El que persevera alcanza
Adriana Marín Martín: El que persevera alcanza
Me gusta leer historias y testimonios de perseverancia, uno de esos valores que debemos llevar pegados al corazón. Admiro a las personas que han logrado grandes cosas perseverando. Creo que cuando alguien es determinante y persistente puede alcanzar sus más grandes sueños, no importa el tiempo que tenga que invertir en ello.
Muchos conferencistas, autores y profesionales en la materia inspiran e impulsan a los demás para andar en el camino de la perseverancia, y aunque en la actualidad es muy frecuente que se busque la inmediatez, las respuestas rápidas y las soluciones que se dan enseguida, estoy segura de que todavía queda esa chispa de esperanza y de fe, que hace que en el fondo las personas tengan la confianza de que insistiendo y persistiendo se puede llegar a la meta.
Anoche conocí a John Harding, un hombre exitoso, amable y que tenía una vida ideal, hasta que perdió a su hijo de siete años y a su esposa en un terrible accidente. Esta situación lo dejó al borde de una tremenda depresión, estuvo a punto de salir por la puerta falsa en varias ocasiones. John era persistente, acostumbrado a perseguir sus anhelos e ilusiones y no soltarlos hasta hacerlos realidad. Pero lo que había ocurrido era demasiado. Y así se la vivió por un tiempo, encerrado en la obscuridad de su casa.
Pero como el espíritu siempre es más grande que cualquier circunstancia, apareció alguien de repente, un ángel que cambió la realidad de John y que le demostró que los milagros están servidos en bandeja de plata para quienes nunca se dejan vencer.
Su nombre era Timothy Noble, un pequeño de once años al que Harding conoció mientras dirigía, a petición de un amigo, un equipo de beisbol infantil. No era el más brillante, tampoco tenía la capacidad y el desempeño que se esperaba de un jugador en el campo. La coordinación de su cuerpo era, por algún extraño motivo, muy imperfecta, cometía numerosos errores y, a pesar de tener la misma edad que sus compañeros, Timothy se miraba frágil, indefenso y débil.
Aunque nada parecía estar a su favor este niño concluía cada uno de los entrenamientos animando a sus compañeros, recordándoles que nunca se den por vencidos. La perseverancia de Timothy atrapó la atención de John, no importaban las veces que caía, él volvía a levantarse, con más ganas, con más energía y sus muchas limitantes no parecían importarle, lo único que Noble quería era continuar.
El niño no lo notaba, pero con cada entrenamiento devolvía la esperanza y las ganas de vivir a Harding. El impacto que el frágil pequeño de once años causó en John fue todavía más grande cuando supo que, aunque Timothy tenía sus días contados a causa de una enfermedad, jamás dejó de perseverar. Con ello logró cambiar la vida de un hombre que ya no quería continuar.
Conocí a Harding y a Timothy en el hermoso libro “El ángel número doce”, de Og Mandino.