Según la escritora Beatriz Espejo, un buen cuento es aquel que logra cambiarte después de haberlo leído. Quizá esa sea la trascendencia real de la lectura, más allá de todos los beneficios que comúnmente se le acuñan a esta actividad.

Con confianza puedo decir que ese es mi caso: a mí la literatura me ha cambiado, y a pesar de que todavía no logro distinguir si ha sido para bien o para mal, estoy completamente seguro que la transformación es cada vez más profunda.

Si pensamos en los momentos clave en la formación de una persona, fácilmente podemos ubicarnos en la adolescencia, aquella época en la que uno es capaz captar mucha información, y con ella crear y crear sin las ataduras que luego solemos ponernos en la etapa adulta.

En esa adolescencia fue cuando de pura suerte me acerqué a la literatura y comprendí que el arte es una forma mucho más compleja e interesante de vivir el mundo. Quienes escriben, pintan, fotografían, cantan, tocan… son personas completamente iguales a las demás, pero con la particularidad de que a través de sus disciplinas intentan explorar un poco más allá de nuestro universo.

Cualquiera puede ver las primeras capas de este mundo y de quienes lo habitan, sin embargo, no cualquiera puede observar lo que está debajo y que significa la razón de que sigamos existiendo: el alma humana.

En estos días la ciudad tiene un evento que, sin ser el más visitado o el más mediático, brinda la oportunidad de que muchas personas recuperen la sensación de una transformación interna. En los pasillos de la Feria de la Lectura Yucatán no solamente encontramos papel, cartón y tinta; sino que tenemos diferentes ideas y planteamientos sobre el mundo. Para quien necesite un cambio, ésta puede ser una manera de comenzar, de encontrar un buen libro y nunca más ser el mismo... aunque nadie les promete que esto sea para bien o para mal.