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Las partículas de saliva pueden viajar lejos y a gran velocidad. (Foto: Milenio Novedades)
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Mérida, Yuc.- El avance tecnológico e industrial ha propiciado que hoy las personas pasen gran parte de su jornada laboral en espacios cerrados como oficinas y bodegas que son lugares aislados, en muchas ocasiones sin ventanas, ni luz natural y con sistemas de aire acondicionado. Esto crea el clima propicio para la diseminación de virus y bacterias, causantes de alergias, infecciones e intoxicaciones entre los trabajadores.

Esto toma relevancia en estos días, con el brote de influenza AH1N1 en Yucatán, debido a que la transmisión se da de persona a persona. El virus entra al organismo por la boca, nariz y ojos, principalmente cuando las personas enfermas o portadoras de influenza expulsan gotitas de saliva al estornudar o toser frente a otra sin cubrirse la boca y la nariz, al compartir utensilios o alimentos de una persona enferma o al saludar de mano, beso o abrazo a una persona enferma de una infección respiratoria.

Muchas bacterias y virus son transmitidos por medio del aire en forma de gotas o aerosoles que se producen al toser, estornudar o hablar. Estos “disparos” son conocidos como “Flügge (flush)”.

Son especialmente importantes los aerosoles producidos por la tos o el estornudo porque debido a la gran velocidad con la que se emiten las partículas (el aire del estornudo puede viajar a una velocidad promedio de entre 110 y 160 kph) se reduce mucho el tiempo de trayectoria de la partícula hasta llegar al nuevo huésped infectándolo casi de inmediato.

Una vez que se emiten las partículas al ambiente los factores principales que determinan cómo se moverán son su tamaño y las corrientes de aire que la transportan, pudiendo permanecer en el aire hasta por ocho horas. En el caso del virus de influenza, este puede permanecer en superficies hasta por 48 horas.

El virus puede estar presente en manos, mesas, teclados de computadora, mouse, artículos deportivos, manijas, barandales, teléfonos, pañuelos desechables y telas.

El polvo también es un coadyuvante para la transmisión de microorganismos por vía aérea porque permite a éstos resistir más tiempo en suspensión en el aire, y facilitan la entrada al organismo de otra persona. Este factor, es importante en la transmisión de infecciones adquiridas por esta vía.

La arquitectura aplicada a construir edificios de espacios limitados para albergar a muchas personas es otro elemento que facilita el hacinamiento y, por tanto, la diseminación y proliferación de microorganismos.

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