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Después de un buen tiempo de no visitar el bello puerto de Sisal, pasé a ponerle un poco de combustible al coche, que, para ser sincero, ahora antes de viajar me cuesta mucho más trabajo decidir cuánto de gasolina cargaré que el sitio a donde iré, pero esa es otra historia. Ya definida mi ruta tomé dirección a uno de los puertos más bellos de Yucatán; aún recuerdo de pequeño cuando mi madre me llevaba a comer al famoso restaurante Los Corsarios, en aquellos tiempos no existían palapas para comer frente a la playa.

Esos recuerdos venían a mi cabeza mientras manejaba por las calientes carreteras del estado con dirección a Hunucmá; en el trayecto me percaté del crecimiento económico e industrial que ha tenido esa zona, me topé con las instalaciones de la nueva cervecera, más gasolineras y pequeños restaurantes en medio de la nada.

Una vez entrando a Sisal la brisa fresca me golpeó el rostro, acompañada de los rayos del sol de esa mañana, porque, eso sí, para disfrutar a gusto mientras más temprano se arribe mucho mejor. Desde mi llegada lo primero que hice fue encontrar el mejor lugar para comer cochinita y eso fue a escasos metros del muelle; la torta era únicamente para aguantar las actividades que pretendía hacer, pues como es sabido Sisal ha tomado en los últimos años bastante auge en lo que a actividades ecoturísticas se refiere, ya que ofrece desde avistamiento de aves, hasta recorrer en pequeños kayaks la zona de mangles o conocer ojos de agua que han descubierto en los últimos años los responsables de algunas cooperativas.

En esta ocasión decidí hacer mi recorrido con una cooperativa llamada Descubre Sisal, pequeña empresa que se dedica a ofrecer recorridos y servicios preservando el cuidado del mangle y promoviendo la economía local; lo primero que hicimos fue subirnos a un moto taxi y hacer una pequeña visita terrestre a la zona de manglares; ahí los guías me explicaron lo que representa esta zona para los que se dedican a las actividades turísticas, también me comentaron las diferencias entre un lagarto y un cocodrilo y cómo logran sobrevivir en este su hábitat. Luego nos subimos a una chalana, una especie de lancha sin motor, en la que estuvimos 40 minutos recorriendo la ría y conociendo aún más de su origen y su preservación, desde el color de sus aguas, hasta los daños que dejó el huracán Gilberto hace algunos años. Finalmente llegamos a un ojo de agua dentro de un petén, ahí nos echamos un chapuzón; tengo que decir que el agua estaba algo fría, pues nos revelaron que estos ojos de agua se forman por las venas de los cenotes que existen en la Península de Yucatán.

Luego abordamos nuestra chalana y nos dirigimos al pueblo para conocer un poco más de la historia de Sisal, este puerto que, antes de Progreso, fue el más importante del estado por su ubicación y comercio.

Fue una experiencia increíble, que sin duda tienes que vivir, pues convivir con la naturaleza te dará otra percepción de hacer turismo. Si puedes remata con un buen ceviche, solo eso me faltó.

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