Balché, bebida maya que une al hombre con sus dioses

Ayudaba a purificar a la persona para poder estar con la pureza ritual requerida en las ceremonias.

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El balché es utilizado principalmente en ceremonias religiosas del pueblo maya. (Agencias)
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Agencias
MÉRIDA, Yuc.- Para los mayas, el hecho de alimentarse ha sido por siglos algo más que una cuestión puramente orgánica, es una acción sagrada que conlleva el consumo de alimentos y bebidas de gran valor simbólico y espiritual, pues son el puente entre los mortales y sus dioses.

Entre las bebidas relacionadas con sus ceremonias hay dos básicas: el balché, que era la más utilizada en las antiguas ceremonias narradas en el Popolvuh, y el sakab (pozol sagrado), y ambos se consumen en mayor o menor medida hasta nuestros días.

Según trabajos realizados en años anteriores por la profesora investigadora de la Universidad de Quintana Roo Unidad Cozumel Maribel Lozano Cortés, ambas bebidas se consideran simbólicas por su contenido "puro" y "natural".

En sus trabajos publicados en Internet, explicó que el balché era preparado de la corteza de un árbol con agua "virgen", y el sakab (también llamado sa'y saká), con maíz, e igual, agua "virgen".

El árbol simboliza la vida, la juventud, la inmortalidad, la sabiduría, y el maíz, como todas las plantas que se consideran sagradas debe su situación privilegiada al hecho de encarnar el arquetipo, la imagen ejemplar de la vegetación y su relación con la fertilidad.

Románticos orígenes

El balché era la bebida sagrada por excelencia de los mayas, consumida en todas las ceremonias y, se dice, fue creada gracias a una historia de amor entre una joven llamada Sak-Nicté (Flor Blanca) y un joven guerrero de su misma tribu.

Su amor tenía un gran inconveniente, ya que la belleza de esta joven cautivó a un cruel y viejo cacique, por lo que los jóvenes temieron que los separara y huyeron a la selva del Mayab donde hallaron refugio.

Un día buscaban alimento y encontraron un panal de abejas del cual extrajeron miel y la depositaron en la corteza de un árbol llamado balché; al anochecer cayó la lluvia y se mezcló con la miel dando lugar a una exquisita bebida.

El cacique se dedicó a buscar a los jóvenes hasta que dio con ellos y al ver el fin muy cerca, el joven guerrero le pidió que aceptara una gran comida a lo que éste accedió.

Se preparó un gran festín y al finalizar le ofrecieron la dulce y rica bebida de miel. El cacique quedó extasiado con aquella bebida y decidió dejarlos libres con la condición de que le dieran la receta.

Desde entonces, la miel se utiliza mucho para la preparación de ese delicioso licorcillo fermentado que se comenzó a beber en los rituales.

Usos del balché

En ese sentido, el académico e investigador de la Facultad de Antropología de la Universidad Autónoma de Yucatán, Carlos Bojórquez Urzaiz, expuso que el balché tenía dos usos básicos entre los mayas: purificaba, y producía ciertos estados de conciencia.

En el primer uso, se dice que el balché ayudaba a purificar a la persona para poder estar en la ceremonia, era la pureza ritual requerida, de ahí la necesidad de que el agua para prepararlo fuera "virgen", además ayudaba a la pureza por ser purgativo, "el hombre se limpiaba".

En el segundo caso, para los mayas la naturaleza poseía innumerables misterios que no se mostraban en el mundo visible, pero que eran tan reales como estos, a los que el hombre sólo podía acceder en estados "especiales" de conciencia.

"Los hongos y plantas capaces de provocar esos estados de conciencia, o, en la concepción indígena, de permitir al espíritu transponer los umbrales hacia otras dimensiones de la realidad, se consideraban divinos", explicó el especialista.

En Yucatán se habla del balché desde el Libro de los Enigmas, que forma parte del Chilam Balam de Chumayel, que recopila parte de las pruebas que el sacerdote principal pone a los jóvenes iniciados, quienes debían descifrar el significado oculto de sus palabras.

Balché ceremonial

Hoy día, el balché se consume principalmente en la llamada zona maicera, que abarca unos 80 municipios del interior del estado, aunque su consumo es más arraigado en la zona centro, según el investigador mayista Bernardo Caamal Itzá.

El especialista, con más de 19 años de experiencia en el estudio, rescate y difusión de las tradiciones mayas, explicó que ahora el uso del balché está ligado al inicio de la temporada de cosecha de maíz.

"El balché ceremonial se hace con la miel de una abeja particular, esta miel sólo se utiliza para este fin. Si el balché es para fines no rituales, se puede usar cualquier miel o jugo de caña. Se mezclan con el agua, se añade la corteza y se deja reposar, tapado con hojas de plátano", precisó.

Indicó que cuando llega la época de cultivar, los productores de la zona maicera hacen sus ceremonias, y aunque ya no son todos, hay varios campesinos que siguen con uso de la bebida con su respectiva ceremonia.

"Eso demuestra la vitalidad de un pueblo con respecto a su cultura; este proceso que forma parte de su cosmovisión que significa respeto y agradecimiento a la naturaleza misma", añadió.

"Así, el balché permite estar en el mundo sagrado, trascender, entrar en contacto con lo que no podemos ver o tocar en el mundo profano, descifrar el misterio que encierra la naturaleza y sus bondades", expuso.

Sobrevive el pozole

Refirió que otra de las bebidas sagradas entre los mayas es el keyem y el saká que son popularmente conocidos como pozole y ambos están elaborados a base de maíz medio cocido.

Se utilizan sobre todo para ofrendar a los dioses del monte durante las fases de la milpa (medición del terreno, tumba, siembra, deshierbe y recolección).

"Los señores que van a trabajar en las milpas llevan una masa de maíz molido. A la hora de almorzar diluyen la masa con agua y un poco de sal, y así toman su pozole, k'eyem", indicó el especialista.

De esta manera, se puede decir en el tercer milenio, muchos símbolos sagrados de cultura maya han logrado mantener intacta gran parte de su magia y los herederos de esa civilización han podido resguardar con éxito muchos legados ante el paso implacable de la globalización, finalizó.

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