Balada de la melancolía otoñal
El Poder de la Pluma.
Existen abrazos que anhelamos con gran intensidad por el solo hecho de que es imposible volver a sentirlos. ¿Quién no quisiera poder revivir la presión cálida de unos brazos rodeando nuestro cuerpo y escuchar la música de aquellas voces que se han quedado en el pasado, pero jamás en el olvido? Nos recorren aires finados. Ha llegado el otoño y con él los preparativos para un festejo alegre que se vestirá con aromas, sabores y flores, pero también con melancolía.
Porque cualquiera que haya vivido conscientemente este año que transcurre sabe que, en estos días, entre dimensiones que no alcanzamos a nombrar, se han recibido más almas de las que normalmente se esperan; los arrebatos han sido repentinos y otros esperados; todos por igual dolorosos. Muchos hemos dicho adiós.
En “Balada de la melancolía otoñal”, poema del escritor ecuatoriano Medardo Ángel Silva, encontramos entre versos, esa dualidad festiva que por un lado nos estremece con la esperanza del reencuentro y que por otro nos aprieta el corazón con fuerza; esa fuerza que sólo nosotros conocemos porque estamos extrañando a quienes no están.
Los versos danzan con una alegría contagiosa y la musicalidad de las palabras nos hace pensar en esa fiesta enorme que se vive en el cielo y a la cual nosotros no tenemos acceso. Si bien estamos acostumbrados a las celebraciones terrenales y concebimos los días a partir de ellas, tendríamos que considerar que hay otra realidad en la que los muertos también se celebran.
En palabras del poeta, “pálido amor que los sueños enlutas, torna el mirar a la luz de la vida, viene a nosotros por místicas rutas, la barca negra del mar de Ultra-Vida”. ¡Cuánta vida hay después de la muerte! Donde quien espera por esa barca nueva no aguarda el olvido, sino la vida eterna y la luz que nace de una obscuridad que arrulla entre aires suaves. No hay miedo ni dolor, sino la esperanza de volverse una esencia que correrá libre. Cierto es que la tristeza y el dolor de la ausencia se quedan colgando de nuestros ojos y muchas veces nos impiden vislumbrar esa otra fiesta de la que nosotros no somos partícipes.
Valdría considerar que mientras nos dolemos, quienes ya no están se alegran de que nuestra mente los nombra y nuestros corazones laten al ritmo de la pronunciación de sus nombres. Es momento de espera y de tener la certeza de que seremos visitados. Y mientras tanto, aquí bailaremos con los ritmos de una balada de la melancolía otoñal.