Filosofía y poesía: Aristóteles y Paz
Columna de José Luis Ripoll Gómez: Filosofía y poesía: Aristóteles y Paz
La democracia en la polis griega era diferente a la de ahora, en ella participaba entre un doce a catorce por ciento de las personas, eran los hombres libres.
Aristóteles representa la cumbre del pensamiento griego de su tiempo. La cosmovisión de su época abarcó varios temas no propiamente ontológicos, éticos o epistemológicos, sino socio-culturales vinculados a la filosofía, historia y poesía.
La poesía suele petrificar la historia de los pueblos, mientras que la historia cuenta lo que pasó. Es verdad que, si invertimos la frase, podemos afirmar junto con el poeta alemán Heinrich Heine: “El historiador es un profeta que mira hacia atrás”.
La historia es un relato hacia atrás, ver el pasado con propósito de valorar el presente y configurar el futuro. Tratar de influir en el tiempo por venir; prevenir el futuro. Por su parte, la poesía es un filosofar con estilo; en palabras de Octavio Paz: “la erotización del lenguaje”.
Hacer poesía es una posibilidad de también hacer filosofía armonizando las palabras, un concepto de estética filosófica. Lo sostenía brillantemente el poeta cubano José Martí: “El verso, por donde quiera que se quiebre, ha de dar luz y perfume”. Entre los dos grandes filósofos de la antigüedad, Platón y Aristóteles, el abocado a la poesía fue el primero.
Sin embargo, Aristóteles no es del todo ajeno, ya que reconoce en la poesía el relato que cuenta lo universal y, en la historia los hechos duros, lo particularizado. La poesía para él tiene pretensiones universales, en cambio, la historia es un hecho particular.
Desde la poesía se pueden expresar posturas filosóficas. “La poesía en el fondo es una crítica de la vida”, sostiene Matthew Arnold. Dice el Diccionario de la Lengua Española que poesía es: “manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra en verso o en prosa”. Poesía es percepción, posibilidad de dimensionar la vida y vaciar la idea en palabras armónicas, privilegiando la estética. Es fondo y forma y es, desde luego, opción filosófica. La filosofía es literatura.
Del encuentro entre Diógenes “el cínico” y el gran guerrero Alejandro Magno, Ramón de Campoamor hizo este poema: Uno altivo, otro sin ley, así dos hablando están. De tu cinismo el crisol. –¡Adiós! ¡Cuán dichoso quedo, pues no me quitas el Sol! – –Vivir podré aborrecido, mas no moriré olvidado. –Viviré desconocido, mas nunca moriré odiado.