Conoce la historia de 'El Chapo' yucateco

César Rodríguez fue recluido en el Cereso desde 1998 por un brutal asesinato; he aquí su historia.

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César Miguel Rodríguez Lara (a) “El Cajuelas” o “El Encajuelado”, (d) se fugó dos veces del Cereso yucateco. La reciente fuga de 'El Chapo' Guzmán hace recordar su caso. (SIPSE)
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Julio Amer/Milenio Novedades
MÉRIDA, Yuc.- La espectacular evasión del famoso capo Joaquín Archivaldo Guzmán Loera “El Chapo”, quien escapó la noche del pasado sábado 11 de julio, del penal del Altiplano, en Almoloya de Juárez, Estado de México, por medio de un túnel de mil 500 metros de longitud –una increíble obra de ingeniería– ha sido la noticia más leída de los últimos días en el país y el mundo.

Vale la pena mencionar que en Yucatán existe un émulo del ya legendario “Chapo” Guzmán. Se trata de César Miguel del Sagrado Corazón de Jesús Rodríguez Lara (a) “El Cajuelas” o “El Encajuelado”, detenido desde 1998 por el brutal asesinato de un desyerbador, crimen por el que purga una pena de 25 años. Sin embargo César escapó del Centro de Readaptación Social del Estado (Cereso) en ¡dos ocasiones!

La historia de este singular personaje comienza el lunes 20 de julio de 1998, cuando en el interior de la cajuela de un automóvil Valiant Volare tipo K, placas YWE-1999, fue hallado el cuerpo putrefacto de una persona, el cual estaba irreconocible, pues además de que tenía el rostro desfigurado a golpes, estaba semicalcinado. 

Por la ropa que vestía y los documentos que se encontraron en el vehículo, se dedujo que el cadáver pertenecía a César Miguel del Sagrado Corazón Rodríguez Lara, ya que la propietaria del carro, Delta González Domínguez, dijo que su esposo Rodríguez Lara, del que estaba separada, lo tenía a su servicio y que había desaparecido desde hacía unos días.

Los agentes investigadores supusieron entonces que a Rodríguez Lara lo habían asaltado y asesinado. Su cadáver en realidad fue puesto en la cajuela de su propio vehículo, abandonado en la calle 71 entre 76 y 78 del barrio de San Juan.

Empleados del taller mecánico “Raygoza”, ubicado a unos pasos donde estaba el vehículo-tumba, reportaron que despedía un fétido olor y que incluso chorreaba un líquido sanguinolento. Al llegar los judiciales y forzar la cerradura del “baúl”, hallaron un cuerpo en avanzado estado de putrefacción.

Pasaron dos semanas para que el macabro crimen fuera resuelto, aunque durante todo ese tiempo las autoridades siempre sospecharon que el asesinado no era Rodríguez Lara, ya que los exámenes de ADN realizados al cadáver no cordaban con el tipo de sangre de César Miguel, además de que apenas unos días después de su “muerte”, la “viuda” se presentó a cobrar tres seguros de vida por las sumas de 1.5 millones de pesos, otro por 200 mil pesos y uno más por 1.6 millonesde pesos, aunque su renovación estaba vencida, dejando como beneficiarios a su esposa e hija.

El arresto y el plan

Quince días después de haber sido hallado el cuerpo encajuelado, la Judicial detuvo en el parque de Oxkutzcab a Rodríguez Lara, quien se había refugiado en esa población del sur del Estado junto con su amante, una bailarina de nombre artístico “Jennifer”, para fingir su muerte y poder cobrar, por conducto de su todavía esposa, los millonarios seguros.

Realmente César Rodríguez había elucubrado un macabro pero inteligente plan, que había estado trazando desde mucho tiempo atrás: suplantarse por otra persona para hacerse al muerto y, tras cobrar esas sumas, irse a vivir a otra parte con una nueva identidad, para darse una vida de rey.

El plan no estaba mal planeado por la maquiavélica mente de Rodríguez Lara, a quien por algo desde la primaria sus compañeros lo apodaban “César, el sabio”.

El viernes 17 de julio empezó a llevar a cabo su malévolo proyecto de “millonario de la noche a la mañana”. Rodríguez Lara, quien tenía un negocio de vigilancia, salió en su vehículo en busca de una persona de sus mismas características, a la que halló en calles del fraccionamiento Francisco de Montejo. Se trataba del “desyerbador” José Luis Cauich Jiménez.

Rodríguez Lara lo abordó y le ofreció trabajo de “chapeo” en una casa veraniega de Progreso. El humilde trabajador aceptó la propuesta y subió al auto. Se dirigieron a ese predio, ubicado por la antigua carretera a Chelem, no frente a la playa, sino del otro lado de la vía.

Al llegar ahí, Rodríguez Lara le obsequió unas ropas a Cauich Jiménez. La intención era de que al ser hallado muerto vistiera las prendas de César Miguel y se pensara que se trataba de éste. Luego le ofreció al desyerbador un refresco con un narcótico para adormecerlo.

Así, cuando ya eran las 22:00 horas de ese viernes, José Luis empezó a sentirse mareado, Rodríguez Lara lo atacó por la espalda golpeándolo en la cabeza con un tubo de aluminio de 60 cms. de largo que tenía ex profeso el criminal en la parte trasera del auto.

Luego de desfigurarle el rostro a golpes, procedió a quemarle la cara y las manos (para que no lo reconocieran ni le pudieran tomar las huellas digitales al cuerpo). Lo roció de gasolina y le prendió fuego.

Tras unas horas, apagó las llamas, ya que podían llamar la atención a veraneantes de casas cercanas, pues era época de vacaciones y había mucha gente en el puerto.

Luego metió el cuerpo en la cajuela del automóvil y se quedó a descansar en esa casa veraniega el sábado y parte del domingo. Ya en la tarde retornó a Mérida con su macabro cargamento y buscó una calle solitaria, cerca de la estación del ADO.

Estacionó el vehículo en calle la 71 entre 66 y 68 y tras cerciorarse de que no pasaba nadie, descendió y cerró el coche para encaminarse a la estación de camiones y abordar un autobús con destino a Chetumal, pero se bajó en Oxkutzcab, donde se refugio en un hotel de esa población con su amante la “teibolera” María Elena Domínguez Leyva alias “Jennifer”.

Cómplices

Al ser detenido, Rodríguez Lara dijo ser inocente del asesinato, pero aceptó haber planeado “su muerte”. Dijo que se puso de acuerdo con su ex empleado Lorenzo de Atocha Avilés Alcocer, quien lo contactó con una empleada del Registro Civil, una tal “Guadalupe Pavía” (al parecer inexistente), quien le conseguiría, por la suma 10 mil pesos, un “cuerpo” de alguien recién fallecido y a la vez le darían a él una nueva identidad.

Señaló que su exempleado le pidió unas ropas de él para vestir un cuerpo y que dejara su automóvil cerca del restaurante “Eladio’s” de la avenida Itzaes, con las llaves puestas en el switch y que se fuera a esconder a otra población, mientras ellos “se encargaban de todo”. Sus cómplices recibirían parte de los seguros.

Indicó en sus declaraciones que creía que su ex empleado había matado al “desyerbador”.

Sin embargo, las investigaciones arrojaron que Rodríguez Lara inventó el personaje ficticio de “Guadalupe Pavía” (en el Registro Civil no existía ninguna empleada con ese nombre ni con las características que describió), sino que él asesinó al “desyerbador” y lo metió en la cajuela y luego abandonó el vehículo con el cuerpo en la cajuela, para luego irse a esconder a Oxkutzcab.

Las fugas

Pero el caso no termina ahí. Rodríguez Lara, apodado “El Cajuelas” o “El Encajuelado”, huyó dos veces del penal meridano. La primera se escondió dentro de un camión de basura y escapó a Tabasco, donde días después fue reaprehendido, y meses más tarde salió del Cereso vestido de enfermero y cuando ya se disponía a escapar por vía aérea a la Ciudad de México –ya tenía el boleto del avión, que al parecer su hijo le dio en una visita al penal– fue detenido en la combi en la que se trasladaba al aeropuerto.

Rodríguez Lara está considerado, además de un peligroso criminal, uno de los más sagaces asesinos de la historia policial del Estado.

Pistas claves 

  • Investigaciones realizadas por peritos de la entonces Procuraduría General de Justicia (PGJ) permitieron identificar que el tipo de sangre del desyerbador asesinado era “A”, mientras que Rodríguez Lara es “O positivo”.
  • Asimismo, mediante otras pruebas, los químicos sacaron huellas dactilares del cadáver y corroboraron que tampoco coincidían con las de César Miguel.

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