sensibilidad hacia los más desprotegidos, que dignifique la personalidad de cada quién y que nos formara como una mejor sociedad, sensible y respetuosa. Simplemente tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran.

Anexo “1”

…Y a bordo

Algunas expresiones marineras pueden tomarse como eufemismos, porque intentan dar otra connotación a un mismo acto o situación, pero que al aludir a jerarquía diferentes marcan una diferencia, a veces jocosas que se han vuelto anecdóticas entre los navales.

Cito algunas: El marinero tiene resaca (cruda) por haberse ido de parranda, pero el comandante está “indispuesto”; el fogonero o maestre tienen sabañones, pero el jefe de máquinas, ligeras escoriaciones; el marinero pide un “garrul” al cocinero, el oficial, un “puntalito”; el cabo llega tarde al buque, cualquier oficial “está por incorporarse”.

Y también abundan los disfemismos –lo contrario de los eufemismos–, que rebajan por su misión despectiva, peyorativa o hasta insultante: el “te cayó la voladora” se refiere al arresto; un “mugroso” es un maquinista; el “garrulero” pide siempre que le inviten; “zorra” es el que aún no es diestro en alguna manobra o actividad; el “coyote” es el flojo o que rehúye faenas. Y un largo etcétera.

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