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Comparto la siguiente misiva publicada el domingo pasado en un grupo de Facebook. Invita a la reflexión y puede ser un incentivo en estos días de incertidumbre:

“A mi padre José Eusebio Herrera Arceo (+), en donde quiera que estés.

De aquellos años que estuvimos en Mérida tengo muchos recuerdos. Uno de ellos fue cuando, sentado junto a mí, pusiste tu mano en mi hombro y me dijiste mirándome a los ojos: Hijo, tienes 17 años, no sabes hacer nada y ya me enteré que has pedido dinero para irte al Distrito Federal. ¿Qué vas hacer cuando llegues allá?, ¿en dónde vas a alojarte?, ¿vas a bolear zapatos o a trabajar en alguna obra?, ¿has pensado que puedes caer en malas manos y terminar en la cárcel? Mejor te propongo que te prepares bien, y cuando lo hagas yo mismo compro tu boleto y te acompañó a la terminal.

“Ahora veo qué sabias y proféticas fueron tus palabras, porque cuando iba a cumplir 20 años (1964) recibí una invitación para ir a trabajar en una fábrica de equipos de radiocomunicación (BLU). Para entonces ya me sentía preparado como radioaficionado y por haber estudiado en la academia de radio Marconi. Estaba listo para enfrentar la vida.. y cumpliste tu palabra: me compraste mi boleto y me llevaste a la terminal de autobuses. No sabes qué duro fue dejarte a ti y a la familia.

“Ya en la Ciudad de México ocupé el puesto de técnico instalador en la empresa, lo que me permitió conocer muchas ciudades del país y a los tres meses llegué a ganar más del doble que otros compañeros. Cuando renuncié fue para ingresar a la Armada de México como marinero, y a los ocho años ya era oficial.

“Papá, en la Marina efectúe cursos sobre nuevos sistemas de radiocomunicación, telefónicos, satelitales, radares y armas electrónicas en diferentes épocas y países como Estados Unidos, Inglaterra, Irlanda del sur e Italia. Mi premio, antes de retirarme, fue ser comisionado a bordo del Buque Escuela “Cuauhtémoc” durante el viaje de instrucción de los cadetes de la Escuela Naval “Euro Caribe 89”. Durante ese viaje de varios meses cruzamos el Océano Atlántico por mar en dos ocasiones y presencié la ceremonia de los 200 años de la Revolución Francesa. También navegué en el mar mediterráneo, conocí Panamá, Filadelfia, Nueva Orleans, Norfolk, Nueva York, Roan y París, Ámsterdam, Lisboa, Valencia, Livorno y Florencia; las Islas Canarias, República Dominicana, Venezuela, Colombia, Panamá, Etc.

“Te doy las gracias, papá, por no haberme cortado las alas, me dejaste volar e ir hasta donde era mi destino, sólo lamento que no me hayas visto uniformado como capitán de corbeta, y nunca olvido la historia que me contaste: el vuelo del Ícaro, y tú, como Dédalo, me hiciste unas alas más fuertes y me enseñaste a no volar muy alto ni a perder el piso. Tu hijo que nunca te olvida: José Alberto Herrera Mingüer. Chetumal, Q. Roo, a 21 de junio del 2020”.

Anexo “1”

Acerca del autor

 El autor de la carta es un capitán de corbeta de Comunicaciones Navales, radiotécnico, en retiro. Nació en la ciudad de Chetumal, pero siendo él un niño su familia vino a radicar a Mérida, donde logró superar las carencias y fue cuando su padre le dio alas para emprender el vuelo al entonces DF, y luego el destino lo llevaría a la Marina, donde, tras 30 años, en 1997 se retiró y hoy radica en la ciudad de Chetumal con su esposa y algunos de sus hijos. Muy apreciado en el medio naval por mandos, compañeros y subalternos –por su trabajo, disposición, rectitud y don de gentes–, el capitán Herrera Mingüer también goza de la estimación de la sociedad chetumaleña, pues proviene de una de muchas familias fundadores de Chetumal, una ciudad fundada por marinos, incluso su abuelo Salomón Mingüer fue integrante de la Armada.

Este atisbo a su historia, sin duda es un ejemplo en esta época (y en cualquiera), porque a veces siendo jóvenes queremos echar a volar y conocer el mundo sin tener los valores y preparación, herramientas indispensable para enfrentar los obstáculos que nos presente la vida. Tengo el orgullo de haber compartido una parte de la travesía del capitán por nuestra Marina y contar con su amistad, nacida desde hace años en Chetumal, su tierra, que también es parte de mi historia.

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