Cuando la vida duele
Adriana Marín Martín: Cuando la vida duele
Son incontables los motivos, circunstancias y situaciones que causan dolor en las personas, hay una famosa frase que dice que “el dolor es el precio que pagamos por estar vivos”. Suena poco alentador ¿verdad?
Pero hay que aceptar que es una realidad, ya que en ocasiones, a veces muchas, la vida duele. Y por muy positivos que intentemos ser, por muchas ganas que le pongamos al asunto, no deja de doler. Y mira que no hay paracetamol ni diclofenaco que cure las heridas del alma, esas que arden por dentro y que aunque son fáciles de disimular, son difíciles de aguantar.
Y si es así, qué más podemos hacer nosotros como simples mortales para evitar algo que viene incluido sin derecho a la devolución, desde el momento en el cual llegamos a este mundo. Absolutamente nada, definitivamente no lo podemos impedir. Sentiremos, sentimos o hemos de sentir dolor en algún momento, y tengo que destacar que no estoy hablando de los dolores físicos, no, esos se pueden calmar, hablo de los que golpean por dentro a todos los seres humanos, sin faltar uno.
Ante este panorama lo único que nos queda es aprender a sobrellevarlo, recuerdo que una vez leí que Buda dijo: “el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”, tengo que confesar que en un principio me resultó muy confusa esa frase, pero cuando logré comprender la esencia de cada una de sus palabras me quedó muy claro. No podemos evitar o eliminar la posibilidad de que en algún momento algo nos dolerá, puede ser una pérdida, ruptura, enfermedad, necesidad, ausencia, etc. La diferencia va a derivar en la manera en la que enfrentemos ese dolor.
Tal vez la situación se torne más llevadera si nos proponemos aprender de las circunstancias en lugar de oponernos a ellas. Es verdad que a nadie le gusta navegar en aguas turbulentas, es siempre mejor tener el control o al menos saber lo que se espera. El dolor nos pone de frente a situaciones que llevan por estandarte lo que conocemos como ansiedad, estrés, depresión, tristeza, ira, impotencia, desanimo y muchos sentimientos más. Y si nos disponemos a analizar hacia dónde llegaremos permitiendo que sean esas emociones las que tomen el timón del barco para dirigirlo en plena tormenta, el destino no será muy atractivo. Quizá es mejor armarnos de valor, enfrentar lo que lastima y tomar el control.
Sin embargo, también es cierto que a pesar de los sufrimientos inevitables, la vida sigue siendo una hermosa aventura que vale la pena disfrutar, es un viaje maravilloso y aunque en ocasiones se comporta muy exigente ante nuestra simple naturaleza humana, hay que reconocer que también nos consiente, nos giña el ojo, sonríe y es en varias ocasiones bondadosa, tampoco es una gran villana.
Entonces, si de por sí el kit de vida que se nos ha sido otorgado viene con su cierto porcentaje de dolor incluido, mismo que aunque no nos parezca tendremos que afrontar… quizá es mejor reconciliarnos tantito con ella (la vida) y le permitimos que nos muestre lo que nos pretende enseñar, mientras observamos atentos y aprendemos la lección.