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Estos días de muertos, fieles difuntos, todos santos o Hanal Pixán me provocan sentimientos más mexicanos que septiembre, el mes de la patria, y no es que los quiera clasificar, pero estas celebraciones nos distinguen en el mundo porque mezclamos la vida y la muerte como ninguna cultura.

Tiene que ver con cada una de las tradiciones mexicanas que son distintas en Yucatán, Oaxaca, Michoacán y Sonora, pero que tienen como común denominador recordar a otros que estuvieron aquí en el planeta, que nos traen recuerdos, nos formaron, compartieron, heredaron o dejaron enseñanzas de diversos tipos.

La muerte es difícil de entender cuando ocurre o está por suceder porque la ausencia es terriblemente difícil de aceptar, pero entonces llega noviembre para quitarnos el calor y ofrecernos en sus primeros días esta paz que nos permite creer que nos encontramos con los que ya se fueron de aquí.

Nos quita del pensamiento si los integrantes del Ejército están enojados (escribámoslo de forma publicable) con su comandante supremo, si la doña se ríe de la legislación electoral, si tenemos suficiente para pagar las cuentas pendientes, si ya comenzamos a comprar los regalos de fin de año, en fin… Nos alcanza para comer mucbipollo, que, diría Carlos Loret, es un pedacito del cielo en la tierra.

Y entonces se da esta reunión de los que siguen aquí que preparan XEK en compañía (lleva cilantro), que montan un altar por diferente que parezca a los de otros años con pan de muerto, que mezclan jícaras con cigarros, licores de diferentes tipos, dulces varios y sobre todo historias de los que recordamos como nunca en estos días.

Entonces vienen a tu mente sus risas, sus regaños, las mejores anécdotas de sus dichos, y regresan a este planeta una vez al año en todo su esplendor.

Quiero seguir creyendo que en realidad cruzan el puente contentos de ver que no los hemos olvidado, que viven en nuestros recuerdos sin pagar renta, que no importa si hay fotos en una mesa con un mantel bordado porque están en cada delicia culinaria que quizá nos enseñaron a disfrutar.

Quizá las tradiciones han cambiado de la mano de las épocas, ahora mezclamos cosas de aquí y de allá, pero seguimos reproduciendo las que nos enseñaron los antiguos, lo que me parece maravilloso.

Este fin de semana especial como siempre, lleno de comida y familia, porque es, creo, el verdadero pretexto, me recuerda que a los mexicanos nos gustan muchas cosas y aunque no todos hacemos las mismas cosas, generalmente curamos las heridas del alma con licor, le echamos chile a la comida (aunque no pique), tenemos lugares especiales que nos gusta presumir, abrimos nuestra casa a las personas que consideramos amigos, contamos extraordinarias historias de antes, de hoy y de siempre, amamos escuchar nuestro himno nacional y celebramos la muerte.

Yo aprovecho que es lunes para felicitar a mis queridos Elsa Ham y Xavier Duhoux que cumplen años en la semana del pib: celebremos la vida y que comience noviembre. ¡Que sea feliz!

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