Barquitos de hojas de bambú (Sasabune)
Julia Yerves: Barquitos de hojas de bambú (Sasabune)
Las historias que llegan a mí por el oído permanecen más en la memoria que aquellas a las que he prestado atención aparente con los ojos. Cuando alguien habla imagino palabras saliendo de su boca como si un humo artificial pudiera mantenerlas juntas en su proceso por crear historias. La suerte viene después. La imagen perfecta se queda y me atrapa para construir una escena de algo que nunca he conocido, pero que en mi mente convierto familiar. Me apropio.
Mi papá, aclamado profesor entre sus hijos, era el encargado de ayudarnos con los estudios primarios de historia. Su fuerte, aparte de una memoria envidiable para datos por demás interesantes como fechas y nombres, radicaba en su habilidad para usar palabras altisonantes que formaran bandos de buenos y malos, y crear un discurso histórico nuevo que prometería no solamente aprobar los exámenes, sino crear en las mentes nuevas perspectivas; otra historia. En sus palabras aprendí sobre la conquista de México.
“Barquitos de hojas de bambú” (Sasabune) es un cuento de Yasunari Kawabata, a quien recurro como espacio seguro cuando siento anhelo de una experiencia que si bien implica mis ojos y no mis oídos, logra crear escenas que miraré con la imaginación. Él también, como mi padre, es un maestro de las imágenes perfectas. Digamos que cuento la historia de amor cuyo paradero no se conoce tras haber ido a la guerra. Esta oración, como muchas otras, podía ser descartada sin dificultad y enviada al cajoncito mental del olvido. Sin embargo, si cuento cómo Akiko, con secuelas en el talón izquierdo a causa de la polio, comenzó una rehabilitación rigurosa que le permitiría seguir el paso en paralelo de su prometido, y si dijera que tras la guerra dejó tal ejercicio teniendo como consecuencia una atrofia más grave y evidente; la visión cambiaría un poco.
Lo anterior es suficiente para la historia. Sin embargo, Yasunari Kawabata decide guiar las descripciones hacia una impotencia que logrará quedarse dentro. La madre del prometido acude al padre de Akiko para hablar en privado; los motivos posibles son el rompimiento del compromiso, o la muerte del hijo. Afuera, Akiko ha hecho barquitos de hojas de bambú para entretener al hermano menor de su prometido; el niño corre y ella intenta ir tras él. Lenta, adolorida, imposibilitada. Su cuerpo está atrapado en la dificultad; su mente en la espera. Esa es la imagen que se queda.