Reabrir o no las escuelas (I)
El poder de la pluma
Después de la innecesaria vacunación de los maestros de Campeche pensando en un pronto retorno a las aulas, el cambio a semáforo amarillo los volvió a la realidad sobre la creciente propagación de la pandemia. El sueño guajiro también afectó a Yucatán, pues, recientemente, a través de una encuesta en las redes sociales se dio como buena la aceptación del magisterio yucateco para recibir la vacuna; además, el gobierno federal ya solicitó la relación de docentes yucatecos a la Segey para su pronta vacunación. Es verdad que el cierre de escuelas por la crisis de Covid-19 nos metió en un serio problema social del que, hasta la fecha, la inseguridad de las vacunas nos ha impedido encontrar una solución real o un paliativo para reabrir o no las escuelas.
Es necesario evaluar seriamente los beneficios y los perjuicios que conlleva una u otra medida. Existen efectos negativos de ambos lados, sin embargo, debemos considerar la importancia de la escuela como el lugar indispensable para el desarrollo humano de los alumnos después de nueve meses de recibir pinceladas en su educación. El tema de regresar a la educación presencial es polémico, pero vale la pena impulsar su deliberación en la sociedad ante aquellos argumentos que ofrecen paliativos descontextualizados que exhiben un desconocimiento de lo que se vive en una jornada escolar.
Muchos analistas y maestros han señalado el cierre de escuelas como “una catástrofe generacional” en términos reales, nos encaminamos inevitablemente a la pérdida de un año escolar completo, para ser claro, un alumno que cursaba el primer grado de educación secundaria perdió casi tres meses de su grado, más cuatro meses y medio del actual curso y las disposiciones para su acreditación al grado siguiente se darán bajo mecanismos de carácter administrativo más que en términos de aprendizaje. La estrategia “Aprende en Casa” por televisión, que busca continuidad educativa, no responde a la dinámica y los alcances de la escuela presencial. El sistema educativo mexicano ha sido injusto, porque los alumnos se encuentran segregados en contextos demográficos, socioeducativos o culturales de mayores o menores oportunidades, con políticas educativas generalizadas y con sellos transexenales.
El modelo mexicano es también imperfecto porque no cumple con su objetivo de promover la adquisición de conocimientos que desarrollen capacidades en los alumnos que les permitan el ejercicio pleno de su vida y enfrentar los retos de una globalización creciente y cambiante reconociendo sus derechos, el desarrollo de sus potencialidades y el ejercicio de su libertad personal. La reapertura parcial y controlada de escuelas implica la conjunción de variados esfuerzos, entre ellos, asignar un mayor presupuesto destinado al empleo de la tecnología digital y el internet, capacidades de gestión con el sindicato de maestros, construcción de consensos sociales y un desarrollo logístico de mayor amplitud en cuanto al cuidado de la salud (Continuará).