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¿Alguna vez has sentido la necesidad de estar solo?, aunque exista el temor a parecer egoísta si lo aceptamos, es una realidad que todos los seres humanos requerimos de un espacio personal, un momento en el que no importa nada más que uno mismo.

Esos instantes se denominan ritual de soledad, el cual consiste en pasar unos cuantos minutos en silencio, en paz. Para pensar, reflexionar sobre tu día y aspectos de tu existencia. Creo que este hábito debe ser obligatorio en la vida de todas las personas.

Fue por casualidad cuando me tocó vivir y percibir un ritual de soledad, era la mañana de un día feriado, de esos que se unen con el fin de semana y que comúnmente conocemos como puente. Saber que se dispone de varios días sin pendientes y con menos responsabilidades de lo normal, hace que automáticamente uno se sienta más libre, más ligero y con una energía especial.

El ambiente zen que el inhábil me obsequió en ese momento, fue algo mágico, salí a la terraza para regar las plantas y mientras lo hacía percibí el delicioso aroma de la tierra mojada, los pájaros cantaban y todo lo demás permanecía en silencio. La paz llenó de deleite mi espíritu, fue un tiempo, que aunque no duró tanto, me permitió pensar en las bendiciones, en la armonía, en la naturaleza, y sobre todo en mí, y en lo mucho que disfrutaba esos instantes.

Yo no sabía que lo que acababa de experimentar era, según Robin Sharma (autor del libro “El monje que vendió su Ferrari”), un ritual de soledad, pero sí estaba convencida de que era algo que quería sentir más a menudo. Descubrí que bastan unos cuantos minutos para dejar de funcionar en piloto automático, permitiendo que el entorno fluya de manera consciente. Inhalando y exhalando el presente, el hoy, el aquí y el ahora. Suena choteado, lo sé, pero al vivirlo realmente se aprecia una paz indescriptible que al final funciona como un potente combustible para continuar con la vida cotidiana que a veces cansa.

Finalmente terminé confirmando aquella vieja frase, que por muy antigua no deja de ser cierta, y dice: “los libros te escogen a ti y no tú a ellos”, ese es mi caso con “El monje que vendió su Ferrari”, lo digo porque no importa de qué tema se traté, siempre hay algo que me acerca a Robin Sharma y al montón de sabias palabras que puso en este ejemplar.

Una vez más el monje se hizo presente y me demostró que ese momento que viví aquel día mientras regaba las plantas fue un ritual de soledad, un tema que él menciona en su maravilloso libro y algo que todos los individuos que aman la tranquilidad, el estado zen y el ambiente relajante de bienestar deben procurar.

Es una realidad, la soledad y el silencio brindan casi en automático un efecto curativo, te conectan con tu lado más creativo y permiten que mires una mejor perspectiva del universo. Quiero recordarte que estamos frente a un fin de semana que se pega con un día inhábil, lo que comúnmente conocemos como puente, ¿te animarías a experimentar un ritual de soledad?

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