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Con alegría y grandes emociones le escribo desde uno de los lugares más grandiosos de la Tierra, desde nuestras hermosas playas yucatecas, justamente desde Telchac Puerto, lugar que desde mi infancia me ha enseñado la belleza de la naturaleza, lo dominante que puede ser el mar, lo blanco de su arena que se calienta con la fuerza del sol y lo sorpresivo de su fauna y de su extensa vegetación. Desde aquí le escribo, en compañía de mi familia, suspirando con aire puro y único de la costa “telchaqueña”, que aún se regocija al ser un oasis de paz sin embarcaciones a las puertas de las casas que a manera de contaminación visual podrían obstruir la mirada de los atardeceres más geniales que he podido observar como ocurre en otros puertos y que en su belleza a causa de miles de tonalidades de rosa, rojo y naranja casi alcanza a la grandeza de su compositor, Dios, a quien en este día recordamos frente a su mayor victoria, la resurrección.

Es Dios la alegría más grande, el verdadero y único autor de la magia que rodea nuestra vida, quien nos permite el disfrute de toda la creación y nos dota de un libre albedrío para saber mantener estas bellezas.

Sucede que está de moda criticar a la iglesia y de paso señalar a Dios como si fuese el culpable del mal que a ésta le aqueja, olvidando que quienes nos unimos a su causa no somos específicamente Él, sino simplemente seguidores y lo que nosotros hagamos, sea o no en su nombre, no significa que realmente sea bajo su voluntad; decir que Dios es malo o que no existe es quizá la ceguera más grande que esta libertad de razón y acto que Él nos ha dado pueda causarnos.

Cristo vivo está en todas partes, vive para el amor, en el amor, vive en cada uno de nosotros siempre y cuando lo dejemos estar en nuestro interior; Él ha venido a nuestro encuentro únicamente bajo la premisa del amor, de alegría, de respeto al prójimo y también a su padre, nuestro creador y parte fundamental de una Santísima Trinidad, misterio viviente al cual se llega por iluminación de su tercera parte el Espíritu Santo que claramente no es una paloma blanca sino esa energía profunda que nuestra alma libera al sonreír.

Dios está vivo, está aquí en Telchac conmigo, está contigo mientras lees estas líneas, está en la duda que puedas tener sobre Él y su existencia, o en la fe que como obsequio más grande podemos darle. Él está aquí, ya sea que lo veamos como un poder del universo, como una luz que todo lo ilumina, como el hombre que estuvo en la cruz o como la brisa del mar que tanto relaja, porque, sea como sea, lo veas como lo veas, Él te mira a ti desde sus vivos ojos llenos de misericordia y te ama por ser quien siempre has sido: su hijo libre.

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