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Con el tirahule provisto de dura piedra empezamos la caza en la prensa diaria de esta ciudad. Pronto nuestros ojos se posan sobre una noticia internacional: “Dudoso honor. Una ballena jorobada tuvo el dudoso honor de ser la primera que muere en aguas del Reino Unido golpeada por un barco, pues aunque se trata de un problema global, el caso de este cetáceo es bastante único, afirman investigadores británicos”.

El Diccionario de la Lengua Española nos dice que la palabra único significa “solo y sin otro de su especie”. A su vez, el Diccionario Español de Sinónimos y Antónimos, de Federico Carlos Sáinz de Robles, señala como sinónimos de único: singular, aislado, solo, impar, sin par y otros ajenos a nuestro propósito. 

Entonces, el traductor de esa noticia malamente ha agregado a la voz “único” el adverbio “bastante”. El vocablo “único” no necesita de otra palabra para calificar su significado de singular. Con decir que es un caso único la idea queda expresada correctamente.

Primer disparo de la honda, cae el gazapo y lo depositamos en la alforja.

126TO.

De sopetón aparece el batidor incógnito con un texto tomado de la prensa diaria: “El emperador Naruhito ascendió ayer al Trono del Crisantemo, proclamándose como el 126to. emperador de Japón mientras el público exclamaba “banzai” para desearle un largo y próspero reinado”. Indignado, el batidor exclama: Pido, exijo, demando y solicito con energía que los redactores de esta foto-nota nos expliquen qué número ordinal es el que aquí figura.

Pues en buen lío estamos. Para comenzar, la abreviatura 126to. es incorrecta. Significa cientoveintiseisto. Lo correcto es suprimir la letra te, o sea, escribir 126o. Pero, ¿cómo expresar con palabras ese número ordinal? Sería algo así como el vocablo compuesto centesimovigesimosexto, algo muy improbable en el idioma español. Con lo fácil que hubiera sido redactar la nota con el numeral cardinal 126 en lugar del supuesto número ordinal.

Entonces la noticia diría: “Naruhito se proclamó como el emperador 126 del Japón”. Los lectores de ese periódico agradecerían la claridad de la redacción en lugar de tratar de adivinar cuál número ordinal es el 126to.

Tiramos hasta el máximo de las ligas de nuestra resortera y soltamos el cuerito. Nuestra terrible arma arroja el pedrusco con violencia; por el duro impacto el gazapo cae herido de muerte y guardamos la pieza en el sabucán.
Hasta el próximo tirahulazo.

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