Reconcíliate contigo mismo

Adriana Marín Martín: Reconcíliate contigo mismo

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Dicen que en general, los seres humanos tenemos dificultades para existir con felicidad, también se rumora que todos estamos rotos, como rotas están nuestras vidas, aunque la mayoría se empeñe desenfrenadamente en aparentar lo contrario.

Algunas personas viven una lucha constante por sentirse aceptadas, por vivir de acuerdo a lo que otros esperan, buscan la aprobación ajena o intentan compararse de manera constante con alguien más, al final, todo eso termina por amargar su vida.

Según el libro “Haz las paces contigo mismo”, de Algirdas Toliatas, para no sufrir, el ser humano debería estar solo en el universo… no suena prometedor ¿verdad? Esta filosofía se basa en la premisa de que jamás será posible que nuestros semejantes actúen como esperamos, tampoco serán capaces de valorarnos como queremos que lo hagan, y por si fuera poco, nunca podrán ponerse en nuestro lugar como suponemos que deberían hacerlo.

Y si es así, no nos queda más que adaptarnos y aceptar aquel dicho que nuestros padres repetían una y otra vez, “cada cabeza es un mundo”, suena choteado, pero es cierto. Tan cierto como que, si pretendemos avanzar buscando que las personas que nos rodean coincidan con nuestra historia, se adapten a nuestra realidad o actúen tal y como esperamos, simplemente estaremos perdiendo el tiempo.

Hay que pensarlo de esta sencilla forma, todos los seres humanos tenemos sin pedirlo, y sin derecho a la devolución, un kit de miedos, expectativas, traumas, aspiraciones y limitantes muy personales. Nadie reclama que así sea, no es un bufet en el que cada uno elija lo que quiere llevar del menú. Simple y sencillamente tenemos el paquete, cargado en la espalda, no se nota… la mayoría lo lleva de un modo natural para que pase desapercibido, así de vanidosos somos. Pero cada quien transporta su costal encima y viaja por la vida intentando que todos aquellos que se crucen por su camino se amolden a la carga pesada que de manera individual trae a cuestas.

Y así nos encontramos ante un panorama repleto de sujetos con sus pesadas maletas, disimulando el cansancio emocional, sonriendo como si nada sucediera e intentando que sus molestosas bolsas no choquen con las de sus semejantes.

Es inevitable, en algún momento los equipajes que cargamos harán contacto con el de alguna otra persona, ocasionando un boom irrevocable, el cual seguramente, de manera instantánea asumiremos como algo personal.

Este será un círculo vicioso si no logramos entablar una reconciliación con nosotros mismos, pasaremos por la vida creyendo que los demás son injustos, que todo es una conspiración. Y no es así, somos un montón de individuos que buscamos aprender a vivir mientras vivimos, y creemos que todos los demás conocen el camino, que cada uno de los que nos rodean están seguros del lugar hacia donde se dirigen, cuando en realidad lo único garantizado es la incertidumbre. Por ello, te recomiendo que anotes lo que decía Mahatma Gandhi: “La felicidad se alcanza cuando, lo que uno piensa, lo que uno dice y lo que uno hace están en armonía”. No dependas de lo que sucede afuera, no mires a los demás, haz las pases contigo mismo. Valórate, conócete, acéptate y recuerda que la única guerra que debes librar es aquella que sucede en tu interior.

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